Por: Lorenza O
Las nueve, la gas, los trajes rojo con negro. Cascos, botas, acuerdos. La carretera se extiende, el día claro, fresco. Sales primero. Pronto la caseta tomada, por estudiantes, los rechazados, cincuenta la coperacha. Avanzas. El paisaje amarillento de hierbajo seco a los lados, aves vuelan al frente, el sol aún no pega. Dejas los lentes en el compartimento, prendes el aire, tomas el tiempo. A las diez estarás ya entrando a la ciudad.
Las horas se detienen entre música y asfalto.
Ya vienen. Llegan volando. Una sombra al lado del costado izquierdo, luego otra… zooooom, más sombras. Pasan entre carriles a centímetros de las salpicaderas de los autos, se inclinan en la curva, rodillas abiertas, ¡qué destreza!
Abres la ventana, el viento entra. Prendes un cigarro. El blues que sale del estéreo suena bien. Parece que no existiera el límite para soñar. Así se siente el camino.
Adelante fotógrafos en el terraplén listos para la mejor toma.
Los ves venir por el espejo retrovisor; un grupo grande. Te orillas un poco, reduces la marcha, les das espacio para rebasar. Pasan varios al mismo tiempo. Si sacaras la mano los tocarías. Te cimbras por el sonido de motores, por la visión de verlos a toda velocidad. Cierras la ventanilla, piensas en lo que sentirán.
Aparece una patrulla. Los persigue. Luego otra, y otra. ¡Qué mierda! El señalamiento dice 80 kilómetros por hora. Qué más da, de alguna forma se habrá de morir.
Adelante se detiene el tránsito, algo pasa… Vuelta de rueda. Una patrulla federal viene en sentido contrario acotando el camino de los automovilistas a sólo un carril. Se ve humo a lo lejos.
Quedamos varados, no nos movemos. Transcurren los minutos, apago el motor, también los de atrás; salimos de los autos, nos echamos a caminar. Somos muchos enfilados hacia donde vienen las señales de humo. Se ve ya la escena. ¡Puta patrulla volcada!, tres autos girados, la otra patrulla negra en pie, gente gritando… Se pelean, hay forcejeos, quieren madrear a los patrulleros. Unos detienen, otros insultan. Llegamos de refuerzo: logramos sacar a los estúpidos tripulantes de la patrulla y son golpeados. Una señora grita que ya los dejen, que ayudemos a regresar los autos al camino.
Ninguna moto, todas huyeron.
Contadora de historias de lo cotidiano a lo inverosímil. Observadora obsesiva de la vida, sus fantasmas, su belleza decadente siempre en pugna y su resplandor. Egresada de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay. Participante del taller de poesía “El Ciruelo” de Kenia Cano. Cuentos publicados: El cuerpo jubilado, en Nagari revista, letras bajo el volcán. Un Sábado, en Así vas a morir, la máquina de la muerte, por Lengua de diablo. El Pesebre, en la antología Navidades Paralelas, por Lengua de diablo. Alimañas, en Bajo la tela de la araña, cuento juvenil, editorial Momo. Barullo, en Registro Sonoro y otros cuentos de terror por la Fauna y Lengua de diablo. Participante en la antología de cuentos Mundos inventados, y en la antología narrativa Los lunáticos no opusieron resistencia publicadas por la Escuela de Escritores Ricardo Garibay.