En el enorme espectacular con letras rojas se leía: Adquiere aquí tu mascota. Mostraban imágenes de mascotas tiernas, libres, indefensas.
Una perrita de raza pequeña llegó a casa con Alicia. ¡Una auténtica monada! Decidió nombrarla Chiquita. Según la vendedora, es inteligente, abre mucho los ojos, para las orejas y mueve la cola. ¡Solo falta que ladre! Lo único que pide con su tierna mirada son cariños.
Al salir al trabajo, Alicia lanza una advertencia a Chiquita: ” Ya vuelvo, te portas bien”; con sus ojos de miel le pide que vuelva pronto, no quiere pasar tanto tiempo sola en ese frío departamento donde habita la tristeza.
Ella duerme en su recámara. Cuando vuelve del trabajo parece verla por la ventana, hacer piruetas y dar saltos de alegría por su llegada. La imagina que trata de abrir la puerta. Al ingresar a la casa, siente de inmediato el halo frío que la envuelve de pies a cabeza. En cambio, Chiquita se mantiene en su cojín, dulce y delicada como una verdadera obra de arte.
Alicia está emocionada. Hoy por la tarde la visitará su amiga Vicky. Traerá a su bebé recién nacida, en la carriola rosa. Es la primera ocasión que abrazará a la bebé de su amiga. Será la primera ocasión que tendrá en sus brazos a una criatura recién nacida. Ella se resiste, pero en realidad, aunque sea poco, eso le perturba. Es una rara sensación en las entrañas. No le da importancia.
Estuvieron toda la tarde en la sala. Alicia, con toda delicadeza llevó a su pequeña mascota para que les hiciera compañía. Su amiga sorprendida exclamó:
―Nunca imaginé que te atreverías a dejar de vivir sola y a compartir tu casa con una mascota.
―Jamás me hubiera imaginado verte de mamá con una bebé tan demandante que te roba la calma.
De esa manera, Alicia devolvía el cumplido con un dejo de tristeza.
Vicky era su compañera de paseos y fiestas, desde que salieron de la escuela hasta que se casó con ese rufián que le robó a su mejor amiga.
Tomaron café y bocadillos. Esa tarde, no fueron tema de conversación los amigos, ni los lugares de visita, ni las compras de temporada. Se agotaron los temas relacionados con el final del embarazo, las horas que dedicaba a los cuidados de la bebé y la disyuntiva de dar leche materna en directo o mediante un costoso extractor eléctrico y la confusión agregada por elegir la mejor marca. Sacaría cita con el pediatra. Por el tema, Vicky recordó que no había preparado suficientes biberones. Además, tendría que pasar a comprar pañales y toallitas desechables.
Alicia agotó rápido el tema de Chiquita. Confesó a su amiga la forma de cómo le cautivó la idea de comprar una mascota libre de pulgas, que se alimenta con croquetas sintéticas y jamás la hará recoger sus excretas.
Llegó la hora de la despedida, su amiga se retiraba para atender a la bebé. Alicia dio un abrazo y un beso a su amiga y varios besos a la bebé. Chiquita mantenía los ojos muy abiertos, Vicky no le dirigió ni una mirada, mucho menos algo que pareciera una caricia. Alicia sintió intenso ese desaire.
Al quedarse sola, se sentó por unos momentos en la sala, justo enfrente de Chiquita, que permanecía acostada sobre ese cojín de terciopelo rojo, del que resaltaba su pelambre color miel. Le dirigió una sonrisa, pero, permanecía muda, estática. Extrañada dijo:
―¿Por qué si te miro me ignoras?, ¿no me contestas?, hola, ¿quieres que te traiga croquetas?, solo quiero que seas buena. Hola, ¿a qué se debe tu indiferencia?, ¿ya no estás dispuesta ni a mover la cola? ¡Ah, ya!, estás celosa. Es por la bebé que llegó a casa… solo fue una inocente visita.
No tuvo ninguna respuesta. Parecía que Chiquita se había quedado sorda.
―Quisiera que te acurruques en mis pies, que corras de lado a lado la casa. ―Dijo Alicia con un tono tierno en la voz.
Ella, la que siempre supo que no se rendiría al deseo de tener a alguien más en casa, ―ni siquiera a una mascota―, ahora se preguntaba por qué cambió de idea. Reflexión que la llevó a sentir deseos de continuar la conversación con su pequeña mascota.
―Chiquita, ¿tú crees que mi amiga me dejó melancólica? ¡No! No conozco la melancolía, pero a veces no sé qué me pasa, tengo algo. Algo tengo. ―Alicia miraba hacia la ventana, los últimos destellos de luz se ocultaban tras las cortinas―. Quiero que el sol se oculte, que caiga la lluvia, que sienta frío y darme cuenta que la soledad me abraza. Pero, no conozco a la melancolía. Ya quisiera sentirla algún día, pero no ahora. ―Puntualizó Alicia.
―O tú crees que la visita de mi amiga, ¿me recordó que estoy sola? No, no creo. ¡Yo disfruto la soledad, soy feliz al estar sola! ―dijo Alicia al momento de tomar el control del televisor; sin encenderlo,.
Alicia continuó su monólogo:
―Chiquita, esta mañana quiero que me digas, ¿por qué cuando más necesito de tu compañía, te quedas callada? Dime, ¿de qué sirve que me esperes en casa si de aquí no pasas? Aunque te traiga de las croquetas más caras, que digo, de las más ricas; sé de sobra que eres algo para adornar la casa, que solo abres mucho los ojos, paras las orejas y mueves la cola. ¿Tú estás consciente que eres mi mascota cibernética? ¿Crees que estás aquí porque me siento sola? ¡Contesta!
Nació en el municipio de Texcoco, estado de México, ahí vive desde hace más de sesenta años. Su reciente ingreso al mundo de la creación literaria llevada de la mano por maestras y maestros ocurrió al inicio de la pandemia del covid19, lo que coincidió con su retiro laboral. Inició con el taller “Mujer escribir cambia tu vida”, incursionó en la poesía y posteriormente en novela autobiográfica y cuento.
Acostumbrada a la escritura técnica, ha encontrado en la creación literaria la forma de transmitir sus sentimientos apoyada con los talleres virtuales de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay y del Centro de Desarrollo Comunitario Los Chocolates. Participa en dos grupos de lectura y escritura creativa del estado de Morelos.