Viaje

Compré el boleto con un poco de miedo, dudas, falta de confianza. Por suerte, hasta ahora, todo lo prometido se ha cumplido. Me dijeron que tenía que pagar un porcentaje para reservar mi espacio, y el resto liquidarlo antes de abordar, incluso podría hacer una transferencia desde la base de despegue. Pensé que si esto fuera una estafa podría perder un porcentaje y no el total. Ayer junté el dinero del anticipo. Me enviaron los dígitos para la transferencia bancaria, los números de cuenta corresponden a una persona moral, eso me dio certeza. El cohete bajará por usted en Bernal, Querétaro, me dijeron. Acepté. En unos minutos se le agregará a un chat de apoyo, usted prefiere, ¿Telegram o Whatsapp?
Desde noviembre del año 2020, traigo atoradas palabras en la garganta, a veces se me meten por detrás de la nariz, son una molestia con la que es difícil respirar, hablar o comer. Después de un tiempo te vas acostumbrando y todo comienza a fluir mejor; los ojos dejan de ser mares y el alimento pasa suave. A todo se acostumbra uno, decían y tenían razón.
Cuando me apareció aquél anuncio en Facebook fue inevitable hacer clic. Me dirigió a un sitio web que explicaba el funcionamiento del viaje, las fechas próximas, requerimientos previos y la ubicación de las plataformas de despegue. Dudé. No puede ser que el algoritmo conozca mis heridas y se anticipe a mis deseos. Dejé de prestarle atención, pasaron días y el anuncio me volvió a salir. Otra vez consulté la página web y me di cuenta que las fechas en Cuernavaca y Ciudad de México estaban agotadas. Quedaban pocos lugares disponibles para las sedes de Puebla y Bernal. Llamé por teléfono y me atreví a preguntar: ¿me pueden asegurar que el cohete me llevará a ver a mi padre? La respuesta fue positiva. “Con un mínimo de error, la experiencia podría ser distinta, pero le aseguro que de cualquier forma será gratificante”. Papá murió de Covid, recuerdo su voz cuando me llamó por teléfono para decirme su decisión de internarse. Cuando lo volví a ver me lo entregaron en una bolsa negra, envuelto para mortaja. No le pude decir nada, en el instante que reconocía su cuerpo a través de un cristal, las palabras se fueron apretando en la garganta y unas lágrimas silenciosas acompañaron preguntas huérfanas de respuestas.
¿Cuál es el porcentaje de error?, ¿cuánto tiempo tengo para hablar con él? Volví a preguntar. “El margen de error es del 5%, y el tiempo durante la experiencia se comporta diferente para cada pasajero. Cuando usted se dé cuenta estará de regreso y habrá dicho y hecho lo necesario. Le aseguro que se sentirá en paz”. La respuesta me dejó tranquilo. Al final de cuentas, después de 4 años, cualquier palabra que le diga a él es suficiente para mí. He pensado que un abrazo sería ideal, no es necesario hablar, con verlo de nuevo me basta.
Después de realizar el depósito me metieron a un grupo de WhatsApp donde te resuelven otras dudas y te brindan apoyo emocional con los preparativos del viaje. Es indispensable no beber alcohol, abstenerse de contacto sexual y cuidar la alimentación. También recomiendan dormir 10 horas diarias y evitar el uso de redes sociales (lo más posible). Se sugiere meditar por lo menos dos veces al día y realizar una pequeña rutina de ejercicios simples. Pregunté si un trago de mezcal era permitido, y me dijeron que no, debe ser abstinencia total. El nivel de éxito en el viaje estará determinado por la correcta preparación del pasajero.
Recibí el pase de abordar, me llegó a mi correo; el código de barras es un diseño que nunca había visto. Lo guardé en el wallet de Google. Ahora solo queda esperar. Por fin, el 6 de julio veré a mi papá.

1 comentario

  1. Felicitaciones a Miguel A. García. La sensibilidad de sus letras dejó a mi corazón con el deseo de ser feliz cuando me enteré qué ocurrió en el viaje y cuánto tiempo habló con su papá. Por lo pronto empezaré a ahorrar. Lindo cuento, Miguel A.

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