Buenas tardes, compañeros, permítanme decirles que yo nunca he creído en la terapia de grupo. Pero a petición del doctor Fredo les contaré qué me sucedió. Pues asegura que, si les platico mis experiencias, podré algún día, terminar con lo que él considera que son alucinaciones y delirios.
A pesar de mi apariencia, Soy o fui Arturo, a quien todos me apodaban el domador de vírgenes. Me encantaban las chavitas de entre doce y quince años. Las engatusaba, les prometía todo lo que les podría interesar.
Al principio me portaba muy cariñoso, bueno, hasta las trataba con respeto. Y me gastaba una buena lana en pasearlas y darles gusto.
Después me transformaba, me entraban unas ganas desmedidas de cogérmelas. Esperaba un momento en que no nos pudieran cachar y me iba contra ellas. Adiós caricias, me volvía una fiera y las golpeaba, mordía y lastimaba. No paraba hasta verlas cubiertas de sangre: era ese el momento perfecto en que me encontraba totalmente excitado, caliente, justo en mi punto, con la espada lista y…
Siempre logré mis propósitos sin que me descubrieran. Recorría diferentes rumbos y conseguía nuevas conquistas. Ya llevaba muchas. Casi un calendario completo, cuando me topé con Mónica. Esa tipa fue mi perdición, no tendría más de dieciséis años, muy grande para mi gusto pues ya estaba totalmente formada como mujer.
Que dijeran que era una bruja igual que su madre, quien hacía cosas raras e imposibles, no me importó, de hecho, creo que eso fue lo que más me atrajo.
Empecé a buscarla, pero nunca me hizo caso por las buenas, siempre se sintió inalcanzable. Y como nadie se me había escapado, lo tomé como un reto.
Una noche me enteré de que estaba sola, rompí una ventana de su casa y me metí a buscarla.
Por supuesto logré lo que quería, pero en esos momentos llegó su madre, la bruja, que al darse cuenta de lo sucedido, solamente gritó como loca y se me quedó mirando fijamente. Sentí que me mareaba, que perdía el conocimiento y ya no supe más de mí.
Al despertar, me dolía todo el cuerpo, tenía náuseas y con muchos esfuerzos tuve mi primer recuerdo: Mónica ¿Dónde estaba? esta era su habitación, su cama, su pijama. Me levanté como pude y al sentirme tan diferente, lo único que atiné fue pararme frente al espejo.
Me miro y no comprendo, no me reconozco, no soy Arturo. Mi reflejo es el cuerpo de Mónica. Un ojo amoratado e hinchado no me permite ver bien. Arañazos, golpes y desgarros están por todo mi ser, pero lo más impresionante, es esa huella de dientes que corona mi pezón derecho, sangrante y casi desprendido.
En mi rostro destrozado, no se alcanza a reflejar todo el dolor y la desolación que siento. Y el goteo de sangre que sale de entre mis piernas revive el desenfreno, el ataque sorpresivo, la intromisión.
Me convertí en otra mujer violada, un número para las estadísticas.
Y de Arturo, el domador de vírgenes, sólo supe que encontraron su cadáver tirado sobre la banqueta de su casa con una expresión de terror indescriptible en su rostro.
Ma. Guadalupe Rangel Dávalos.
Nací hace 70 años en la Ciudad de México.
Profesión: Psicóloga y Lic. en Derecho.
Jubilada del DIF Nacional.
Trabajos de Escritura: CUENTOS 1996; UNA HISTORIA COMO TANTAS; ICONOCLASIA; MINIFICCIONES,
CUENTOS Y SORPRESAS
Finalista en el concurso “LA HISTORIA QUE SOÑÉ” convocada por la estación de radio XEW en el año 1976.
Muchas felicidades Má. Guadalupe. Ojalá así sucediera como respuesta a cada fechoría. Final inesperado, muy bueno!!