Leteo (Valparaíso, 2024) de Davo Valdés de la Campa comienza con tres citas: una de Ida Vitale (1998), otra de Pearl Jam (1998) y la tercera de Virgilio (escrita entre los años 29 y 19 a.C.). Tres referencias que atraviesan el tiempo y nos recuerdan la habilidad de su autor para saltar entre pasado y presente, trayendo lo histórico a una experiencia en el aquí y el ahora. Ello me remite a lo que alguna vez mencionó el filósofo Arthur Danto, cuando apuntó que “los artistas contemporáneos tenían toda la herencia de la historia del arte para trabajar y tener acceso a las maravillosas posibilidades que ella misma había elaborado, la emergencia de la imagen apropiada, el «apropiarse» de imágenes con significado e identidad establecidos y otorgarles significación e identidad frescas” (1999, p. 37).
Leteo está lleno de imágenes-palabras que evocan una cierta familiaridad, pero Davo las dota de esa “identidad fresca” al convertirlas en experiencia viva. Lo hace al compartirnos una obra profundamente íntima, articulada como un dispositivo literario que permite conectar con él desde diferentes capas. Esa total y honesta intimidad facilita entrar y conectar con la obra desde lo emocional y reconocernos en ella a partir de lo propio, de lo que nos atraviesa.
Persiste una palabra difusa en el pensamiento que todavía se abstiene al sonido, es, de hecho, una idea sin figuras definidas, un halo borroso que se me escapa.
Este fragmento de Leteo me recuerda esa capacidad que posee el arte, en su sentido más amplio –como acto creativo, de imaginación, posibilidad, medio para empujar límites y revelar aquello que escapa a los conceptos– para decir eso que solo puede ser expresado a través de la acción y idea estética, en este caso, a través de palabras con olor, textura, color, sonoridad e inmanencia. Es una suerte de percepción e intuición, una forma de conocimiento que surge a partir de los sentidos y no necesariamente desde una razón articulada. Leteo encarna la sensación de una pregunta: ¿frente a la falta de conceptos y la posibilidad de olvidar, cómo nombrar y aprehender la vida?, la obra es en sí misma respuesta. Ante el olvido, quizá queda expresar lo que nos significa a través de nuevos gestos, formas difusas, conexiones azarosas, ritmos arrítmicos, derivas espaciales; en lugar de palabras-concepto y una narrativa rígida y lineal: “El lenguaje no alcanza para dibujar la verdad de la vida”.
Si el lenguaje, en su linealidad y estructura, no es suficiente para expresar la verdad, entonces debemos recurrir a la metáfora, a la desarticulación del dispositivo de la palabra para articularlo de nuevo en un artefacto moldeable de producción de sentidos diversos. Y eso es precisamente lo que hace Davo, al fusionar lo poético, lo filosófico, lo personal y lo narrativo ensambla un dispositivo que, por su flexibilidad, nos permite usarlo emocional y expresivamente, para leerlo desde múltiples perspectivas y jugar con él.
Las palabras son recuerdos de algo primordial.”
“El gesto que significa palabras, sin saber cuáles.”
“Decir algo desde el silencio.”
“Quiero saborearla [una palabra] antes de que pierda su dulzur.a”
En estos fragmentos las palabras en sí mismas son puertas hacia la sensación, pueden saborearse, sentipensarse, acuerparse. Y ello me permite habitarlas y que me habiten en lo más profundo.
Sobre el miedo al silencio
“Veo en ella el reflejo de mi futuro; temo mi vejez, temo perder la memoria”,
…leo esto en el libro, y yo, en silencio, le respondo: “yo también”, yo también tengo ese miedo.
Algunos miedos se vuelven más llevaderos cuando comprendemos que no somos las únicas o únicos a quienes nos invaden. Pierden cierta fuerza cuando los hablamos y, al nombrarlos, dejan de alimentarse de la vergüenza y vulnerabilidad que les alimenta. Leteo es este río que nos lleva a navegar por el miedo al olvido, al temor de que nuestros recuerdos se diluyan. Nos sumerge en el corazón de las tinieblas, donde la única opción es contactar con esos temores. Así, reconocer mi miedo en el miedo del otro me libera, en parte, del poder inconsciente que tiene sobre mí.
Uno de mis mayores temores también es olvidar. Hace un año a mi madre le diagnosticaron deterioro cognitivo leve y, durante un tiempo, temí que esto fuera, como escribe Davo, una especie de “premonición” de mi futuro olvido. Para mí, recordar y nombrar es esencial. ¿Qué sería de mí si no recordara o no pudiera nombrar lo que me rodea? ¿Me diluiría, desaparecería? No podemos controlar el futuro, pero crear con la materia de la memoria de lo que somos en el presente puede ser, en cierta forma, una cápsula del tiempo que preserve parte de nuestra esencia.
“El silencio se ha convertido en la respuesta a todo.”
Leteo da espacio a los silencios. Ante la posibilidad de olvidarnos de nosotras mismas/os y la incapacidad de nombrar el entorno, el silencio se convierte en una forma de creación, en un espacio donde todo es posible. Como decía el artista sonoro John Cage,“en el aparentemente vacío del silencio, habita todo”.
Sobre Cuernavaca
“Toda entera verde como este jardín de Cuernavaca
como este enfermizo verdor que invade los pasillos
“en esa ruina tropical.”
“Las casas se me revuelven y de todas no se hace ninguna; por eso digo que escapar es como construir mi propia casa.”
No es casual que Cuernavaca aparezca en esta obra. Para mí, Cuernavaca es una alegoría de la sensación de habitar el presente en un lugar donde se convive con los fantasmas del pasado, sin saber a ciencia cierta si aún están allí o ya han desaparecido. Es una ciudad que se esfuerza por mantenerse viva, en la que el verdor de la naturaleza inspira a escuchar los “secretos que guardan los helechos” y con ellos crear y crear para evitar que la ciudad se desdibuje. Quizá por ello en Cuernavaca habitan tantos y tantas artistas, porque ante el miedo, la incertidumbre y el olvido, crear es una forma de apropiarse de esa casa-ciudad fragmentada y laberíntica.
Sobre los vínculos
“Persiste la vida en ti, pero ninguna palabra; estás condenada a olvidar el relato que te hizo así.”
“¿Qué casa nos espera más allá de la memoria?”
“Mientras ella se esfumaba, su presencia en nosotros se volvía total.”
Y si olvidamos o nos olvidan, probablemente nuestros vínculos nos sostengan, recreándonos a partir de las memorias que sembramos en otras/otros. Quizá por eso es tan importante crear, y por eso este libro es tan valioso, porque nos recuerda que, aunque el olvido y la muerte pueden marcar el fin de una vida, no son el límite de lo humano.
“Si pudiera volver a ver el mar por primera vez, intentaría navegar al centro de mi adolescencia”
Tal vez sea romántico y utópico, pero Leteo me hace pensar en la esperanza de que, frente al olvido, sería hermoso que este nos volviera a regalar nuevas primeras veces.
Crear es compartir, por ello agradezco este momento en el que Leteo nos trae e invita a poner atención plena en el presente, a la emoción de esa primera vez en la que lees un libro, conoces un nuevo lugar y compartes palabras con nuevas personas.
Gracias, Davo, por crear una obra que activa la emoción de reconocernos a través de nuestros vínculos pasados, presentes y futuros.
Zaira Espíritu. Doctora en Ciencias Antropológicas por la UAM, su trabajo se desarrolla dentro del área de humanidades, en el campo del arte y cultura, en la disciplina de producción artística. Ha participado como ponente en coloquios nacionales e internacionales. Recibió el reconocimiento como becaria del CONAHCYT en cuatro ocasiones (2005, 2007, 2009 y 2022), y las becas FOECA y FONCA. Fue parte del jurado del FONCA (2021), del Premio Nacional de Ciencias y Artes (2014) y del Premio INAH (2016). Ha trabajado por más de 15 años como profesora a nivel licenciatura y posgrado. Es docente en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y asesora de proyectos de investigación artística en la Maestría en Producción Artística de la UAEM (MaPAvisual) y en la Maestría en Creación Artística del Centro Morelense de las Artes (CMA). Fue Directora del Área de Artes Visuales del CMA y de sus dos Galerías de Arte (2018-2022).