Te pedí amablemente que vinieras a ver una peli. Me dijiste que no, que no querías. Que tenías sueño, que sentías culpas. Colgué el teléfono.
Me llamaste inmediatamente. Te contesté. Me preguntaste si había contratado Netflix. Te dije que sí. Colgaste. Pasaron como diez minutos, quizás un poco más. Pensaba en hacer mi tarea o meterme a bañar, cuando sonó el teléfono nuevamente.
–¿Qué?
–Nada –respondiste, silencio.
–Bonita, ¿estás, ahí? –podía escuchar tu respiración. Imaginaba tus labios que a esa hora debían estar pálidos y tibios.
–Sí, aquí estoy. Ya te dije lo que pienso, y la verdad, tengo sentimientos encontrados.
–Comprendo –susurré con culpa, como la voz que entra a un confesionario.
–¿Compraste más? -me preguntaste.
–Sí –te respondí y colgaste
Me tumbé en la cama y miré al techo buscando una señal pero sólo encontré la sonrisa irónica del ventilador. La mañana era ligeramente fresca; el calor sofocante llegaría más tarde. Sonó el teléfono nuevamente.
–Voy para allá –me escupiste al oído.
Llegaste, tocaste el timbre con locura. Abrí la puerta. Entraste como bólido, pensé que querrías ir al baño de urgencia. Cerré la puerta y me besaste como nunca. Mi bonita de cabello corto, pequeña, fuerte, labial pink pearl pop, perfume hipnotic poison. Winona Ryder se parece tanto a ti.
Me llevaste al sofá mordiendo mis labios. Me aventaste con furia sensual; casi le pego a la pantalla. Netflix nos miraba indiferente, un atónito testigo que nos mostraba el capítulo tres de la temporada cinco de Orange Is The New Black. Liberaste los botones color crema con vivos fucsia del cuello de tu vestido. Tu rostro pícaro acompañó su caída. La ausencia de ropa interior se hizo evidente con la gracia con la que emerge una paloma de la chistera del mago. Tus ojos café oscuro se escurrían en mí, como miel de maple en pancakes calientes.
–Dame el popper –Tapaste con tus manos la nula presencia de vello en tu entrepierna, tu orden me sacó de mi estado ensimismado.
–Los tengo en el refri –te dije. Caminaste con gracia rumbo al refrigerador, sabías que llevabas mi mirada en tu trasero respingado. Abriste la fortaleza helada, encontraste los Buzz, inhalaste uno. El otro lo paseaste por tus areolas despertando a tus pezones como alarma sísmica a habitantes de la CDMX.
Caminaste hasta mí, despacio, derritiendo las lozas bajo tus pies. Me dijiste al oído será la última vez y colocaste el Buzz en mi nariz. Lo inhalé con prisa.
Hicimos el amor por muchas horas. Nuestros átomos se fusionaron en una sola esencia. El popper nos llevó al límite. Escuché el latido de mi corazón percutiendo un ritmo hipnótico. Orgasmos que parecían interminables nos fundieron en húmedos abrazos con la energía suficiente como para iluminar por un mes la Quinta Avenida de Manhattan. Soñamos, el tiempo se nos resbaló entre sudor y fluidos.
Brincaste del sofá impulsada por un resorte imaginario. Tus labios se apretaban uno al otro como las placas tectónicas de la falla de San Andrés. Te vestiste, hiciste prisionero al último botón fucsia, calzaste tus flats. Tu mirada decía adiós en un dialecto parecido al ruso.
–Winona Ryder debe ser tu gemela –no pude decir una cosa más estúpida.
Te diste la vuelta, saliste del departamento azotando la puerta con tal rapidez que una porción del vestido quedó atrapado. Lo jalaste para darle libertad por vía de la fuerza. No lo lograste, intentaste nuevamente, otra vez sin éxito.
Me levanté del sofá con las piernas temblando. El sol, al igual que tú se iba apagando. Caminé a la puerta y te escuché llorar. Te imaginé del otro lado, así, bonita de cabello corto, pequeña, fuerte, labial pink pearl pop, perfume hipnotic poison…
Abrí un poco la puerta, sólo unos milímetros para dejar escapar el vestido. Me gritaste: ¡estúpida! Y te marchaste. Ambas sabíamos que nuestras vulvas no se pertenecerían para siempre.
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(Cuernavaca, Morelos 1976)
Egresado del Diplomado en Creación Literaria de la Escuela de Escritores “Ricardo Garibay” del Estado de Morelos.
Muy bien Migue.
Quedó perfecto.
Felicidades.
Insisto en que deberíamos tener los trabajos un poco antes del inicio del taller, pues en calma se aprecian mejor.
Gracias por compartir.