Los sueños son como las estrellas;
puedes pensar que están muy lejos,
pero si las sigues,
te llevarán a donde quieres ir.
El Hobbit
En los años setenta se instaló en México la factoría de bicicletas Magistroni. No se sabe con certeza cuándo, ni cómo, intenté buscarlo usando Google pero los resultados son mínimos. El sitio aparentemente oficial: magistroni.com.mx no funciona, está en construcción. El único dato que arroja es la fecha de inicio de operaciones —esto último lo infiero— según: 1970.
Si nos dejamos llevar por el nombre, sería fácil pensar que las bicicletas son italianas o poseen un diseño tano, o que algo tienen que ver con Italia, pero no es así, son mexicanas y se utiliza ese nombre como una especie de ardid publicitario que podría responder a un caso más del llamado malinchismo mexicano. Lo cierto es que cuando las dos flamantes Magistroni aparecieron debajo del árbol en aquella navidad de los años ochentas, mi vida cambió.
Recuerdo que papá tenía una cera especial para lustrar su auto, a hurtadillas la tomaba para embellecer el color rojo cereza de ese que sería mi bólido de dos ruedas. Me vacié de pasión por esa bici, aprendí a andar y me enamoré de ese sentimiento, de la justa proporción entre peligro y equilibrio. Ahí nació un término, que años después, me gusta usar: locura controllata —aunque en italiano sería controllato—; resulta curioso que al escribir estos ejercicios de ordenamiento de la memoria surgan justificaciones a comportamientos en el presente.
Aquella bicicleta fue el punto de encuentro entre mi interés por las aventuras de Bilbo Bolson y las aventuras más allá de la privada clasemediera donde vivía. El punto es que las aventuras de aquél legendario Hobbit se materializaron en mi vida a bordo de esa bici. Con ella descubrí qué había más allá de las fronteras seguras de la privada, las cosquillas en la panza, esa sensación de peligro que después se convertiría en una adicción. La Magistroni no era italiana, claro está, pero sí era mía y sobre ella crucé los primeros límites, desafié a la autoridad —en este caso la de mis padres— me puse en peligro una y mil veces, viví aventuras, pero sobre todo, descubrí que había un mundo más allá de aquellas fronteras.
Todas las aventuras tienen un costo, el desafío, la seguridad y sobre todo las consecuencias de nuestros actos. Eso es algo que aprendí rápido. Es curioso que aquél vehículo infantil con el paso del tiempo se transformara en un motor, acero, aceite y gasolina. La pasión por este vehículo mezcla de peligro y equilibrio le sigue dando dirección a mi vida. Continúo sintiendo en la panza la pulsión que me invita a vivir aventuras; disfruto la adrenalina de descubrir lo ignorado, como un Bolson moderno, pero esta vez sobre una moto.
(Cuernavaca, Morelos 1976)
Egresado del Diplomado en Creación Literaria de la Escuela de Escritores “Ricardo Garibay” del Estado de Morelos. Estudia la licenciatura en Creación y Estudios Literarios en el CMA. Fundador de la comunidad Letras Insomnes; encargado del proyecto: Letra Equis donde, entre otras cosas, dirige el Taller de la Medianoche.