Voces profundas

Jessy, es nuestra última hija, la menor de siete. Para nosotros venía de otro mundo, de uno que sólo conocíamos de manera superficial; el marino.

Somos originarios de Mérida, Yucatán. Casi toda mi familia vive ahora en Florida, aquí hay mucho trabajo y somos reconocidos en lo que hacemos. Durante generaciones hemos destacado por ser veterinarios especialistas en fauna marina, particularmente de marsopas. La formación que tuvimos nos hace asiduos a la ciencia, a no creer en la religión, esoterismo o supersticiones. Pero desde que Jessy llegó, nos cuestionamos cosas que antes no, y nos hace dudar sobre la existencia de algo que no se puede justificar.

Desde muy pequeña apodamos a Jessy la “Sirena”, porque era casi imposible sacarla del agua. Tardaba horas bañándose, y en cuanto tenía la oportunidad se zambullía en el estanque de los delfines. A diario soñaba con ellos, decía que le hablaban. “Cosas de niños” pensamos, y dejamos el tema por la paz. No entendimos de dónde había sacado lo imaginativa, nuestras otras hijas nunca lo fueron, no a ese grado.

Guardamos la esperanza de que también se convirtiera en veterinaria o bióloga como sus hermanas. La escuela no le interesaba, sólo quería estar con los delfines. Decía que cuando fuera grande sería entrenadora. A su madre esa idea no la hacía feliz, pero la convencí para que ya no le dijera nada, porque aún era muy pequeña. El tiempo pasó y afortunadamente se decidió por estudiar biología marina. A mí sólo me importaba que fuera feliz. 

Sin embargo, seguía preocupándonos. Hacía las cosas muy a su manera. Acondicionó la tina de su baño para poder hacer las tareas estando dentro de ella. Su habitación se estaba convirtiendo en un cementerio de arrecife; guardaba cualquier fragmento que encontraba en sus inmersiones. No tenía amigos y hablaba sola. Se interesaba por rituales paganos que ofrendaban al mar. Decía que conocía las intenciones del océano. Y continuó con la idea de que se podía comunicar con los delfines. También acostumbraba hablar en voz alta con las marsopas y fabricar pequeñas ofrendas que tiraba por la borda de cualquier embarcación a la que se subiera. Predije que en su vida profesional ese comportamiento no ayudaría para que la tomaran en serio. 

Cuando terminó su servicio y prácticas, nos dijo que se iría a Islandia. Su mamá se lo prohibió. Ella, a las dos semanas, se marchó sin avisar. Definitivamente la culpa la tuve yo, por contarle las aventuras del tío Laurence. Un viejo loco amigo de la familia que en su juventud sirvió al ejército ruso en el entrenamiento militar de delfines calderón. Los utilizaban para detectar minas, eran enviados a misiones suicidas en donde estallaban embarcaciones con cargas explosivas atadas a sus cuerpos. También estaban capacitados para atacar a buzos enemigos. Por supuesto que nada de eso era del agrado de Jessy.

A mi pequeña sirena no le gustaba utilizar medios modernos de comunicación como correo electrónico o llamadas telefónicas y de ninguna manera videollamadas; lo suyo era enviar cartas a la antigua. Su excusa era que la cabaña que rentaba, y que había vuelto su centro de investigaciones, no tenía cobertura satelital. Yo sé que si la tenía, pero sólo la usaba para asuntos laborales.

Papá:

Islandia es increíble. El mar aquí es justo como él se describió: arrogante y crudo. Definitivamente mi espíritu pertenece a estas latitudes. Este refugio es perfecto para los avistamientos de los Globicephala macrorhynchus. Las olas estallan justo por debajo de la terraza. Hay unas escaleras labradas en el peñasco por las cuales desciendo diariamente hasta llegar a la plataforma desde donde me zambullo. No te preocupes por mí, el mar me llamó y él sabe lo que hace.

                                                                                                            Sirena

Pasaban meses para que recibiera noticias de ella, eso significaba que estaba feliz y ocupada. Seguro se las vería duras porque no a muchos les interesa el bienestar de los delfines calderón. Entre Islandia, Reino Unido y Noruega, hay una isla llamada Feroe, en donde se realiza un sangriento festival. En él asesinan al año alrededor de 250 delfines, bajo el pretexto de no tener otro recurso que explotar. Pero la violencia con que se hace, habla de otra situación.

Jessy, consiguió trabajo en The University Centre of the Westtjords, como maestra suplente. Ahí mismo hizo la maestría de Gestión Costera y Marina en dos años, y después le dieron un puesto de académica en la misma. Demostró rápido su capacidad e inteligencia. Esa noticia nos mantuvo tranquilos, pero sólo por un tiempo.

Papá:

Este invierno se cumplen cuatro años desde que llegué. Las cosas en la universidad van muy bien. Encontré un método que me permite atender a mis alumnos y seguir con las investigaciones en campo. El vínculo con el pod de delfines cada vez es mayor. Comenzamos a trabajar hace seis meses con el lenguaje. Uso algunos sonidos y ellos también. Sus miradas me comunican tanto y las pieles hablan. Lo nuestro son coreografías lingüísticas. Abajo me olvido del tiempo y de mi torpe cuerpo. El mar es bastante gruñón en estos lares, pero, nos ha permitido practicar nuestras danzas de manera benevolente. Ahora también sueño con mi antigua forma de delfín, y es así como cada vez logro una mejor conexión cuando estoy con ellos. Comprenden mis límites y se compadecen de mí. Muero de ansiedad cuando acuden a llamarme a media noche, porque únicamente puedo contentarme con verlos desde la seguridad del refugio y registrar sus movimientos. Saltan temerarios sobre las olas cercanas a los peñascos; ese juego es muy peligroso y yo muy frágil. Tienes que conocerlos, son magníficos y la parte que me hacía falta.

                                                                                                            Sirena

Mi querida Jessy, esa carta me anunció la grieta por la que te escaparías. Alana y Nadya la visitaron una navidad, y cuando regresaron no trajeron buenas noticias. Las condiciones en las que vivía no eran las esperadas: no tenía víveres suficientes, tomaba mucho café, pasaba todo el día con el traje de neopreno puesto y no sacaba la nariz de sus bitácoras y laptop. Apenas atendió a sus hermanas entre inmersiones. Algunos de sus estudiantes la visitaron para entregar trabajos atrasados y fue allí, platicando con ellos, que supieron de la gravedad del asunto. Su trabajo en la universidad pendía de un hilo. Muchos creían que estaba perdiendo la razón. Los argumentos con los que enseñaba eran contrarios a la ciencia, pero la escuela la seguía conservando porque su trabajo con los delfines era maravilloso. Nunca antes habían visto una interacción igual: “Y eso que nada más vemos lo que ocurre en la superficie cuando salimos de prácticas. Sabe dios qué cosas magníficas ocurren allá abajo cuando está sola con ellos. Aún no nos lo ha querido mostrar” dijo uno de sus alumnos.

Nunca pensé que la situación de Jessy fuera tan delicada. Comencé a enviarle dinero regularmente, nunca lo agradeció, y tampoco lo rechazó. Durante meses planeé ir a verla, pero siempre ocurría algo que me lo impedía. Jessy percibió la urgencia en las cartas y evitó mi visita.

Papá:

Estoy bien, ya imagino lo que te dijeron mis hermanas. Pero la verdad, las condiciones en las que me vieron son lo justo y necesario.

No encuentro la forma de pasar más tiempo sumergida. He logrado mucho. Ahora grabo mi voz ajustando la frecuencia para poder transmitirla en el agua. Usamos el cuerpo entero como símbolo acompañado de sonidos, incluso de burbujas. Amy y Suny, son las hembras con las que mejor me relaciono. Algunos delfines me hablan de otras cosas; lo digo así porque sus movimientos son particulares. Estoy tan emocionada que me olvido de comer.

Cuando por fin se conozca lo que los delfines tienen que decir, el mundo cambiará, estoy segura.

                                                                                                                  Sirena

Jessy, no le daba importancia a mi inquietud, y en cuanto podía cambiaba el tema. Podía ser muy drástica y determinante al proponerse algo, coincidiendo con lo que sus hermanas me describieron. Me alegré mucho por ella y dejé que manejara sus asuntos sin preocuparme más.

Después de esa visita pasaron años, tres para ser exacto. Las cartas fueron esporádicas, pero no faltaban en ellas notas de hallazgos importantes en su trabajo.

Un día recibí un correo electrónico de Jessy. Me alarmé automáticamente porque eso significaba sólo dos cosas, que algo muy bueno o muy malo había pasado. Para mi buena suerte se trataba del primer caso.

Papá:

Llegó ayer la cosa más hermosa del universo a mis manos: una misiva de la Institución Oceanográfica de Woods Hole notificando que tienen un convenio con The Bottle Nose Dolphin Research Institute, para financiar un proyecto de investigación sobre cetáceos durante 20 años. ¡Y estoy dentro de los investigadores considerados!

No quiero cantar victoria, pero el mar ya me lo había dicho; que algo muy valioso llegaría a nuestras vidas. Lo voy a ganar por el bien de mi familia.

                                                                                                            Sirena

Era obvio que cuando hablaba de su familia no se refería a nosotros los que estamos sobre la tierra de la península. Intenté que disminuyeran sus expectativas. El que otorguen esas becas involucra muchas situaciones, por ejemplo, intereses políticos y hasta personales de los directores. Yo mismo lo he experimentado en carne propia, muchos de los factores salen de nuestras manos en esa situación.

Se notaba el entusiasmo en sus consecuentes cartas. Me contó que enviaron al Doctor Allen Scott London, como su calificador. Yo ya había escuchado de él. Supe que a su corta edad alcanzó varios grados y reconocimientos; apenas era cinco años mayor que Jessy. También me contó algo que visualicé de inmediato como el primer problema: Jessy no podía presentar la evidencia del trabajo sola, aunque sola lo hubiera hecho. Tenía que acogerla un organismo, y la universidad se había ofrecido. Era claro que era una buena oportunidad para ellos y seguro lo veían como una forma de ser premiados por soportar las excentricidades de mi hija. Enviaron a Madeleine, la directora de la academia, para estar presente cada que Allen se entrevistaba con Jessy.

Después de una semana de esa última novedad, a las tres de la mañana, Jessy me llamó por teléfono:

─ ¡Papá tengo que pagarlo! ¡El mar da mucho, pero siempre reclama algo a cambio! ¡Estoy conociendo su rostro más siniestro!

─ ¿Jessy, estás bien? ─pregunté desorientado.

─ ¡No, papá, no estoy bien! Tuve que darle mi voz. La voz es mi hilo de plata a las profundidades. Por la boca se me ha salido el espíritu, lo puse todo en este trabajo. Es la llave que abre las puertas a mejores condiciones de vida para mis hermanos. Lo he perdido.

─ ¿Hablas de tus grabaciones?

─ ¡No!

─Jessy, por favor ve más despacio, no comprendo.

─ ¡Sólo muda puedo estar presente, sólo así se hará realidad! ¿Por qué me lo habrá hecho? ¿Por qué me hiciste esto, mar? ¿Qué hice mal? Ayúdame a entender. ¡No, no puede ser! ¡Me quiero morir! Papá, voy a perder el proyecto.

«La universidad me prohibió ser yo misma. No pude hablar de la sabiduría que conozco, la que viene a mí desde los abismos marinos, de mi vida como cetáceo. Por eso el mar me castigó. Pero no puedo hacer otra cosa, no puedo quitarle esto a Amy y Suny, a su descendencia.

«Scott piensa que la líder en la investigación es Madeleine. Me tengo que ir. Me siento muy mal».

Sólo llamó para decirme eso y colgó. Este era el momento que ya había predicho, en el que no la tomarían en cuenta por su personalidad. Injusto, lo sé, pero así es el mundo. Platiqué con su madre y hermanas; estábamos dispuestos a ayudarla por todos los medios. Tendría que contactar a mis conocidos más importantes. Le enviamos un correo esperando que lo leyera porque las llamadas no las contestaba.

            Jessy:

No tienes que abandonar tu trabajo, mereces el reconocimiento. Di la verdad. Encontraremos otro organismo que reconozca lo que hiciste, el fruto de lo que eres, no te des por vencida por favor. Comunícate con nosotros, necesitamos discutirlo. Tus padres y hermanas te amamos y apoyamos en todo:

¡Ey! Ari, no te desanimes, te queremos. Te vamos a ayudar. (Alana)

¡No tires la toalla! Eres una gran científica. (Nadya)

No es la única oportunidad que tendrás. Habla y di que el proyecto es todo tuyo, de principio a fin. (Any)                                                                   

¡Qué mal por Madeleine por quitarte el crédito! Regresa con nosotras. Se nos ocurrirá algo juntas. (July)                                                                                                                          

¡Te extrañamos! Nunca olvides quién eres y la fuerza que tienes. (Beca)

¡Tus ideas son originales! Encontraremos financiamiento en otro lugar. (Mirna)

                                                                                                       Tu familia  

Le enviamos nuestro amor en ese mail. No respondió. Jessy, podía ser muy hermética. Nos preocupaba que actuara de manera impulsiva. Su madre a veces dudaba de su salud mental. Pero si queríamos evitar algo drástico teníamos que ser resolutivos, mandarle ánimos no era suficiente. Necesitábamos presentar opciones viables para que tomara en serio volver; aunque eso iba a ser difícil. Se había fijado un objetivo y no podría lograrlo si permanecía en Florida. Regresar no era opción para ella.

Estábamos vueltos locos, ideábamos estrategias, buscábamos información y nos cansamos de llamarle y que no contestara. Esperábamos que hubiera declinado la idea de ceder el proyecto a la universidad. Sabíamos que podíamos esperar cualquier cosa, Jessy era impredecible.

Pasaron 2,4,6 días, una semana, hasta que por fin llamamos a la universidad. La propia Madeleine atendió la llamada. Dijo que Jessy había entregado todo lo referente a la investigación. Nos contó que Scott le dijo que la probabilidad era del 95% para que ganaran el financiamiento, porque el material que tenían era magnífico. Eso significaba mucho para la conservación de la especie. Pero desde ese día no volvieron a saber de mi hija. Tenían a una suplente impartiendo sus clases.

Un golpe seco entró por mi pecho y me atravesó el corazón. Colgué y de inmediato salí hacia Islandia. En nueve horas llegué al aeropuerto de Keflavic, después conduje seis horas y media hasta Minnibakki, el lugar donde estaba su refugio.

Cuando llegué eran las once y media de la noche. El sitio era espectacularmente intimidante, justo como Jessy lo describió. El fantasma de la brisa marina rodeaba la cabaña y se notaba que la lluvia de las olas la castigaba todo el día. Jessy no contestó. Derribé la puerta a patadas. Sólo la densa atmósfera salina estaba allí para acompañarme. Prendí las luces que eran demasiado tenues y recorrí el lugar con los ojos. Vi una botella de vino en el escritorio junto a un sobre. El sobre tenía una nota en el exterior: “Papá, por favor espera a medianoche para abrirlo. Hazlo en la terraza cubierta; mi lugar favorito para contemplar el mar. Disfruta el vino que elegí para ti”. Esperé como me indicó y abrí la carta.

Papá:

Sé que estarás molesto conmigo por las decisiones que he tomado. Pero creo que tú fuiste el que mejor comprendió que yo no pertenezco a este mundo, al menos no en esta forma.

El agua salada corre por mis venas, las profundidades me han llamado desde siempre colándose en los sueños. El frío y las tempestades me reviven. Nunca nada hubiera sido suficiente para mí si yo no estaba con mis hermanos, con mis congéneres.

El tiempo humano me queda corto, los límites de este cuerpo me asfixian. Cómo explicarte que los momentos de inmersión en este infinito y helado mar que estás observando me hacen sentir plena, casi plena, porque me sobra esta criatura que soy y me hace existir mutilada.

Regresar con ustedes dictaría el inicio de mi muerte en agonía. Y juro que lo pensé y por poco lo hago. Entiendo que quieren mi felicidad y esta es mi felicidad:

Los aullidos de las tempestades me arrullan, el azote de las olas canta para mí. Allá abajo hay otro lenguaje, el lenguaje de las estrellas caídas en la noche del mar. Un lenguaje que ya conozco leguas abajo, atmósferas por debajo de mí, el de otros significados. Símbolos que circulan líquidos en el espectro cetáceo que vive atrapado en estas ruinas sapiens.

Le pertenezco a este océano celoso y vengativo que me perseguirá vorazmente si lo abandono de nuevo. Soy un pedazo de él extraviado en la superficie. Me duele la vida aquí, arriba, en el aire que me arde hasta el llanto.

Me equivoqué, nadie puede arrebatarle nada al mar, nunca; la voz sigue siendo mía, de él. Este océano es el monstruo más temible que existe, y su muerte mecida es mil veces más bella que deambular en el mundo exterior.

Allá abajo hay galaxias, infinitos. Allá abajo bailo sin los márgenes de la piel. Mi bestialidad está a salvo y la soledad silenciosa es la conciencia que me libera.

“Ojalá que el traje de neopreno y los tanques de oxígeno desaparecieran”. Eso es lo que pienso cada segundo que estoy con los delfines, y los envidio tanto, y los amo tanto. Ojalá yo desapareciera y me integrara a las olas, a su espuma, a los reflejos del agua sobre la piel de mis delfines. La vida de uno de ellos vale más que el de toda la humanidad; ya no quiero ser parte de esta especie.

Nací humana para ser efímera, para cumplir un objetivo. Los delfines somos eternos, aunque nos maten.

Te dedico lo bueno que pude haber hecho en mi estancia aquí. Dile a mamá y a mis hermanas que las amo.

Todas las noches vendré a jugar con los delfines a este rincón del Atlántico para saltar entre las furiosas olas de la alta marea. Siempre a esta hora y en esta temporada, tendremos una cita tú y yo.

                                                                                            Tu sirena.

7 comentarios

  1. Dayan, me he metido en tu narración, un relato muy bello aunque triste. Serán tus letras, y el ritmo de olas en que nos llevas, y que hace ver la negrura de lo profundo; la vida y el tiempo distinto de tus personajes. Seguir los sueños o la voz que llama, ojalá así de valientes fuéramos.

  2. Me pareció muy bueno e interesante esté relato,
    Me gustó mucho el final, como Jessy termina eligiendo si camino buscando su felicidad que son el mar, los delfines, dejando todo atrás su vida, su familia en la tierra, su carrera etc.

    1. Me gustó mucho el relato y realmente, llegué a sentir demasiada tristeza pero admiración por Jessy que a pesar de todo siguió sus sueños aunque eso significaba apartarse de su familia, creo que en la vida real también llega a pasar.

  3. me gusto, muy profundo, hace lo que en realidad le apasiona incluso si eso significa dejar a su familia, me gusta la dedicacion de jessy.

  4. Muy interesante. No pude evitar sentir tristeza por su padre, puesto que su linda hija había tomado una decisión, una desición en la cual debía de despojarse de su cuerpo para así volverse parte del mar. Aunque al fin y al cabo ella nunca perteneció a la superficie.

  5. Me gustó mucho esta muy bien relatado y como representa la condición de sus padres y lo desidida que es

  6. Me gusto mucho como está narrado el cuento es muy interesante,y algo triste por lo que pasó en el cuento pero es muy bueno

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