Los ruidos de la noche

Es la primera noche que pasaremos dentro de este hotel, mi padre luce un poco más nervioso que la noche anterior, creo que es debido a la pinta que tiene este hotel, no se ve nada agradable. Como siempre él está tratando de buscar un sitio donde acurrucarme con mantas y poder descansar tranquilamente, sé que él se mantendrá despierto para velar mi sueño, aun no conocemos este lugar así que debe estar alerta, el casi no duerme por siempre estar alerta. Quisiera ser un poco más grande y fuerte para poder velar por su sueño por lo menos una noche.
Las luces comienzan a apagarse, papá se asoma por la mirilla de la puerta y yo desde donde estoy acostado en el suelo, puedo ver por debajo de la puerta que la intensidad de la luz disminuye, él camina de un lado a otro de la habitación, se sujeta la cabeza como queriendo arrancarse el cabello por mechones, se cubre su boca con ambas manos, no sé si quiere ahogarse en un grito o si es un acto de desesperación; la noche llega y es momento de cerrar los ojos. Coloca mis auriculares en mis orejas y pretende que comience a reproducir la misma melodía de cada noche, si tan solo supiera que llevo semanas escuchando todo lo que sucede. No creo que sea prudente decirle que mi reproductor no funciona, sé que debe tener otras preocupaciones en mente.
Esta noche fue completamente diferente, el sonido de los pasos me alertaban a que algo estaba sucediendo, no eran pasos acercándose a nosotros era como un ajetreo que iba y venía, pisadas fuertes, pisadas un poco más débiles pero todas con prisa, imagino como quedarían marcadas tantas huellas en la alfombra roída del pasillo; golpes en las habitaciones, toquidos desde el interior, una y otra vez los azotes coreaban la desesperación de la noche, no tumbarían las puertas pues se apreciaba que eran manos pequeñas los que se encargaban de hacer esos ruidos, muebles a rastras, llantos de agonía, mujeres desgarrando su garganta llamando aquellos seres que ya no estaban con ellas. Sollozos aquí y allá, lamentos que se quedan grabados en tu mente, jamás he visto que hay en los pasillos, pero puedo imaginarlos, incluso se me eriza la piel de solo pensar que haya afuera hay seres sin alma penando por los pasillos.
Gritos salvajes de hombres defendiendo su sitio, un lugar que por derecho les pertenecía, un espacio reducido a una cama, un baño y nada más; juego a calcular cuantas personas deambulan allá afuera, pero con tanto ruido y con los lamentos que noche tras noche escucho prefiero cerrar mis ojos muy fuerte; no es que trate de engañar a mi padre, siempre hago lo que me pide, que me aparte de la ventana, que por lo que más quiera no salga de la habitación, que confíe en él y lo hago, pero lo que he podido escuchar todas estas noches que hemos estado de hotel en hotel no es lo que me asusta, no se trata de monstruos ni fantasmas, no son más que personas refugiadas igual que nosotros, son personas que tratan de ocultarse de lo que hay allá afuera, eso, aunque no lo crean, lo que ha visto mi padre de noche allá afuera es lo que en verdad me aterra.

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