Solebí bajo las faldas de un volcán

Era el año de 1995, un período muy difícil para mí, ya que atravesaba un embarazo de alto riesgo, con una amenaza de aborto, lo que me obligó a mantener reposo absoluto. Fue entonces cuando comenzó el rodaje de la película “Bajo el volcán”, protagonizada por la actriz Demi Moore, una cinta que trata sobre un antiguo cónsul británico en Cuernavaca durante el Día de Muertos de 1938. Gran parte de las locaciones fueron en Metepec, que pertenece a Ocuituco, Morelos, donde yo prestaba mis servicios como maestra en ese año.

En los años 90, Metepec era un pueblecito de calles empedradas que se caracterizaba por sus patios grandes de tierra con árboles, muchas plantas y flores Temprano en la mañana, los patios estaban bien regados, barridos, y los tendederos llenos de ropa limpia al sol. De las cocinas salía el aroma a frijoles recién cocidos, tortillas recién hechas y café de olla. Las amas de casa preparaban el itacate para los hombres que iban al campo a trabajar.

Cerca de la calle principal había una barranca con un sendero pedregoso, bien conservado por los lugareños. Las mujeres bajaban a lavar su ropa y a bañar a los niños en el agua cristalina que venía del volcán. Al cruzar el río, se encontraba un puente colgante de madera que conectaba con un camino más rústico hacia Ocuituco. Tal vez esa magia fue la que cautivó a los productores de la película para escoger este poblado.

Debido a mi estado de salud, no pude ni visitar la comunidad. Amigos y compañeros me narraron lo ocurrido: “¡Oye! Si vas a Metepec y a la escuela, todo está cambiado. Las calles lucen diferentes, decoradas con un estilo colonial. La casa de Don Marino, el señor de la tiendita de la esquina, que es de dos pisos, fue decorada por una fachada de adobe, toda la fachada, al igual que otras casas. Los salones se usaron como dormitorios, vestidores y almacenes”.

Hubo mucha emoción en el pueblo, puesto que hicieron contratación de actores entre la población. Se decía que escogían a los que tenían rasgos más indígenas para participar en el rodaje de la película y participaban cuando se requería de masas: en procesiones, en mercados, la misa, etcétera.

Toda esta actividad dejó una muy buena derrama económica en Metepec, que ayudó a muchas familias de la población. Se hacían largas filas para tomar sus datos. Se establecieron horarios para las filmaciones, el montaje de la escenografía y otras actividades.

Hubo todo un cambio en esos meses; mi bebé nació en octubre 24 de 1995. Cuando regresé tres meses después a la escuela a reanudar labores, todo había vuelto a la normalidad, solamente la casa de Don Marino, que estaba en la esquina frente a la iglesia conservaba aún la escenografía de imitación de adobe. Don Marino pidió que le dejaran así la casa porque le gustó cómo se veía. Los baños de la escuela fueron remodelados y el sistema de drenaje mejorado.

Sin embargo, no todo era alegría. Al regresar, me enteré de la triste noticia de la muerte de Solebí, un alumno del turno vespertino. Solebí, de tez blanca y 9 años de edad, asistía a mis terapias de aprendizaje y conducta por las mañanas.  Era un niño muy amable, conversador y con ganas de aprender. Su papel en la película fue interpretar a un Judas que colgaban de un árbol. Él estaba muy emocionado por el dinero que había ganado, pues planeaba comprar sus uniformes, zapatos y materiales escolares. Desgraciadamente, su madre usó el dinero para otras cosas.

El niño decepcionado, muy molesto, le gritó a su madre. La madre justificaba sus necesidades y el niño lloraba, con los sueños destrozados porque no había otra manera de que obtuviera ese dinero, eran muy pobres. Entonces sus pasos se encaminaron hacia el campo, dicen que se fue corriendo, gritando enojado y se perdió por horas. Lo buscaron en la tarde, en la noche, no lo encontraron. Hasta el otro día alguien les avisó, que estaba colgado en un árbol, el niño se había ahorcado, y con él se fueron los sueños, sus ilusiones y una madre quedó destrozada también. Algunos dicen que fue una maldición por haber interpretado ese personaje del Judas.

Pero más bien fue la pobreza, la pinche pobreza que hay en tantas comunidades de nuestro país en donde los niños nunca tendrán una oportunidad de tener algo digno y que los lleva a dejar sufrir hambre, carestías, maltratos y humillaciones.

Ahí se quedaron los sueños colgados en un árbol, mientras a lo lejos y en algún lugar una película exitosa llevó a esa gente a ganar miles y millones de pesos, personas que tal vez nunca se enteraron de lo que pasó en este pueblo donde Solebí pudo haber sido feliz con su pobreza, vendiendo sus chicharrones, sus dulces y tal vez más adelante como él quería, irse a los Estados Unidos así como Robin y otros de mis pequeños alumnos que se fueron buscando el sueño americano y que sufrieron pobreza también muy tremenda. Allá está mi alumno Robin, que ya es un padre de familia y así me imagino que pudo haber sido la vida de Solebí.

Hoy, Solebí tendría unos 39 años. Escribo este texto en su memoria, para que su historia no sea olvidada, y para rendir homenaje a un niño cuyas ilusiones se apagaron antes de tiempo.

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