Se oía en el aire de noche una voz de mujer que decía:
¡Oh, hijos míos, ya nos perdemos!
Libro XII, Códice Florentino
Nemontemi son 5 días baldíos, abismales y fuera del tiempo. Son fechas funestas que marcan un ominoso vacío en nuestro calendario, propicio para cualquier desastre: terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones o incluso la desaparición de una población entera bajo una inexplicable nube de humo, como ocurrió con nuestra ciudad. Mi llegada al mundo coincidió con el momento en que el monstruo de asfalto se esfumó, cubierto por una cortina de vapores e inmundicia. Se trató de un desastre ecológico, derivado de una contingencia ambiental que nadie pudo o quiso controlar.
Mi madre murió durante el parto, en la confusión de ese día desamparado. Los sobrevivientes de la catástrofe hemos quedado atrapados en un limbo de lluvias inclementes, con un esporádico sol enfermizo, que no calienta ni da suficiente luz para las cosechas. Es la venganza de Tlaloc, descargando siglos de dolor y humillaciones con su llanto; por los templos destruidos, los ríos entubados y los dioses desterrados. Al menos, eso es lo que asegura mi abuela. Cada que nos encontramos junto al fuego ella parece caer en trance, rememorando los relatos sobre nuestro origen y destrucción, mientras revuelve el brebaje de hierbas para los emplastos medicinales.
La abuela es una tlamatquiticitl, partera poseedora de un saber transmitido de madres a hijas desde los tiempos de la primera siembra de maíz. Las plantas son sus mejores amigas. Su antiguo jardín era un santuario de flores y hierbas de olor. Pero desde la llegada del humo y con la precipitación de las lluvias torrenciales, la abuela trasladó sus cultivos al interior de la cabañita. En nuestro invernadero de llantas de hule, crecemos menta, aloe, toronjil, eneldo y romero para preparar nuestros remedios.
La voz de río subterráneo de la abuela me adormece. Reconfortada por el aroma herbal flotando por la habitación, siento los párpados pesados y cabeceo. Despierto de golpe, sacudida por un bramido que se apodera del viento. Es un grito hiriente y sobrecogedor – Se escuchó cerca- señala mi abuela con voz cansada – Eso significa que ella se encuentra lejos. Es luna nueva y aún hay tiempo. Nos quedan unas noches tranquilas antes de salir a librar la batalla. – Para la abuela los partos equivalen a una batalla, un duelo entre la vida y la muerte. En caso de perder, los niños y sus madres deben retornar al Mictlán. Lo cierto, es que cada vez menos almas consiguen traspasar el umbral hacia este mundo. Desde los días nemontemi somos como las estrellas de un cielo nublado, poco a poco nos estamos extinguiendo. Inmutable, la abuela remueve su brebaje, pero yo aguardo tensa. El último alarido desgaja el cielo nocturno y se desvanece rebotando contra los montes.
* * *
Hoy es luna llena y de nuevo la escuchamos, apenas un sollozo débil en la lejanía – Es hora – anuncia la abuela con un brillo arcano en la mirada. El aguacero recién amainó. Nos desplazamos remando por aguas en las que se respiran efluvios espesos y brotan exhalaciones fantasmales. En el firmamento, el conejo brilla con palidez espectral, siguiéndonos con su ojo acechante. Súbita y horrible, nos invade la certeza de no estar solas. Entre los ahuejotes, un coro de lamentos despedaza con gélidos gritos el silencio de la noche.
-Escucha hija, son las niñas de cara torcida, las cihuas. Están merodeando por el aire como tecolotes buscando su presa– susurra la abuela, al tiempo que nos orillamos para depositar la cazuela con la ofrenda ritual de los días de muerte– Ha llegado el momento de que aprendas a liberar a los niños. Las cihuateteo los codician, pero es necesario protegerlos para entregarlos a la recolectora de almas. Ella, que llora por nuestra destrucción y perdición, sabe cómo moler sus huesos para transformarlos en semillas y regresar la fertilidad a esta tierra. – explica presurosa, antes de encender una vela junto a la cruz torcida del altar y empujar la balsa para seguir nuestro camino.
* * *
Salimos de aquella choza sombría cuando la luna se encontraba en su punto más alto, exhaustas y con las ropas sucias, después de librar la batalla. Sin importar nuestros esfuerzos, la mala fortuna nos seguía ganando la pelea. A la madre la habíamos dejado acostada junto a la copalera humeante, con los ojos cerrados y el vientre desgarrado tapado con una sábana. Era una guerrera y merecía recibir los honores correspondientes antes de llevarla a enterrar en la encrucijada con el resto de sus hermanas tecolote.
Regresamos a nuestro bote, cabizbajas y derrotadas. La abuela abrazaba al pequeño envuelto en una frazada. – Macochi pitenzin; que duerma mi niño, que no despierte mi pequeñito…- así cantaba y lo arrullaba. Era la hora más fría de la madrugada, cuando estalló el quejido, extendiendo su agonía por las aguas y sacudiendo las hojas de los árboles con su eco.
Descendimos junto a la orilla del lago. Un hedor a pozo negro nos golpeaba, anunciando su presencia. – Es momento de que te presentes con ella – dijo la abuela interrumpiendo su canto, para pasarme el amasijo ensangrentado. Aquello ya no tenía forma de niño, pero mi abuela hizo un ademán de que continuara meciéndolo – Cuando se lo entregues, no debes mirarla a los ojos- me advirtió muy seria.
Acunando y murmurando la nana, avancé chapoteando por el fango. Es verdad lo que dicen; su voz desgarrada se escuchaba a lo lejos, pero yo la tenía muy cerca. Su podredumbre de aguas estancadas me envolvía y sentí su pena infinita escurriendo por sus largos cabellos. Algo más allá de la razón me hizo levantar la cara y me encontré de frente con ella. No me miraba. Me traspasaba con su gesto petrificado. No tengo palabras para el horror de lo que vi dentro de esas cuencas vacías y en el interior de sus fauces abiertas, congeladas en un grito sin sonido.
(1983, CDMX) Bruja y psicoterapeuta. Especializada en las artes oscuras
de la teoría psicoanalítica. Escritora de cuentos tétricos que han sido publicados en antologías
y revistas digitales como: Antología Medusas (2022), Antología Siniestras: Cuentos de
mujeres que incomodan (Especulativas, 2022), Penumbria Distópica (#55, 2022), Penumbria
Cuento Fantástico (#56, 2022), Antología de Ciencia Ficción (Cósmica Fanzine, 2022),
Antología Navidades Paralelas (Lengua de Diablo, 2022) y Revista Exocerebros (#5, 2023).
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