Las necesidades modernas

Justino Flores (o JM, como le llamaban sus amigos bikers) es un reconocido jefe de policía pero también un respetable jefe de familia. Y como todo ejemplar jefe de familia se ve consternado por la educación de sus hijos. Lupa, su abnegada esposa, tras llevarle un cigarrillo encendido y ponérselo en la boca, tocó el tema de la educación de sus hijos, y señaló lo que es bien sabido por él (y por todos vecinos,): en estos tiempos las secundarias públicas sólo engendran drogadictos miserables, promiscuos presuntuosos y políticos sin gracia. Lupa, como siempre, está en lo correcto y considera que es momento de tomar la decisión pospuesta por tantas semanas. Decide omitir la educación pública y emprende la búsqueda de un segundo trabajo para pagarle un colegio religioso, militar y afrancesado a Felipa y Margarito, sus hijos más queridos.

El día era martes y el mes abril; aunque no lo sabía, Jotaeme estaba de suerte. Tras una minuciosa inspección a los anuncios impresos sobre el papel, encontró uno que lo entusiasmó más de la cuenta y casi logra arrancarle una sonrisa a su rígido y pálido rostros: «Se busca pisapapeles humano —el texto estaba subrayado y en negritas—. No se tiene que hacer nada además de yacer quieto y respirar de manera educada. Postdata: Couralfóbicos abstenerse.»

Yacer y respirar. Simples cosas que Justino podía hacer casi a la perfección, cosa que constataban sus diplomas recargados en la pared, así que inmediatamente le pidió a su esposa para que cerrara el periódico con un indicado y ensayado nivel de energía, luego ella prosiguió a marcar al número de teléfono.

—Como siempre, lo harás de maravilla, terroncito —dijo, acercándole el auricular.

Una fría voz del otro lado del teléfono programó una entrevista para la próxima semana. El sueldo, desde luego, no era exuberante sino justo, tan justo como él mismo. Considerando sobre todo que sólo invertiría cuatro horas cada día consideró que era un buen trato. Pero Justino no quería ser tan quisquilloso, después de todo, el trabajo de pisapapeles humano le iba como anillo al dedo a una persona que carece tanto de piernas como de brazos, así que lo único que tenía que hacer era esperar por una entrevista fluida que seguramente terminaría en una contratación inmediata.

El resto de su vida, junto con las maravillosas e inefables aventuras que presenció Jotaeme no son de nuestra incumbencia.

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