Primeros esbozos incompletos de un poeta nublado I

Sobre cómo imitar el necio cantar de Las Aves

y nosotros, resueltos ya en ruinas, de esta carroña deliciosa
sabremos ser tierra, sabremos ser fuego —sabré ser
pájaro y su vuelo—
y consentiremos en nuestro propio corazón al hombre.
Ahora cerca del espíritu vamos a crear la palabra
(un arcoíris movido por el aire).

-Juan Banuelos

Hay dulces virtudes despreciadas por su insoportable proximidad con el vuelo.
Mira, y crea en ti al cenzontle:
porque el hondo respirar solo se gesta al Cantar.
Así se romperán las guirnaldas de silencio que todo poder impone.

Mira, y crea en ti al colibrí centelleando prometeicamente el gualumbo:
porque nuestra voluntad transforma.
Si te transformas en voluntad
enseña con el acto,
con el ejemplo.
Es posible si no se ignora la belleza de cada aleteo llamado imperceptible.

Mira, y crea en ti,
Lira soberbia,
al verso como un refugio.
Sin excluir cosa ninguna,
cantar solamente por Cantar,
y Cantar a todo;
refugiemos toda construcción en el verso.

Ordenar correctamente las palabras,
asir sus raíces para que se nutran
y nutran todo cuanto existe.
Buscar la sílaba-nota precisa
es la labor de esa especie de ave llamada Poeta.

Y hay un tierno gorgorito
enterrando sus imposibles alaridos.
Entonces aún no hay que parar.
y va a caer
Nuestros cantos todavía parecen ladridos,
pero
en las condiciones correctas serán gorjeos
y seremos Ave
y fuego
y libertad.


Sobre un Río derramado

En todo encuentro erótico hay un personaje invisible
y siempre activo: la imaginación.
-Octavio Paz

Por la carne también se llega al cielo
-Gilberto Owen

Y al salir nada se dirán.
Entrarán en los túneles cotidianos:
sobrios de luz,
coagulados de murmullo silencioso,
con lisura en sus secas paredes
y fríos de tanta muerte escurriendo.
La realidad como un antagónico de lo que acaba de pasar.

Y ellos procurando indiferencia,
disfrazados de temeroso ladrón
con algo que desde antes creía suyo,
o de joven al leer su primer poema de Alberti
—siendo estos quizá la misma cosa—,
sea lo que sea,
lo seguro es que ahora están vestidos,
o sea,
están muertos.

Sí, poco se dirá de aquello.
Alguna pregunta evasiva —con mucho tacto, vaya ironía—
y miradas soslayando una tímida sorpresa rosa,
en suma,
cómplices sospechados entre cabellos desaliñados y rápidamente arreglados.


Porque, para lo que hacen, nos falta un verbo,
uno que esté entre evadir-desear, crear-estrangular, entregar-apresurar y desfallecer-mirar:
Ella piensa-apetece que fue dulce cauce entregado
y desmayo olor naranja cuasi rojo
y primavera de pétalos plastilina
y fiera de garras deseosamente encajadas.
Él cree-incrusta que fue inesperado guijarro tibio
moldeado por azúcar entre sus aguas
y colibrí diastólico sometido por una brisa de otoño
y encarcelado temblor de pirotecnia blanca
y huésped salvaje largamente aceptado.
Ambos tantean-respiran un movimiento de una marea ciega después de ensartarse en leve puerto.
Ambos evocan-codician cómo se diprotaginaban al hiperembarullarse y paraoscilarse
—gran límite para el lenguaje estos momentos—.

Por eso saben que esa noche,
ya separados,
soñarán con aquel momento de labios empapados de todo tipo de fluidos.
Se verán el uno al otro como el mejor museo sensorial

mientras el ingenuo camino-caracol pasa por una rama trémula.

En el sueño vuelven a lo que necesitan.
Como los besos que poco a poco suben de intensidad desnudando el momento con impaciencia.
Y digamos, por poner un ejemplo,
que ella le arranca la ropa a mordidas cartografiándole manchas moradas.
Él confunde lengua y manos apretando estacionadamente sus senos, explorando fundidamente su cuello.

Entonces las piernas vueltas tijeras
presionan esa serpiente que amenaza con ternura su fruto
—se necesitaban, necesitaban de ellos—,
cuatro manos volando,arrancando,cuatro labios
dibujando,aterrizando,acariciando
ahí donde cayeran.
Inundada la totalidad con sonidos húmedos, suspiros calientes, alaridos fluidos, gemidos asesinos.
Ruedan: se combaten, se acomodan, se fallan, se suplican, se penetran,
se escapan, se éxtasian y se
dolor dulce.
Los músculos se contraen con brusquedad.
Entran
Salen
asfixiados por la lúbrica rapidez.

Pierden su humanidad.

Devienen astillas de cielo, estrellas de fricción implotando, destellos crónicos, sentido alejado,
cuerpo presente, cada poro embriagado, sintiéndose ritmos lentos, desesperados, en ráfaga, todo se abrasa con más fuerza, un pene palpitando, un chorro hirviendo dejándose ir en interiores de imaginación, dos últimas estocadas, semen a borbotones al entrar-salir de una vagina latente y

Caen rendidos uno sobre otro cien veces
cien
cien veces.
Esto es el fin.

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