Cada acto de amor es un acto de rebeldía.
-Anónimo.
Las paredes jazmín, ausentes de muebles y adornos, son el marco perfecto para nosotros, los amantes. Éste es mi espacio predilecto: el cuarto 13 del Motel Margarita que se localiza entre las montañas de los Guardianes del Valle, como parte de esa sublime cordillera que guarda manantiales en cimas, donde lloran los veranos y sofocan el fuego en la sequía. En este espacio, me siento segura entre tus suspiros y jadeos. Me cuidas, eso me gusta. Me deseas, eso aniquila la voluntad que se torna pasiva ante tus caricias. Suelto mi cuerpo a tus deseos, pero no así mi espíritu viajero en sueños lúcidos. No, aún no puedo compartirlo, porque no me pertenece del todo, algunos pedazos aún están repartidos entre Venus, la Luna y el Lobo Blanco. Las oraciones elevadas aún no han terminado el camino prometido para unirlos.
La cama algodón arropa mi sueño matutino, mientras la energía del Tonatiuh-Sol-Niño acaricia mi pecho que ha saciado tu sed; tus pardos rizos resplandecen aún más sobre mi vientre. Descansa. No te esfuerces, te he elegido a ti, no necesitas competir con nadie. Tu presencia me basta. Me bastan tus letras y tu mirada clavada en mi piel chocolate. Me haces tanto bien.
Renazco.
Suelo crisantemo abullonado acompaña mis pasos hacia el baño de mármol y acero. Necesito arrebatar las telarañas de mi mente y enjuagar las lágrimas que aún extrañan a la mujer que fui. No quiero que lo notes. Quiero que siempre recuerdes mi sonrisa y mis labios húmedos.
Atmósfera alhelí envolvente. Sólo aromas; sólo tú y yo en la batalla. Ocultos ante los ojos que nos juzgarían por tu juventud y mi madurez. La mayoría de las personas no entenderían lo que ves en mí, ni la vitalidad que me das. Yo, me vuelvo aprendiz ante tu maestría.
Además, no hay que cumplir con tareas hogareñas, ni pagar las cuentas; tú me consientes, yo soy tu majestad.
El sillón floripondio mullido ha terminado de lado, al no permitirte que experimentes conmigo tus alocadas versiones del Kama Sutra. El tálamo es el mejor rincón para mí. La hamaca y el sauce llorón, también.
El techo tulipán abriga momentos que no necesitan consejos, necesitan libertad, desbloqueo del chacra sacro para soltar creatividad y volver a empezar a escribir notas mentales, darte argumentos para tu nuevo libro, darte ideas y diálogos ausentes de investiduras. Así nos conectamos en nuestro propio lenguaje ausente de palabras y repleto de sonidos.
Hace nueve meses atrás sólo éramos seres perdidos en el mundanal trajín de la vida cotidiana y las redes sociales. Hoy somos carne en este punto de encuentro, que tan sólo en unos días ya reconoce y se abre a posibilidades estupendas.
Quién hubiera adivinado que desde hace siete años el Universo me sentó a tu lado en ese pequeño auditorio de paredes blancas, ausentes de adornos (como la del Motel), para probar que no se juega con sus designios; ahí te escuchaba –admirada– defender tu postura con respecto a la literatura, porque según tú, debe ser lenguaje, debe ser palabra, no dibujos, ni emoticones.
–¡Eso no es literatura! –afirmaste con autoridad y voz fuerte. Traté de no mirarte, pero mi cuerpo se estremecía con sólo escuchar al joven de tez clara, manos elocuentes y deslavada chamarra. Después del congreso, coincidimos camino al Centro. Me animé a hablarte.
–Soy Selene Rosas –me presenté ante tu mirada desconcertada–, me encantó tu disertación en el Congreso.
–Gracias, Selene –sonreíste.
Durante los siguientes minutos hablamos de literatura y personajes, de nuestras mejores cartas de presentación. Nos despedimos, sin querer separarnos, con ganas de explorar nuestros adentros.
Por la tarde, coincidimos en un concierto de rock. ¡No podía creerlo! Yo, vestida de azul rey y tacones de charol, estaba con mi prima, y tú con unos amigos. Pasé delante de ti casi rozándote con mi cadera, te abriste. Escudriñaba en tu mirada, para que recorrieras con la vista mis doradas piernas desnudas y mi pecho ardiente. Pero sólo me saludaste educadamente. Respetuoso. Como si hubieras olvidado aquellos momentos de conexión.
Ahora, honorable caballero, has saciado cada segundo de esa hora en la que, para ti, fui casi invisible. Eres un sueño concedido, eres realidad entre la Luna y el Azul Celeste.
Escritora de corazón sorjuanista y zapatista. Amante de las letras, la naturaleza, las artes y el patrimonio cultural. Docente de nivel medio superior, gusta de dar voz a la afonía. Egresada de maestría en Literatura en El Colegio de Morelos. Cuenta con diferentes publicaciones de relatos y poemas en diversas antologías nacionales e internaciones, así como artículos en la gaceta del Consejo Consultivo CDHM e Integrante del Taller de Escritura creativa del CDC Los Chocolates.