Marino

El placer solitario de mis dedos

abriendo

las páginas,

derramando

su tinta fragorosa sobre los muros

de un cuartel sin fin,

de una oscuridad perpetua,

dictada por estrellas.

Fluyen las palabras en el suelo,

un alfabeto informe solía cantar

la letanía de un nombre

del que he olvidado

la dilatación

silábica.

Nadan en la superficie de todas las prisiones

las palabras que quienes han escrito

ni siquiera pronunciaron.

Fuego y negro en mis pupilas,

arden en mi piel las huellas

de aquellos que dejaron atrás el papel.

Nunca me sentí

tan solo,

como cuando abrí las piernas

para hacer brotar los peces,

cuando imprimí en el vientre la fuerza,

                                                           para contenerlos, para expulsarlos,

al estanque oscuro

de las estrellas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *