Naranja dulce, limón partido

Corría el año de 1993, Ana, Adriana, Erick, Mauricio y Oscar, eran estudiantes del último semestre de la carrera de Química-Farmacéutica en la UNAM, colaboraban con el doctor Luis Fernando Aguilar Torres, quien desarrollando un medicamento contra la tuberculosis. Todo estaba listo para pruebas en humanos, primero, debían probar en un cadáver que hubiera sido afectado por la bacteria, así que los chicos, comenzaron una búsqueda exhaustiva y después de muchas negativas, solo quedaba una opción:

Nombre: Ismael

Edad: 8 años

Tiempo de fallecimiento: 1 día

No podían darse el lujo de volver a recibir un no como respuesta. Llegaron a la casa de los padres en Cuautla. El cuerpo acababa de llegar para el funeral.

-Buena tarde, buscamos a los señores Mendoza- Dijo Mauricio con solemnidad.

– ¿Quién los busca? – Preguntó una señora mayor.

– Somos de la UNAM, queremos hablar con los señores si es posible – comentó Oscar. La señora los pasó a la sala. Finalmente llegaron los padres.

-Buena tarde señores, primero que nada, lamentamos mucho su perdida, la muerte de un hijo es algo indescriptible…

– Muchas gracias, pero, ¿Qué hacen ustedes aquí? – Interrumpió la madre a Erick.

– Pues mire señora… – Continuó Oscar – No quisiéramos parecer insensibles, como mencionó mi compañero, sabemos que es un momento difícil, nosotros somos estudiantes de la UNAM, estamos colaborando con el Doctor Luis Fernando Aguilar Torres en la investigación de una cura contra la tuberculosis, y requerimos un cuerpo que haya sido afectado, por lo que, con todo el respeto que nos merecen ustedes y su hijo, queremos preguntar si están dispuestos a donar su cuerpo, esto puede cambiar la suerte de otras personas…

– Gracias jóvenes – Interrumpió el padre de Ismael – Pero como dijeron, estamos pasando por un momento difícil y la verdad no nos gustaría que nuestro hijo fuera usado para experimentar…

– Perdón señor, – Interrumpió Erick- Entendemos su punto de vista, pero piense un momento, en las vidas que pueden…

– YA ES SUFICIENTE, POR FAVOR VAYANSE- Grito la madre. Los estudiantes salieron de la casa, las chicas esperaban afuera en la camioneta.

– ¿Y bien, que pasó? – preguntó Ana.

– No quieren- Respondió Mauricio.

– Bueno, mejor nos regresemos, descansemos y mañana nos vemos en la facultad para seguir buscando – dijo Adriana, a lo que Oscar respondió:

– No, ya fue mucho ¿sabes cuánto nos va a tomar encontrar otro cuerpo en buen estado? Y aunque lo encontráramos ¿Y si nos vuelven a decir que no? Necesitamos este cuerpo. – Ana trató de calmarlo

– ¿Qué propones entonces? La familia no quiere, no hay nada que hacer, no lo vamos a robar…- El silencio se hizo denso mientras intercambiaban miradas cargadas de duda.

– No, espera, no lo vamos a robar, ¿Sabes el problema en el que nos meteríamos? Eso puede invalidar toda la investigación – dijo Adriana.

– De eso nos podemos encargar luego, el permiso es muy fácil de falsificar, los padres nunca lo sabrán – contesto Mauricio, a lo que Adriana respondió:

– Entiende, lo que proponen es muy peligroso, si nos cachan, olvídense de que no nos podamos titular, nos van a entambar –

– Bueno. ¡ya! – grito Erick – si no te parece, regrésate, nosotros nos encargamos – Finalmente, decidieron arriesgarlo todo, aunque Adriana no estaba convencida.

El grupo esperó a que pasara el sepelio. No había que perder más tiempo. Comenzaron a colarse con cautela en el panteón.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido– una voz infantil, capto la atención de Adriana.

– ¿Escucharon eso? –

– ¿Qué? – Preguntó Erick.

– Un niño, cantando –

– Ya Adriana, mejor ayúdame con las palas – Dijo Oscar, que ya había logrado subir la barda. Recorrían las tumbas bajo la oscuridad.

– ¿Estás seguro dónde está? – Pregunto Mauricio.

– Seguro, debe ser la tumba que tenga más arreglos.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – Aquella voz volvió a perturbar a Adriana.

– Por favor ¿En serio solo yo lo escucho? –

– Calma Adriana, debes estar nerviosa, vamos – Ana trato de calmarla, pero el miedo solo se incrementaba. Después de unos minutos, al fin dieron con la tumba.

– Va, a darle, dejar todo exactamente como lo encontramos – Oscar retiró las flores, debían moverse rápido y con cuidado. Después de un rato, llegaron al féretro.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – Esta vez, la supuesta alucinación fue más allá, Adriana alcanzó a ver los ojos de un niño, que, al hacer contacto visual con ella, sonrió y corrió lejos del grupo.

– Miren, es el niño que he estado escuchando, salió hacia allá.

– Si vas a seguir así mejor regrésate a la camioneta con Erick – Dijo Oscar enojado. Oscar y Mauricio se pusieron cubrebocas y guantes para luego abrir la caja, Adriana soltó un grito ahogado y se tapó la boca, el mismo niño que había visto correr y cuya voz la había perseguido desde su llegada, yacía inerte frente a ella, recostado con una expresión de paz en el rostro.

– No podemos seguir, no está bien, déjenlo salir ya por favor.

– Ana, llévatela por favor a la camioneta y dile a Erick que venga a ayudar.

Ana y Adriana caminaron hacia el exterior del panteón, Erick, entró mientras las chicas entraron a la camioneta, Ana trataba de calmar a Adriana, pero estaba muy alterada. Luego de unos minutos, los chicos regresaron con el cuerpo; Adriana, al observar como lo pasaban sobre la barda, se estremeció aún más. Les rogó que lo dejaran, pero ya era tarde, cargaron el cuerpo en la parte trasera de la camioneta del anfiteatro y emprendieron el camino de regreso. Al volver, dejaron el cuerpo en el anfiteatro, lo habían logrado, pero Adriana no estaba de acuerdo. Los chicos decidieron salir a celebrar que cumplieron con su misión, se fueron a un bar a festejar, Adriana se quedó con Ana. Al llegar a casa, Ana le hizo beber un té en el que discretamente, disolvió unas pastillas para dormir. Adriana empezó a sentir pesadez en los ojos, poco a poco entró en la inconciencia, para después escuchar nuevamente – Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – El niño, aparecía una y otra vez, siempre cantando la misma canción, viéndola a los ojos, sin decir más. De pronto un destello de luz la tomó por sorpresa, escuchó él chillar de unas llantas y un golpe seco que la hizo despertar abruptamente. Adriana se talló los ojos tratando de aclarar la vista, salió de la habitación, su amiga estaba con la mirada perdida y la bocina del teléfono pegada al rostro.

– ¿Qué pasa? – Preguntó al ver la cara de horror de Ana, quien no soltaba el teléfono. Su rostro estaba pálido, como si la sangre se hubiera retirado.

– Se mataron- dijo. No lloraba. Solo repetía la frase, como si no pudiera entenderla.

– ¿Cómo? ¿Quiénes? ¿Qué pasó?

– Era la mamá de Mauricio, los chicos, salieron muy tomados del bar, chocaron su carro y… y… se mataron- Adriana comenzó a llorar, por un momento la confusión se apoderó de ella, pero comprendía que esto solo era una consecuencia del crimen que habían cometido. Ana estaba atónita, solo atinó a colgar el teléfono y camino hacia la recamara.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – El sueño se repetía constantemente, la imagen del niño en la caja, luego cuando la vio en el panteón y salió corriendo, pero lo que realmente helaba el alma de Adriana, era esa canción. Llegó a casa de los padres de Mauricio, Ana no tardaría llegar. Adriana se quedó absorta en sus pensamientos, cuando escucho de nuevo – Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – Un niño pasó corriendo frente a Adriana, era el mismo niño que la atormentaba, comenzó a sudar, ya no sabía que hacer, se quedó congelada en su lugar, sin mover ni un musculo, sin decir nada se retiró del lugar y volvió al departamento de Ana.

Una ambulancia estaba fuera del edificio, llevaban a Ana en una camilla, mientras se reunían los curiosos, tratando de averiguar qué sucedió.

– No puede pasar señorita – le dijo un paramédico a Adriana.

– Es mi amiga, vive aquí ¿Qué pasó? –

– Cayó por la escalera, tiene un golpe fuerte en la cabeza, necesitamos llevarla al hospital ¿Es su conocida entonces? ¿Puede acompañarla en la ambulancia? Tiene que contactar a un familiar, el golpe es grave… – era demasiada información para asimilarla al mismo tiempo, Adriana solo pudo asentir débilmente con la cabeza a lo que el paramédico le decía, mientras subían a la ambulancia.

Adriana estaba en la sala de espera con la madre de Ana, en solo dos días había experimentado un estrés y temor tan grandes, que habían agotado todas sus energías, estaba cansada, triste, enojada y la canción se repetía sin cesar en su cabeza – Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido –

– Lamento informarles que Ana está en un coma muy profundo, no hay nada que podamos hacer ahora – la madre de Ana rompió en llanto ante las palabras del médico, Adriana permaneció inmóvil en un estado casi catatónico. Más tarde, volvió al departamento de Ana para sacar sus cosas, cuando una sombra llamó su atención, una silueta infantil.

– ¿Quién está ahí? – pregunto temerosa Adriana.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – la sombra se movía por todos lados.

-Por favor, lamento mucho lo que hicimos, de verdad, por favor, Ismael dime ¿Qué puedo hacer para arreglarlo por favor? – La voz cesó, ya no escuchaba nada, y por un momento Adriana se sintió sola. Esa calma momentánea, le permitió pensar con claridad, sabía lo que tenía que hacer.

Adriana, esa noche, llegó al anfiteatro, abrió gabinete dónde habían depositado los restos de Ismael, pero estos ya no estaban. Adriana comenzó a llorar.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido – de nuevo la voz se hizo presente, pero fue distinto a otras ocasiones, Adriana se dio la vuelta, frente a ella estaba Ismael, su cuerpo se veía pálido, frío y sin vida, no obstante, estaba de pie frente a ella, con una sonrisa en los labios blancos.

-Ismael, por favor perdóname, yo no quería, te juro que no quería, ellos me insistieron, yo sé que lo te hicimos no fue correcto, pero por favor, perdónanos, voy a llevarte de vuelta con tus padres y buscaré pagar por lo que hice –

-¿Ya no quieren jugar conmigo? –

-¿Cómo… jugar…? –

-Pensé que nos estábamos divirtiendo, que me buscaron para jugar – Adriana no comprendía lo que estaba pasando.

-No, lo que hicimos fue algo muy malo, y jamás debió pasar, perdóname por favor- Adriana estaba arrodillada frente al pequeño, ahogada en lágrimas.

-Entonces tendrás que quedarte conmigo a jugar, para siempre…- Adriana soltó un grito que se perdió en el silencio.

32 años después, en el pabellón de esquizofrenia del Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, yace en una cama, una mujer. En todo el tiempo que ha estado internada, no se ha movido ni conversado con nadie, solo canta la misa frase en todo momento, durante todo el día, todos los días.

Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido –

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