Siempre el veinticinco

Todas las piezas estaban cuidadosamente acomodadas, sin embargo, incompletas. En el centro de la mesa, en un recipiente de aluminio, había un pavo desprovisto de una pechuga y una pierna; a su alrededor, un plato de espagueti que parecía hacer honor a la bandera de Italia: partes verdes, blancas y rojas. Su consistencia era más la de plasta que la de pasta. En otro plato, una montaña enorme de puré de papa que casi superaba en altura a la amputada ave. Y al final, completando el cuadro de alimentos, cinco docenas de tamales apiladas: cuatro de frijol y una de rajas. Lo único completo en aquella mesa eran los dos refrescos de dos litros sabor ponche que aún no habían sido abiertos.

-Pues esta navidad no nos fue tan bien como otras, pero bueno al menos la pasaremos juntos –dijo el hombre con voz cansada. Si vieras la gente que nos da la comida, yo creo que la cocinan más por la esperanza de que alguien los visite qué porque en realidad la vayan a consumir.

-Sí, pero a fin de cuentas la comparten, eso sí, con nosotros los desconocidos. –dijo la mujer moviendo la silla correspondiente a la cabecera de la mesa. Ven, déjame servirte. Por mientras cuéntame, ¿qué agandallaron el chilango y el Beno? ¿Ahora no alcanzaste lomo?

– Si hubo, pero no me tocó. Ya sabes, lo fuerte lo repartimos, el chilango como siempre salió ganón con los romeritos, el Beno agarró el lomo y yo preferí el pavo. –sonrió al mencionar a sus compañeros. Siempre rinde más… –deshizo la sonrisa e hizo una pausa. Y pues ya sabes… los complementos los revolvemos y los repartimos en partes iguales –concluyó mientras recibía una porción tricolor de espagueti.

– Déjame le hablo a esta muchacha, ¡mija, ya está la cena! Ah si, ¡no olvides a tu abuela! –gritó la mujer.

Mientras la mujer terminaba de servir el complemento de pavo a su esposo, entró una niña de nueve años con un gran moño rojo en la cabeza; empujaba una silla de ruedas con una mujer de avanzada edad, la cual tenía las mismas carencias que el pavo. La situó en la otra cabecera, corrió y saltó hacia su padre.

– ¡Papi! ¿Qué nos trajiste de cenar? ¿Hay postre de manzana? –miró a los ojos y preguntó con angustiosa curiosidad a su padre.

– No mija, este año no hubo. Esperemos y el próximo nos toque –dijo con voz triste y abrazó a la niña. Ya sabes como es esto, entre lo de tu abue y tus estudios no nos podemos dar ese lujo ahorita –la bajó de sus piernas y le acomodó el moño. Te lo prometo. Cuando termines de estudiar y trabajes vas a ver qué bien te va a ir, llenita va estar la mesa, eso si no vayas a olvidar invitarnos, canija.

– Nunca lo olvidaría pa’, gracias por la cena. Oye y… ¿también tendrá que ser los días veinticinco? Todos mis amigos cenan el veinticuatro con sus familias.

– No mija, eso ya lo decidirás tú. Aquí cenamos el veinticinco –dijo mientras metía una cucharada de puré a su boca, continuó con la boca llena- porque es cuando la gente nos da los saldos de sus cenas navideñas –tragó. Pasamos con el camión el veinticinco en la mañana, recolectamos la basura y las buenas familias nos comparten lo que les sobra.

*

Las navidades pasaron y la promesa del padre se cumplió. Algunas cosas se mantenían iguales, otras no. Un pavo enorme y completo estaba al centro de la mesa, tres platos de espagueti lo rodeaban: uno verde, uno blanco y uno rojo. La misma pila de tamales, pero esta vez las docenas eran: dos de carne, dos de pollo y una de frijoles. El puré era menor que el de aquellos años, pero de mejor calidad. En otro plato, una montaña enorme de postre de manzana que casi superaba en altura a la apetitosa ave. Los refrescos de ponche habían sido sustituidos por botellas de vino. Los padres a los lados, la hija en la cabecera, la familia estaba reunida pero incompleta: ya no estaba la abuela. Brindaron en su honor y cenaron, como siempre, el veinticinco.

Foto de Jed Owen en Unsplash

4 comentarios

  1. Muy bueno, gracias por compartir. Tu relato cuento me causó repulsión hacia la comida de navidad, será porque acaba de pasar en mi realidad y me harté de tanta comida grasosa y recalentada, así que tu cuento me remitió todas esas sensaciones y vivencias repetidas y obligadas. Tiene algo de grotesco la descripción de la mesa puesta. Y obliga a imaginar igual a los personajes para después colocar al lector en la misma mesa.

  2. Bien Alex.
    Quedó padrísimo.
    Sigue escribiendo y publicando.
    Saludos.

  3. Muy bien Alex, continúa escribiendo y publicando.
    Tienes material de primera.
    Saludos

  4. Que manera de sentarnos en esa mesa a todos los lectores Alex, muy buen cuento.

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