Cuando le mandé un mensaje a mi hijo preguntándole que quería de navidad, me respondió que me mandaba un screenshot. Mi dificultad con las nuevas tecnologías y con el inglés me impedían conocer aquel término. «Es una captura de pantalla, papá. Detienes, tomas y la imagen se guarda en tu memoria». Ahora sabía lo que era: es como esa imagen mental que no he podido borrar de mamá y yo llorando.
Ese año no tuve regalo de cumpleaños, eran épocas difíciles: papá emprendía un negocio y mamá se dedicaba a mí. Por fortuna, ella guardaba una sorpresa para navidad, más bien, ahorraba todo lo que podía para comprarla. Los dos renunciamos a Santa Claus: yo, por lo improbable de su visita; mamá, por la satisfacción de entregarme el regalo y ver la ilusión en mis ojos. Un Game Boy. Y el Pokémon: un juego que había visto a todos mis amigos jugar durante el verano. Tomé la caja con el pikachu y rompí en llanto. Al sentir su abrazo, supe que ella también lo hizo.
No recuerdo cuando fue la última vez que jugué, ni mucho menos dónde quedó la consola; solo sé, a través de una imagen, que mi hijo quiere una playera de Cristiano Ronaldo y un iPhone. Quizá sea la distancia, o que él pasa estos días con su madre, pero me dieron ganas de jugar al Pokémon.

Alexander Gracia, 1994 (Monterrey, México). En 2024 fue seleccionado como participante del VII Diplomado de Creación Literaria del INBAL. Actualmente participa en el Programa de Proyectos Fotográficos y Audiovisuales CONARTE VISOR2025. Su trabajo como narrador ha sido publicado en diversos medios digitales e impresos. Forma parte de 5 antologías, la más reciente Navidades paralelas III (Editorial Lengua de diablo).

Los pokemones me recuerdan a la infancia de mis hijos. Ellos también los jugaron y estoy segura que guardan recuerdos gratos de estos curiosas y bonitas figuras. Me encantó tu texto. Felicidades!!