Trinar de sueños

El mirador del acantilado cercano a su casa, le parecía el mejor lugar para contemplar el mar. Desde ahí, Stephen veía a lo lejos los enormes barcos que parecían pequeños juguetes de algún bebé gigante que usaba la bahía como bañera.

Los días de Stephen estaban atado a una silla de ruedas y todos del verano era remolcado por su enfermera hasta el mirador. Los acompañaba su fiel mascota, un perro labrador color dorado. Ahí pasaba horas pensando en los más profundos cuestionamientos sobre la vida, el espacio, la muerte y el tiempo.

Una nublada mañana de agosto, en el mirador, la enfermera activó como de costumbre los frenos de la silla de ruedas y colocó unas piedras en las llantas para asegurar la inmovilidad del artefacto. Cubrió las delgadas piernas de Stephen con una manta gruesa y le comentó que volvería por él en dos horas o antes, si comenzaba a llover.

La vista de Stephen se perdió en el paisaje; el aroma a hierba fresca llenaba sus pulmones al mismo tiempo que escuchaba al perro ir de un lado al otro. Mirando al horizonte, oía el lejano ruido de las olas chocando sobre las rocas. La paz que escuchaba y respiraba, lo inducía a un estado de absoluta conciencia ideal para intentar descifrar al universo. Una parvada de albatros cruzó el horizonte y Stephen se cuestionó sobre el origen de las aves. “¿En qué momento esos organismos unicelulares pobladores de océanos aprendieron a volar?”, pensó. La explicación históricamente aceptada sobre la evolución de las especies, no lo convencía del todo.

Estaba por adentrarse en la búsqueda de respuestas a su pregunta, cuando oyó una voz extraña a lo lejos. Stephen no podía voltear y averiguar de quién se trataba. Esperó ansioso a escuchar nuevamente.

–¿Cómo se llama tu perro?

–Se llama Quantum –respondió.

–Interesante nombre, Stephen.

–¿Quién eres, cómo sabes mi nombre?

–Cuando las dudas no te dejan dormir, yo soy quien te habla en las noches.

–¡¿Qué?! –el perro se acercó corriendo, moviendo su cola de un lado al otro con rapidez.

–Quantum, Stephen y yo vamos a tomar un paseo.

Un terrible dolor de cabeza sacudió los pensamientos de Stephen; sus piernas inertes se movían sin control y unos espasmos en el pecho lo tomaron por sorpresa. La frente le sudaba copiosamente y su temperatura corporal descendió de golpe. Intentó gritar pero no pudo. Las convulsiones siguientes lo hicieron perder el sentido.

Al abrir los ojos, Stephen se encontraba acostado dentro de una habitación con paredes opacas como de arcilla color terracota. No pudo distinguir el material con el que estaba hecho el piso, no era duro, ni suave. Una luz cálida y relajante bañaba todo el lugar. No percibía frío o calor. Buscó con la mirada sus pies y ahí estaban, intentó moverlos y pudo hacerlo. Se puso de pie con mínimas complicaciones y observó alrededor. En el centro de la habitación estaba un ser sentado en una silla, daba la impresión de estar trabajando sobre un escritorio de un material parecido a la madera; sus ojos estaban cerrados y sostenía en su mano derecha algo parecido a un pincel; se veía concentrado. Unas notas musicales escapaban del interior de un pequeño artefacto similar a una guitarra que le colgaba del pecho, los sonidos recorrían la habitación con un ritmo suave. Stephen, no sentía alegría, miedo, sorpresa o ansiedad. La criatura abrió los ojos.

–Qué bueno que despertaste.

–¿En dónde estamos? –preguntó.

–En mi taller; la pregunta que hiciste cuando miraste a los albatros es muy importante, te la voy a contestar. Desde siempre, habitantes de la eternidad acuden a mí en busca de inspiración. Ellos disfrutan de construir mundos, crear grandes explosiones, como a la que ustedes llaman Big Bang, y expanden su creación por el espacio y tiempo infinito. Juegan con la realidad y se divierten creando universos paralelos con múltiples dimensiones. Los jóvenes de la eternidad son más intrépidos y otorgan vida a casi cualquier cosa sólo para mirarlas crecer desde lejos. Así se divierten mientras su estancia en la eternidad ocurre. En una ocasión uno de esos jóvenes destrampados me buscó. Estaba creando un mundo maravilloso y necesitaba ideas frescas que le ayudaran a mantener su obra por mas tiempo. Ya había experimentado con pequeños organismos a los que les inventó un mar. También con unos seres muy grandes y salvajes que no lo divertían mucho y a los que ustedes llamaron dinosaurios. Extinguió a esas criaturas y desesperado vino a consultarme. De éste pincel salieron los primeros mamíferos que lo mantuvieron satisfecho por un buen rato. Un día regresó derrotado y triste; necesitaba algo más. Creía fervientemente que estaba desperdiciando mucho espacio y quería una nueva criatura para ocuparlo. Debo confesarte que su avaricia era desmedida, quería un nuevo diseño de una criatura que ocupara el espacio al que ustedes llaman aire.

Al mismo tiempo que el ser hablaba, realizaba algunos trazos sobre un papel muy blanco y de apariencia delicada. Un extraño artefacto verde como de metal, untaba colores en una paleta de pintor sobre el escritorio, cada que lo hacía se escuchaban unos ruidos extraños, como trinar de aves. La criatura, con movimientos fluidos del pincel, colocaba colores en el lienzo, simultáneamente con su mano izquierda levantaba un artefacto triangular del que se desprendían rayos de luz multicolores. Stephen cayó al suelo al momento que vio salir algo del papel.

Los ladridos de Quantum y los gritos de su enfermera lo hicieron despertar.

–¡Joven Hawking! ¡Joven Hawking!

Abrió los ojos, vio a su fiel mascota y a la enfermera que con lágrimas en los ojos exclamó:

–Joven Hawking, qué bueno que despertó, ¡gracias a Dios!

Stephen levantó su brazo izquierdo liberando en el movimiento a tres pequeñas y hermosas aves que nunca había visrto.

–¡Gracias a Dios! –volvió a gritar la enfermera.

En el rostro de Stephen se dibujó una sonrisa, con la vista siguió el vuelo de las aves hasta que se perdieron en el horizonte.

4 comentarios

  1. Miguel me encantó tu inferencia a Remedios Varo y su Creación de las aves. El personaje de S. H es evocado de inmediato, y encanta imaginarlo mirando el mar en su silla. Muy bello relato, breve y fresco. Se vive bien al leerlo.

    1. Muchas gracias por tu comentario, que buen detalle. Saludos, amiga.

  2. Esta interesante, un poco confuso para mi, me llamo la atencion el querer crear cosas con la mente, el como describio el paisaje cuando estaba en la silla.


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