Noche de paz

Las dos familias se encontraban reunidas para celebrar, conforme a sus creencias, estas fechas de
amor y de paz, y así, limar asperezas.


El primer matrimonio, la Dama y el Caballero, dueños de la hacienda más grande del país, tenía
cuatro hijos, Los seis, esperaban la llegada del séptimo miembro de la familia. Su nacimiento, la
navidad.  El otro matrimonio, el Señor y la Señora, eran trabajadores de la hacienda, leñadores y
talabarteros. Los diez miembros de la familia atendían las necesidades de la primera conforme a los
deseos de cada miembro de los hacendados… Todas las necesidades.


 Días atrás la Dama invitó al hijo mayor del Señor para la cena, hubo desacuerdos, sin embargo,
aceptaron por ser el nacimiento de la nueva esperanza, pero bajo la condición de que todos
estuvieran presentes y, que fuera su familia la que adornara el árbol y el nacimiento. El Caballero,
aceptó bajo sus propios intereses carnales por una de las hijas de los Señores.


   Llegó el día y, al terminar de degustar los sagrados alimentos, la niña pequeña de los señores
preguntó a la Dama que, si ellos no ponían árbol, a lo que el Caballero contestó que no, pero que
podía tomar lo que necesitara ya que sus hermanos traían sus herramientas de trabajo y podían
cortar el árbol que más les gustara para adornarlo como quisieran mientras acariciaba su mejilla con
lujuria.


La pequeña dudó por unos momentos, sin embargo, la Dama respaldó el comentario enfatizando
qué tomaran lo que necesitaran. La señora observó a su familia dulcemente y asintió, era el
momento.


   El brillo de una hoja de metal apareció de forma repentina cortando el cuello del Caballero. La
familia del Hacendado no pudo defenderse. Los hijos de los señores tardaron cuatro horas en montar
el árbol. Los gritos y alaridos de dolor invadían el lugar mientras los leñadores cortaban y
serruchaban los cuerpos de forma no muy ortodoxa y los talabarteros cosían los miembros al cuerpo
de la Dama que fungía como el tronco. Piernas y brazos eran clasificados por tamaño para asemejar
la figura de un hermoso pino humano. Ojos, lengua, orejas, senos y testículos eran colgados entre
los dedos como si fueran esferas y bastones.


   ¿Ya lo podemos prender, papi?… Sí, mi niña hermosa. Ya casi es hora… No prende… Habrá que
echarle más gasolina.   La niña arrojó el cerillo y el fuego hizo su aparición mientras la Dama era
consumida por las llamas y se retorcía al sentir como su piel se iba quemando. Mira que hermoso se
mueven las ramas de nuestro árbol, mami. ¿Cuándo va a nacer? Ya lo quiero ver. Ella me dijo que
se iba a llamar Jesús… Espera un poco; contestó con paciencia el hermano mayor mientras la
abrazaba con cariño. Por el efecto del sufrimiento, la Dama entró en labor de parto. ¡Mira!¡Mira! ….
¡Ya está saliendo!… ¿Ya lo puedo hacer?… No, tienes que esperar a que llore.    El recién nacido
irrumpió en llanto mientras el fuego lo iba envolviendo. ¡Ahora, tómalo y colócalo en el pesebre!…
¿No me voy a quemar?… No, si repites las palabras que te hemos enseñado y lo haces con fe. La
niña entró al fuego cantando y repitiendo las palabras. Al finalizar, preguntó fascinada, ¿Lo podemos hacer el próximo año?… Sí, cariño. Conforme a la tradición. La pequeña se quedó despierta hasta
que los cuerpos dejaron de arder mientras cantaba alegremente “Noche de paz” entremezclada con
la siguiente frase.

“Tú, no te llamas Jesús. Eres Lucifer, el primer hijo negado de Dios”

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