Sin Reservación


¡Por fin llegué! Me baño, me recuesto un rato. Ya después busco qué cenar. O mejor no salgo, pido algo al cuarto y que lo carguen a… Espero que la maldición de las fallas con mi tarjeta de la empresa ya se haya resuelto, debí haber pasado el dinero a mi cuenta, así podía transferir o hacer otra cosa, pero luego los de contabilidad se ponen bien mensos, “tiene que salir de esa cuenta, si no, no vale”. Ya me la hicieron dos veces y por poco no me pagan, así que no, ya no, y luego yo con dos tristes billetes en la bolsa. Bueno, al menos ahora sí se lucieron con el hotel…
—Buenas tardes, señorita. Bienvenida a Casino Palm Resort.
—Buenas tardes. Una reservación a nombre de Sandra Maldonado.
—Sí, claro, permítame. Maldonado… Maldonado… Disculpe ¿hay la posibilidad de que su reservación esté a otro nombre?
—Mmmh… No. Tiene que estar a ese nombre porque yo misma la hice. Aquí tengo el número de confirmación… ¡Mierda! Ay, perdone. No, no lo tengo porque se me acaba de caer el celular al bajar del taxi y se hizo pedazos. Ahí tenía la confirmación.
—Qué pena señorita pero no aparece nada con ese nombre, bueno, aparece, pero cancelada, y tengo el hotel lleno para el día de hoy, con gusto puedo ofrecerle una habitación para mañana.
—¡¿Para mañana?! ¿Y mientras qué hago? Sin habitación y de remate sin dinero.
—Pues le soy sincera, va a estar un poco complicado porque hay un congreso de medicina…
—Sí, ya lo sé, vengo a ese congreso. En calidad de espía, o de representante farmacéutico, para que no se oiga tan feo, aunque en ocasiones como ésta desearía trabajar en un call center y no tener que moverme de mi silla nuuuuncaaaa, y menos para batallar con doctorcitos engreídos y sabelotodo.
—La mayoría de los hoteles están saturados y además es temporada alta.
—Bueno gracias. Sí, tomo la de mañana, por favor. Y a ver qué hago hoy. Supongo me puedo sentar un momento en el lobby mientras pienso, ni modo que me corran.
—Qué pena, de verdad, pero ya quedó su reservación para mañana.
—Sí gracias. ¿Y ahora qué chingados hago? No puedo pedir un uber, para que me lleve ¿a dónde? Piensa, Sandra, piensa. Además ya dije que no voy a pagar, pero me quiero bañar, tengo hambre. ¡¿Dónde voy a dormir?! A ver, opciones… ¿Y ese cabrón qué me ve? En lugar de estarme baboseando me debería ceder su habitación, y de paso invitarme a cenar ¡me muero de hambre! Ya son más de las seis, si anochece ya valí. ¿Qué se sentirá dormir en la playa? Ya sé, si reconozco alguna colega le platico mi tragedia y le pido algo de dinero a cambio de… de… pos a ver si por primera vez sirve de algo mi anillo de graduación, y en cuanto pueda disponer del dinero se lo pago, o busquemos a alguien… ajá, y cómo si no tengo celular, bueno, esperaré aquí un ratito a ver si encuentro quien no piense que soy una loca desquiciada estafadora, porque la verdad ¿qué haría yo si me llegara una vieja con ese cuento? Que no trae suficiente efectivo, que se le rompió el celular, que no está su reservación, que su tarjeta no funciona ¡Ay no!, nomás de pensarlo me da pena. Y a esta hora, en domingo, nadie de la empresa me va a contestar… Y ese wey sigue, ¡pues qué tanto me ve! ¡podría ser mi abuelo! Ja, ja, ja. No, no es para tanto, mi abuelo no, pero mi papá, fácil, bueno, creo que exagero, ¡Oh, oh! Ahí viene.
—Señorita, disculpe, pero se me hace familiar su cara, ¿no es usted la doctora Maldonado? usted estuvo de ponente el año pasado en Manzanillo.
¡Demonios! ¿Y ahora qué hago? En este momento podría ser la mismísima Lady Di si con eso me dieran una habitación y algo de comer, además, sí soy un poco ella, muy a mí pesar, pero así es y tampoco es tan grave… Tiene usted buena memoria. Y usted es…
—El doctor Carrasco, Humberto Carrasco. No podría olvidarla, me pareció interesantísimo su estudio acerca del estímulo de la médula espinal con impulsos eléctricos. ¿Puedo sentarme?
—Sí, por supuesto. ¡Vaya presentación! ¿Eso hará siempre como buen engreído sabelotodo? ¿Y a poco le funciona?
—¿Sigue en etapa de prueba?
Prueba es lo que voy a hacer ahorita, pero ni modo, eso le pasa por arrastrado, sólo espero que no acabe yo encajuelada. Sí, ya sabe que el protocolo es largo de cumplir. ¿Está hospedado aquí?
—Sí. ¿Usted?
—Bueno hubo por ahí una confusión que están arreglando, así que mientras espero, a ver si no me llega la hora de la cena.
—Pues si me lo permite, me encantaría que pudiéramos cenar y seguir platicando, en serio me interesan mucho sus investigaciones. El restaurante del hotel no es tan malo, o si prefiere, a unas cuadras hay un lugar con buenos cortes.
Mira, fue más fácil de lo que creí. Mientras no sea yo la que acabe en forma de corte, pero bueno, si es aquí en el hotel ¿qué riesgo corro? y ya tengo un problema menos, con la panza llena pienso mejor. Pues, aquí para estar al pendiente de mi reservación ¿le parece? Además aún traigo mi equipaje y no quiero dejarlo encargado.
—Por supuesto. Por favor.
Bueno, más me vale que sea de esos que de ninguna forma me dejaría pagar, y ahí nomás que no me quiera cobrar tampoco en especie.
—Ahora sí ya con calma, al cabo tenemos toda la tarde, cuénteme ¿ha logrado algún otro avance significativo?
¡Pues claro, ya estoy cenando!, y en estos momentos no hay mejor avance que ese. En realidad es la etapa más lenta, ya sabe, pero no me gusta hablar de trabajo en la comida, es el único espacio libre que se puede dar uno ¿no cree? Mejor cuénteme de usted, que mi vida es bastante monótona. ¿De dónde viene? —Radico en Guadalajara, aunque en realidad nací en Tlaxcala.
¡Pero si dicen que ni existe! Ja, ja, ja. Seria Sandra, seria. Me creerá que no conozco.

—Pues la comida no estuvo mal ¿cierto? Aunque, claro, lo mejor fue la compañía.
—En realidad estuvo bastante aceptable. Sobre todo si ya estaba resignada a cenar una Maruchan afuera de un Oxxo.
—¿Gusta algo más? O pido la cuenta.
—No, está bien, pero permítame con lo mío. Que pague, por favor Diosito, que pague.
—No, claro que no. Yo la invité, además hubiera sido espantoso cenar solo.
¡Es peor no cenar! Pues muchas gracias. Me despido. Voy a la recepción. No sé a qué si no tengo habitación, además ya son casi las 10 de la noche. De vuelta a la triste realidad. ¿Y ahora qué voy a hacer? Supongo ya todo estará en orden. ¡Ajá!
—Perdone, pero iba a preguntarle si no le gustaría salir a tomar algo. La noche está muy agradable y aún no es tan tarde, tal vez un whisky.
—No lo sé, ya estoy un poco cansada. ¡Y quiero dormir! pero no tengo dónde.
—Hay varias opciones cerca, a unas cuadras. Si gusta puedo guardar sus maletas en mi habitación, es la 12, está aquí en la planta baja, porque veo que la recepción está un poco caótica, ya de regreso y con calma resuelve su asunto.
En realidad dejarte afuera es lo que voy a tener que hacer de regreso. ¡Ah! Puede ser. Creo que tiene razón, así no agobio ahorita a la recepcionista. ¿Sí puede guardar mis cosas? Aunque esto atente contra todas y cada una de las buenas prácticas para no terminar descuartizada en una cajuela, pero la verdad es que sigo ganando tiempo. Ya cené, una copa no me caería mal, y a lo mejor me da valor para dormir en la playa.
—Claro, permítame.

—¿Ve? Estaba muy cerca este lugar y tiene una vista preciosa ¿no cree? ¿Toma whisky? ¿Me permite ordenar?
Nooooo, no vaya siendo, ya es demasiado jugarle al vivo, que me traigan algo que destapen aquí frente a mí. Mejor una cerveza, gracias. O dos, o tres, total, ya estoy aquí, está padre el lugar, hasta eso, tiene buen gusto el wey.

—Vaya que se nos ha pasado el tiempo. Yo creo que la recepción ya debe estar despejada. ¿Nos vamos?
—Bueno, en realidad no hay prisa alguna ¿o sí? El Congreso se inaugura hasta el mediodía.
—No, prisa no, pero ya son casi las dos de la mañana y fue un viaje pesado.
—Claro, claro. ¿Si caminamos está bien? Son sólo tres cuadras.
—Sí, perfecto.
—Permítame.
¡Uy qué atento!, recorre la silla y todo… ¡Ora, ora!, y la mano sobre la cintura como para qué, si yo solita puedo caminar, que hasta eso, no está tan mal, peeerooo mejor me hago a un ladito.

—Pues muchas gracias, la pasé muy bien. ¿Lo molesto con mis maletas?
—Claro, espéreme en el lobby, no tardo.
—Mientras voy a recepción a ver si ya lo solucionaron. Para hacerme mensa más bien.
—Listo. Una vez más muchas gracias por no dejarme cenar solo y por la velada, además, permítame felicitarla, es la primera persona con la que platico por horas y que no trae el celular en la mano.
—Siento decepcionarlo, también soy de esas, pero se me cayó justo cuando entraba al hotel y ya sólo tengo un cadáver de teléfono.
—¡Uy!, qué día el suyo. ¿Me permite hacerle una pregunta?
¡Ay no! Ya vamos a empezar con el “¿es casada? Es que es una mujer encantadora, ¿y si nos viéramos mañana?, ¿me permite invitarle una copa en mi habitación?”¡Corre Forest, corre! Sí, dígame.
—¿Habría alguna posibilidad de que pudiéramos platicar otro día acerca de su investigación? Tengo un paciente, bueno en realidad es mi hijo, quedó parapléjico y estoy dispuesto a probar lo que sea que me dé una esperanza de que mejore…
¡¿Eh?! ¡No friegues! esa no me la esperaba, ¿y ahora? Con eso no puedo jugar. ¡Ay, qué pena, Humberto! Perdón ¿te puedo hablar de tú?
—Por favor.
—¿Nos sentamos un momento? ¡Dios, qué vergüenza! Pero ni modo. Antes que nada, una disculpa, y ahora sí no sé ni por dónde empezar. De verdad, perdón.
—Pero ¿por qué?
—No soy la doctora Maldonado, es mi hermana, y efectivamente nos parecemos mucho, pero yo soy sólo representante médico, muy rara vez coincidimos en los eventos, únicamente cuando va de ponente, y la verdad es que no llevo una buena relación con ella así que no tengo la menor idea de lo que esté investigando. Si acepté todas tus atenciones es porque estoy algo desesperada en este momento, no tengo habitación, ni suficiente dinero disponible. Qué pena lo de tu hijo… Y si me cobras ahorita, no te culpo.
—Vaya, esta sí que es una sorpresa, nunca pensé siquiera en esa posibilidad, pero soy optimista y tal vez es lo mejor que me haya pasado y por fin pueda acercarme a la doctora.
—Bueno, te repito que no la llevo bien con ella, pero créeme que me siento terrible en este momento y haría una excepción.
—Gracias. Siempre he creído que nada es casualidad. ¿Dices que no tienes reservación?
—No. Por alguna razón aparece como cancelada, no puedo usar la tarjeta de la empresa por problemas con el sistema, y ya mejor ni te digo qué pensé que pretendías porque me muero de la vergüenza.
—No, no te preocupes, es la ventaja de las señoritas bonitas.
—De verdad me muero de pena, quiero pensar que mañana ya se haya arreglado lo del banco y te pago la cena.
—Claro que no. Y de ninguna manera permitiría que te fueras sola. ¿Te parece si seguimos platicando en mi habitación? Por favor, sólo quiero que me ayudes a contactar a tu hermana.
—Bueno, gracias. La verdad es que no tengo idea de dónde ir y quedarme en el lobby no sé si sea opción.

—Pasa, vamos a la salita.
—Gracias. Ahora sí, cuéntame, si no te incomoda, qué le pasó a tu hijo.
—Un accidente… ¿Te apetece una copa? Hay whisky y tequila, creo.
—Te acepto un whisky. Sólo con dos hielos, por favor.
—Claro. Te decía, un accidente en el auto. Su madre murió y él quedó con serias lesiones, de eso ya hace cinco años, desde entonces me he dedicado por completo a su cuidado y a buscar soluciones, aunque el panorama no es muy bueno…
—¿Te sirvo otro?
—Sí, gracias. Y ya es el último Sandra, pero estoy tan a gusto, después de que el día pintaba tan mal, resultó bastante entretenido, comí bien, no estoy a mitad de la calle, además, viéndolo bien y con dos cervezas y un whisky, no está tan mal.
—Yo soy veterinario, pero cuando supe de las investigaciones de tu hermana fui al congreso hace un año, intenté acercarme pero me fue imposible. He tratado de contactarla por todos los medios pero no he podido. Vi que se iban a exponer avances en este Congreso y supuse que iba a estar aquí. Listo. Con dos hielos.
—Gracias. Hasta donde sé ni siquiera está en el país. Supongo vendrá alguno de sus colaboradores. ¡Ora!, ¿y este como porqué se quedó con mi mano? Ya Sandra, ya, es la última, la última, al cabo ya va a amanecer, aunque me la estoy pasando genial, tiene buena plática, es padre dedicado, o al menos eso parece. Viudo, o sea que no hay que lidiar con la exmujer. Veterinario, aunque no me gustan ni los perros ni los gatos, pero podemos tener peces o hamsters, ja, ja, ja.
—Oye, debes estar muerta de cansancio, por qué no te recuestas un rato en la cama, yo me quedo acá en el sillón.
¿¡Y ora este por qué se sentó a un lado?… ¿y qué onda con su mano en mi pierna!? Hora de levantarse de aquí. No, cómo crees. Mejor salgo a ver si me pueden entregar antes la habitación.
—Espera. De verdad, estoy tan feliz de haberte encontrado. Créeme, mi hijo es lo único que me queda. ¿Puedo contar con tu ayuda? No sabes cómo te lo agradecería. Puedes pedirme lo que sea, lo que quieras.
¿¡Otra vez mi mano!? Sí, te prometo que la voy a buscar. ¿Y para qué me quitó el vaso? No te preocupes, veré qué puedo hacer. ¿Y como por qué está taaan cerca?… ¡Ah! Ya vi por qué… y no estuvo nada mal, nada mal.
—Ejem. Creo que mejor voy a ver si ya pueden hacer algo en recepción. ¿Y para qué me hago la mensa si ahora no me quiero ir?
—Mejor vemos qué podemos seguir haciendo aquí, ¿no crees?

—Buenos días.
—Buen día, señorita. Llegó usted muy temprano.
Ja, ja, ja. Cómo le cuento que nunca me fui. Sí, un poco. ¿Podría verificar si pasa mi tarjeta para la reservación de hoy?
—Sí claro, permítame. Sí pasó ¿gusta que haga el cargo de una vez?, aunque la tendríamos lista hasta el mediodía.
¿Estás segura, Sandra?¿Y por qué no?, ¿qué me lo impide? Sabe qué, hágame un favor, cancele la habitación. ¿Segura? Si hay algún cargo, hágalo. ¡Ah!, y otro favor enorme, si llegan a preguntar por Sandra Maldonado, ¿los puede comunicar a la habitación 12?
—¿La habitación 12? Pero la habitación 12 es de… el doctor Humberto…
—Sí, pero sabe, como era la única habitación disponible anoche, ahí dejé mis maletas… Y creo que algo más. Ya sabe, cosas que pasan. O que me pasan a mí, mejor dicho.
—Entiendo. Claro que entiendo.
Y como no va a entender con la sonrisa de idiota que me cargo. Le agradezco mucho.
—Aquí está la llave adicional, señorita Maldonado. Bienvenida a Casino Palm Resort. Que tenga una maravillosa estancia.
—Gracias. Más te vale que así sea, Sandra, más te vale.

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