Cuando le mandé un mensaje a mi hijo preguntándole que quería de navidad, me respondió que me mandaba un screenshot. Mi dificultad con las nuevas tecnologías y con el inglés me impedían conocer aquel término. «Es una captura de pantalla, papá. Detienes, tomas y la imagen se guarda en tu memoria». Ahora sabía lo que era: es como esa imagen mental que no he podido borrar de mamá y yo llorando.
Ese año no tuve regalo de cumpleaños, eran épocas difíciles: papá emprendía un negocio y mamá se dedicaba a mí. Por fortuna, ella guardaba una sorpresa para navidad, más bien, ahorraba todo lo que podía para comprarla. Los dos renunciamos a Santa Claus: yo, por lo improbable de su visita; mamá, por la satisfacción de entregarme el regalo y ver la ilusión en mis ojos. Un Game Boy. Y el Pokémon: un juego que había visto a todos mis amigos jugar durante el verano. Tomé la caja con el pikachu y rompí en llanto. Al sentir su abrazo, supe que ella también lo hizo.
No recuerdo cuando fue la última vez que jugué, ni mucho menos dónde quedó la consola; solo sé, a través de una imagen, que mi hijo quiere una playera de Cristiano Ronaldo y un iPhone. Quizá sea la distancia, o que él pasa estos días con su madre, pero me dieron ganas de jugar al Pokémon.
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Alexander Gracia, 1994. Originario de Monterrey, México. Formó parte del Diplomado de Creación literaria UANL/INBAL, Ed. 2023. Actualmente cursa el Taller de literatura de horror latinoamericano UNAM/CCF. Ha publicado en medios digitales como: Letras insomnes, Revista Alborismos, Revista Narrativa, Ilaciones e Hipérbole Frontera. Su cuento “Maraña” fue seleccionado para la antología del Primer Certamen de Narrativa Extraña Estigma 2023: En mundos nuevos. Participa en la Antología Internacional Navidades Paralelas 2 convocada por la Editorial Lengua de Diablo.
Los pokemones me recuerdan a la infancia de mis hijos. Ellos también los jugaron y estoy segura que guardan recuerdos gratos de estos curiosas y bonitas figuras. Me encantó tu texto. Felicidades!!