La sonata de Trsitán e Isolda T1 E3 “La otra mejilla”

Ulises José

Esta es la historia de Tristán e Isolda, un par de amantes separados antes de tiempo; padre y madre de Leonor, una chica muy inteligente. También es la historia del grupo de amigos y familiares que, después de la muerte de Isolda, buscan acompañar a Tristán que ahora está en la batalla por escribir su nuevo gran éxito editorial y, al mismo tiempo, busca volver a ser el filósofo que dejó de ser

I

El lugar al que Leonor había llevado a Saúl era grande y esa noche estaba bastante concurrido. Ahí se habían encontrado con unas amigas de Leonor y se instalaron en la barra del lugar para pedir cerveza. Saúl acababa de cumplir diecinueve años y aquella era su primera noche en un lugar como ese. No estaba muy cómodo, pero entre su prima y las amigas de, lo animaban para. Él no podía evitar sentirse un tanto orgulloso de estar tan bien acompañado y aunque lograba disimularlo, su mirada lo delataba un poco.

Todo iba bien hasta que llegaron dos tipos mayores y comenzaron a hacer bromas un tanto pesadas acerca de lo injusto que era el que un solo hombre estuviera acompañado de tantas chicas. Al principio Saúl reía con ellos pero en poco tiempo notó que aquello ya no era broma y dejó de reír. Leonor y sus amigas no eran incapaces de defenderse y ya estaban respondiendo a las bromas pesadas de aquellos tipos con comentarios certeros e hirientes, pero toda la atención de aquel par ya estaba fijada en Saúl e intentaban  intimidarlo a empujones. Saúl era alto y no era débil, tenía muy buena condición física resultado de sus distintas prácticas deportivas entre las que estaba el boxeo, pero jamás había peleado en serio así que no estaba muy seguro de cómo actuar. Recibió una cachetada en la mejilla izquierda, no hizo nada al respecto, sinceramente no le había dolido. Volteó el rostro y ofreció la otra mejilla y fue abofeteado de nuevo. Buscó la mirada de Leonor que no parecía muy exaltada, ella le sonrió y con un ligero movimiento de cabeza le indicó que respondiera la agresión. El conflicto no fue muy largo: se intercambiaron golpes, empujones y un par de patadas, pero a pesar de ser superado en número, Saúl derribó a sus oponentes ante el festejo de su prima y sus amigas. El equipo de seguridad del lugar sacó a Saúl, Leonor y al resto de las amigas en medio de gritos y risas.

Llegaron a casa de Tristán y se lo encontraron caminando hacia su estudio con una botella de vino en la mano, se veía un poco tomado y no les dijo nada, solo los miró con molestia y en silencio les indicó que se fueran a dormir. No estaba de ánimos para hablar en ese momento

II

Al otro día, en la mañana Tristán no encontraba la manera de reclamar a su hija y sobrino lo que había pasado la noche anterior. Exclamaba acerca de lo irresponsables que habían sido, recalcaba lo complicado que sería hablar del tema con la madre de Saúl, lo mal que pudieron haber salido las cosas, le reclamaba a Leonor el tema de que hubiera permitido que su primo peleara por ella. Encima de todo, no concebía la idea de que dejara que recibiera primero dos golpes. En esa casa no eran cristianos y todo eso de poner la otra mejilla era poco menos que ridículo. Al momento que Tristán terminó esa frase, dejó de hablar y su mirada se perdió en el vacío. Señaló a ambos con gesto de que aquello no había terminado y se retiró a su estudio. Acababa de descifrar de qué se trataría su siguiente libro.

Entró a su estudio y fue directo a su escritorio, se sentó y puso sus dedos en el teclado como cuando un pianista se prepara para tocar. Una oración, dos, un párrafo, dos, primera página completa y sus ideas seguían un recorrido claro y conciso de su mente al texto. Isolda se acercó por su espalda y leyó lo que llevaba; le dijo al oído que aquello era un poco oportunista. Le recordó lo crítico que había sido en todo momento respecto al pensamiento judeo cristiano y no le parecía justo que ahora lo explotara. Tristán, sin dejar de escribir, le pidió silencio y le hizo notar que aquello era trabajo de mercenario y que, por lo tanto, no era un acto de incongruencia. Isolda le acarició la cabeza y se fue a mirar los libreros del estudio.

Tristán escribió durante un par de horas seguidas. Cuando se dio cuenta llevaba más de cinco cuartillas; era la introducción completa de su nuevo libro al que llamaría “La otra mejilla”. Isolda no dejó de reír durante unos minutos al escuchar el título y le advirtió que no se lo contara a nadie sin esperar una burla como respuesta. Él intentó explicarle de distintas maneras que, como toda su obra dedicada a la superación personal, aquello era solo una manera sencilla de explicar cómo solucionar problemas emocionales básicos. Isolda rió de nuevo y le recordó a Tristán que en unas horas estaba citado al concierto de Fausto.

Saúl y Leonor estaban en la sala platicando con Lilith, bromeaban acerca de la pelea de la noche anterior. Lilith les contaba que Tristán, aunque no lo pareciera, había sido bastante peleonero durante la carrera y que hasta eso sabía defenderse, pero les pedía que no comentaran nada al respecto. Tristán salió del estudio seguido por Isolda que aún reía, miró a su hija y a su sobrino intentando parecer enojado pero no lo logró. Sinceramente la autoridad no era su fuerte y, a pesar de las burlas de la visión imaginaria de su esposa, estaba de buen humor por haber logrado avances reales en su nuevo libro. Indicó que iría a arreglarse para salir al concierto y subió a su habitación.

III

El lugar en el que Fausto estaba por presentarse era una especie de bar situado en la azotea de un edificio viejo del centro de la ciudad. A los dueños les había parecido encantador dejar los lavaderos y las rejas para tender la ropa, así como los baños individuales que parecían letrinas. La concurrencia era mixta tanto en edades como en estilos, parecía como si todas las personas  que estaban ahí fueran ajenas a la existencia de las demás. Se distribuían en grupos separados que se ignoraban unos a otros.

Fausto se encontraba cerca del escenario platicando con el resto de su banda, al ver a Tristán y compañía los saludó y les señaló cuál era la mesa en la que se sentarían, Lilith y Leonor comentaron con sarcasmo acerca de lo cerca que estaba su lugar del escenario. Mientras ellas se acomodaban, Tristán le pidió a Saúl que lo acompañara por cervezas y bromeó acerca de que necesitaba guardaespaldas.

La barra era, según Tristán, un monumento al mal gusto: una tabla colocada sobre un par de bidones metálicos y encima de ésta, abrían las botellas que pasaban de mano en mano casi al mismo tiempo que se cobraba el dinero. Mientras esperaban, Tristán le comentó a su sobrino que no se sentía muy cómodo con lo ocurrido la noche anterior, a pesar de que no era su padre, tenía una gran responsabilidad cuidándolo y no quería arrepentirse de haberlo aceptado en casa. Saúl bajó la mirada, se notaba su pena. Tristán le levantó el rostro tomándolo de la barbilla y le dijo que jamás bajara la mirada ante un reclamo. Antes de volver a la mesa sonrió y fingió intercambiar un par de golpes con él, su sobrino rió ante el juego.

El concierto no fue nada que no esperaran, tanto Lilith como Tristán habían asistido a casi todas las presentaciones de Fausto y no era un espectáculo que hubiera cambiado con el tiempo. Tampoco era que buscara innovarse, todos los integrantes de aquella agrupación eran de la edad de Fausto, Lilith y Tristán y llevaban tocando juntos desde que se habían conocido en la preparatoria. En algún momento la banda logró cierto nivel de reconocimiento en la ciudad, pero el sueño de volverse profesionales no duró mucho, cada uno de los miembros fue encontrando otros proyectos y poco a poco la música se volvió un segundo plano. Pero al paso del tiempo se fueron reencontrando y se juntaban para ensayar cada tanto y acordaron que seguirían presentándose sin mayor aspiración que la de tocar por tocar.

La gente se fue retirando del lugar y al final solo quedaron quienes siempre quedaban al final. Lilith conversaba con el baterista de la banda, con quien alguna vez había tenido un pequeño romance; Fausto y Tristan se reían de las anécdotas del bajista, que ahora era dueño de un pequeño hotel fuera de la ciudad; Saúl y Leonor escuchaban al vocalista contarles cómo era que en cada ocasión que participó en una pelea fue derrotado. Y sin darse mucha cuenta comenzó a amanecer y antes de que el dueño del lugar les pidiera que se fueran, guardaron un breve silencio mientras el sol salía.

Continuará…

Lapróxima semana:

-Tristán presenta su primer capítulo.

-Lilith gana un premio.

-Leonor descubre a su padre hablando solo.

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