Laberinto y otras microficciones

Laberinto

 La he visto en alguna parte. Me dice que ate mis manos y cierre los ojos. Obedezco. Toma mi brazo y nos levantamos para caminar. Siento un olor repugnante, abro los ojos. La fémina ha desaparecido, observo varias paredes sin ninguna dirección fija pintadas con varios signos extraños. Mi rostro parece ser de plástico, me doy cuenta de ello porque el frio roza mi cuerpo de una manera distinta. Mis ojos son dos botones rosas recién costurados. Continúo dando pasos para descubrir donde estoy. De pronto, escucho mugidos de toros y los muros que había presenciado antes, inician a temblar. En ese momento supe, que debía encontrar la salida (tomado de Ref. 01).

Un cambio justo y necesario

En su infancia, fue aprendiz de carpintería. Se propuso a renovar el aspecto antiguo de la sala. Trabajó durante meses, días y horas en el taller del patio. Sus vecinos se quejaban de los chillidos y golpes producidos. Uno de ellos, lo vio abrir la puerta con su camiseta manchada de sangre. También, percibió el asqueroso olor que llegó hasta su ventana. Pero no se atrevió a reclamarle. Chad cumplió su objetivo. Ahora admiraba la elegancia y suavidad de sus nuevos muebles, contextura que por naturaleza tiene la piel humana (tomado de Ref. 01). 

Nuevo muñeco

Se lamentan de lo que sucede. Los golpes, las paredes agujeradas y gritos de angustia. Ellos, se cortan los dedos, se arrancan el cabello y se queman el rostro. Dicen que es mi culpa desde que llegué a casa. Yo, los observó tranquilamente a través de la vitrina (tomado de Ref. 01). 

Tragedia a voces

Todos estamos aquí, cautivos. Nos recuerdan en las imágenes de los periódicos y la televisión. Estamos presentes en los homenajes anuales, en nuestros cumpleaños y cuando alguien cercano muere.  Antes, éramos libres. Nadie creyó de lo que fue capaz el profesor Dan, hasta que lo encontraron colgado de una viga y con nuestras fotografías pegadas en la pared (tomado de Ref. 01). 

El huésped

Sacó del estante el libro más polvoriento, tenía un aspecto antiguo. Lo abrió. Se dirigió al índice y fue a la página cuatrocientos treinta y cinco, un ser desconocido saltó de ella. Se fue acercando a él, comprendió que era inofensivo, este le preguntó si podía quedarse en su casa por unos días, debía cumplir la misión que le había sido encomendada con el propósito de evitar una maldición. El hombre aceptó y a los pocos minutos llamó a sus seis hijos para presentar al nuevo huésped.

Al cabo de una semana, Florencio salió a comprar unos víveres para cocinar el almuerzo. Se despidió de todos, volvería pronto. Al regresar, vio con temor como aquella silueta humana alojada en la sala principal, devoraba la carne de cada uno de los niños y limpiaba su boca con la servilleta en el sillón (tomado de Ref. 02). 

                       La llamada

Contestó el teléfono. Su madre dijo que llegaría pronto a cenar. Al poner la mesa, recordó que era huérfano (tomado de Ref. 02). 

                      Siniestro

El perro lo cargaba entre sus colmillos. Los hilos de la camisa se desprendían cada vez más. Personas alrededor clamaban por auxilio para salvarlo. Cuando el cadejo se cansó, cayó al suelo y murió envenenado. El niño que había reencarnado en el muñeco, se limpió las mejillas y regresó al ático (tomado de Ref. 02). 

                     

Notas:

  1. Infamia (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2024).
  2. Intromisiones Salvajes (Malpaso Ediciones, Honduras, 2022).

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