Margaritas deshojadas y otros poemas

Margaritas deshojadas                              

Reptan por las calles conciencias sonámbulas.

Por ríos de sangre y llanto flotan de las margaritas,

pétalos; fragmentos de juventud mutilada.

En calles, desiertos, hoteles, en fosas,

flotan cuerpos transparentes,

vuelan golondrinas blancas,

vuelan cenizas, anhelos, esperanza.

La miseria se escurre por manantiales sagrados,

donde abrevan borregos y perros con sarna.

Manos de sangre y fango corrompen almas puras;

hojas verdes de lozanos fresnos son ahora

navajas y troncos torcidos.

¿Se han deslizado acaso los valores por las sucias

y malolientes coladeras? donde niños pequeños

se refugiaron y salieron siendo, más que hombres, fieras.

¿O en esos hogares más negros

que los desagües, o que dormir tiritando

en el gris pavimento de una fría calle?

Sembramos olvido, y ahora cosechamos

rencor, dolor, violencia, muerte.

Indiferentes las sillas altas se dicen héroes,

sin haber ganado ninguna batalla.

Las damas primeras se visten de largo,

viajan de shoppings y vuelven la cara.

Nosotros, distantes, siempre de prisa,

pasamos de largo con el corazón arrugado,

o sobornando a la conciencia con unos centavos.

Niñas, jóvenes, madres, hijas, hermanas;

viven con miedo de ser tragadas

por dagas de acero, garras y fauces de fieras.

La violencia espumeante, lobo rabioso,

persigue a sus presas, las viola, las cercena,

las quema, las engulle, las vende, las desaparece.

Testigo de tales vilezas, el cielo furioso ruge,

se deshace en llanto, para lavar con lágrimas

el odio entre hermanos.

Sangre de capullos sin espinas riega la Tierra.

La Tierra se revuelve, tiembla, iracunda se abre,

al ser alimentada con sus propias hijas.

Mujeres hartas de ser vejadas

salen a las calles, se rebelan

claman justicia, rompen cristales.

¿Y la humanidad se espanta?

México

¡Anoche te soñé, patria mía,

vestida de tehuana!,

trenzas de barro negro,

resplandor de blancas monarcas,

piel de azúcar morena,

mirada de jaguar en celo.

Tus curvas, sinuosas montañas,

valles tu vientre verde.

Ríos fluían por tus venas;

brotaban frutos de tus generosas manos.

Anoche te soñé, patria mía… ¡altiva!,

tus tres colores ondulando al viento;

tu fiera águila con sus alas,

tu extensión envolvía.

Palpitaba el oro en tus entrañas,

tu corazón de volcán despedía fuego.

Preñada tu tierra fértil, de maíz,

de cacao y de magueyes.

Soné…

Arcilla morena que no se corrompe.

Hombres con el rostro en alto.

Hombres construyendo vida.

Mujeres de norte a sur, orgullosas

de su estirpe, bordaban tu historia

sobre sus huipiles de manta.

Niñas y niños, jugaban con sueños,

con alas de quetzal volaban.

La juventud, de la mano, al universo subía,

a carcajadas pintaban palomas de paz

y libertad, en las paredes de su alma.

¡Anoche te soñé, patria mía, vestida de tehuana!

Papel y tinta                                             

Harta de hundir la pluma en mis venas,

de plasmar estrellas que se desvanecen,

fugaces en el tiempo;

mariposas que se funden en mi hoguera,

aves que emigran en invierno,

besos que nadie bebe.

Verter en el papel mi fuego,

derramar tormentas de cristales;

abrazar al viento al estrujar las hojas,

arrastrar el alma en cada acento.

Abandono la pluma;

¡qué se retuerza sin el calor de una mano que la guie!

¡qué se pierda en el desierto de una hoja en blanco!

¡qué destile tristeza por su tinta!

¡qué torture al papel hasta que grite!

¡qué deje manchas que nadie entienda!

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