Por: Josué Osorio
Ansiedad
Me dijeron que al pensar en ti, mi malestar estomacal acabaría. Dudo mucho de los remedios caseros. El amor no se cura con remedios caseros; un té no puede salvarte de esa maldita ansiedad que quiere salir a buscarte. No puedo evitar sentir esa incertidumbre por la noche, por la mañana, después del desayuno, entre bocado y bocado de galletas, en las mordidas insípidas a una manzana, en las comidas por simple gula. He terminado contigo, mi amor. Pero también conmigo, porque peso 100 kilos, y comer es la única forma de contrarrestar la ansiedad que me mata al pensar, por las noches, que eres feliz con otra persona.
Mi alma alcohólica
Yo no puedo ser una alma vieja como me lo dijeron hace unos días. Sí ni me acuerdo qué comí por la mañana. Volver a viejos recuerdos que nacen de la profundidad de mi alma me parece una locura imaginativa. ¿Qué película vio esa viejita pendeja? ¿Por qué me habrá dicho eso? Quiero volver a verla para preguntar por qué dijo eso. O mejor le daré por su lado, ese lado alcohólico y delirante que la mantiene viviendo sucia afuera del Oxxo. Su vestido negro camuflajea muy bien la mugre en sus piernas, pero cuando te acercas sus chinos canosos evidencian que tiene días sin bañar, quizá meses. Ni qué decir de sus sandalias rotas que reflejan la tristeza de sus uñas que son carcomidas por hongos. Entiendo que le debería decir algo, cada vez que la veo, pero no me atrevo. ¿Quién soy yo? ¿Qué calidad moral tengo para decirlo, si bebo del mismo envase de caguama que ella trae los viernes? Algunas personas me respetan, otras me dicen “quítate vagabundo”. Ahí recuerdo que no soy un alma vieja, sino una alma alcohólica que se mantiene viviendo con esa mujer, que al parecer, dicen que es mi esposa.
Semblanza, Josué Osorio Estrada:
Estudiante del Diplomado de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay de Cuernavaca, Morelos. Maestrante en Intervención Docente, profesor de nivel Primaria y Secundaria. Coordinador del libro “Cartas en Pandemia”. 29 años.