Todos nos sentamos a la mesa para partir la rosca. Yo no tenía ganas de estar ahí, pero mi amá me obligó. Dice que en momentos como este hay que estar unidos, que son días de celebración y quién sabe qué más chingaderas. La familia siempre se anda peleando, es puro teatro lo de estas fiestas.
Como sea, mi papá sólo se limita a ver la tele con mi abuelo. El tío Pepe llega borracho, la tía Adelfa con los chismes más recientes, el tío Arnulfo sale de su cuarto todo arreglado y anda de un lado a otro de la casa; se nota que va a salir. Cuando nos sentamos a la mesa, la abuela sigue sirviendo el chocolate a todos.
—Apúrese amá, ya parta su pedazo o empiezo yo—, reclamó el tío Arnulfo. La abuela cortó su pedazo y cada uno le siguió. Ya que todos tuvimos nuestro plato servido, procedimos a ver si a alguien le había tocado el muñeco. Bueno, el niño. Mi abue dice que no le diga muñeco, que es niño porque representa al Niño Jesús y le debemos respeto. Ya saben, ideas de la gente de antes.
Cuando abrí mi pedazo, los ojos casi se me salen. Me había salido el niño, pero chorreaba sangre. Intenté ocultarlo, pero mi tía Adelfa se dio cuenta.
—¡Uyy, sobrina, con que nos saliste con tu domingo siete! Y tú que te dabas golpes de pecho, María, diciendo que tu hija no era una cualquiera y…
Antes que mi tía terminara su frase, mi amá le respondió:
—Pues fíjate bien, que tu hija Lola le acaba de salir el chamaco—. Todos miraron a mi prima que va a festejar sus 15 años el próximo mes y anda ensaye y ensaye el vals de su fiesta. Su papá le dio un golpe en la espalda. Ella empezó a defenderse y gritar, a suplicar que no era cierto, que ya se había tomado el té de ruda.
—¡Si serás pendeja! Si el té hubiera funcionado no te hubiera salido el niño en la rosca—, dijo la tía Adelfa con el ceño fruncido y las lágrimas a punto de brotarle y bautizar el niño de la rosca con ellas.
Mis dos primos estaban risa y risa los muy cabrones, pero se les terminó la risa cuando en su respectivo pedazo de rosca salieron dos y tres muñecos.
—¿Con qué escuinclas se andan metiendo? Ya me imagino que no faltará para que vengan a reclamar y tenga que mantener más bocas—, mi tío Pepe les dio un golpe en la espalda a cada uno y ya no dijo más. Mi tía Mica se puso a husmear en todos los trozos y descubrió que Pepe y Arnulfo también tenían varios muñecos enrojecidos.
—Así que también tienen sus secretitos, hermanitos—. Intentaron limpiar los niños de plásticos. Y miraron a todos lados. Lola y yo nos hicimos señas con la cabeza, apenas iba a hablar cuando la abuela alzó la voz:
—¡Es suficiente de tanto arguende! Siéntense y vamos a disfrutar la noche y estar unidos en estas fechas de amor y tranquilidad. Mi amá y la tía Adelfa nos miraron, nos dieron un pellizco a cada una, como si también se hubieran puesto de acuerdo para hacernos señas. Como un espejo, ambas pusieron el dedo índice en sus labios y su mirada nos obligó a mantener ocultos nuestros muñecos.
Licenciada en Historia por la UAEM. Docente por amor a no morir de hambre. Repostera por antojo. Padawan de la Literatura. Fan del cine y las series.
Es coautora del libro Laberintos. Seis escritoras mexicanas de minificción, además de participar en la antología de cuentos Mundos inventados publicada por la Escuela de Escritores Ricardo Garibay.
Su cuento Trinidad obtuvo un premio en la convocatoria Morelos 21: memoria y encuentro, mismo que fue publicado en una antología con el mismo nombre por parte del Gobierno del Estado.