La sonata de Tristán e Isolda 2

Ulises José

T1 E2: Sísifo

Esta es la historia de Tristán, viudo de Isolda, padre de Leonor, tío de Saul, amigo de Lilith y Fausto. Un filósofo que se dedicó a escribir libros de autoayuda con los que ha ganado una buena cantidad de dinero. Tristán lleva tiempo intentando abandonar esa línea de escritura y dedicarse a escribir textos filosóficos. Pero cada que lo intenta algo se lo impide ¿Lo logrará?

I

Saul despertó pasada la media noche con hambre y sed. Bajó a la cocina de la casa a buscar algo que lo saciara, no era tan fácil porque esa cocina no se usaba más que para guardar lo que sobraba de la comida que se pedía a domicilio. Hacía ya un tiempo que ahí no se cocinaba. La casa era de su tío, el hermano de su madre y se hospedaba ahí en lo que terminaba la preparatoria e ingresaba a la universidad. Su tío era un hombre muy culto y amable, había perdido a su esposa varios años atrás y nunca se había enamorado de nuevo.

Afortunadamente Saul encontró un contenedor de arroz chino y media botella de refresco, eso era suficiente. Metió el arroz al microondas y mientras esperaba escuchó una voz en el estudio de Tristán. La curiosidad fue demasiada y se acercó sigiloso a la puerta de aquella habitación para escuchar. Era su tío que estaba en algún tipo de discusión pero no escuchaba con quien, le llamaba la atención que todo indicaba que la plática era con la esposa fallecida, Isolda y pensó que era normal que alguien hablara en voz alta con la persona que alguna vez había amado.

 El microondas emitió tres pitidos agudos para indicar que el arroz se había calentado y Saul se sobresaltó un poco. Volvió a la cocina lo más rápido que pudo tratando de ser silencioso. Mientras tomaba su comida y bebida para llevarla a su cuarto, Tristán entró y se sorprendió un poco de verlo. Saúl estaba por irse pero su tío comenzó a hablar con él mientras buscaba una botella de vino y un sacacorchos. Le comentaba que desde que había comenzado su nueva serie de libros no avanzaba en nada. La idea era muy clara en su cabeza, pero cada que llegaba al final del primer o segundo párrafo, la última oración echaba todo a perder y tenía que volver a comenzar de nuevo. Así estuvo durante un rato; Saúl acabó su cena de medianoche, mientras su tío se terminaba la botella que había descorchado. Afortunadamente el sueño hizo que cabeceara un poco y eso hizo que Tristán se diera cuenta de la hora que era y lo dejara volver a su habitación. Isolda observaba todo desde un rincón sonriendo.

II

Tristán despertó sentado en el sillón de su estudio, a un lado de una botella de vino vacía y varias hojas arrancadas de una libreta hechas bola tiradas en el suelo. Isolda lo miraba con ternura sentada en el suelo; le pidió que no hiciera eso y ella le recordó que ella solo hacía lo que él se imaginaba. Ambos se pusieron de pie y caminaron hacia el escritorio donde Tristán encendió su computadora y se sentó a esperar que se iniciara. Mientras eso sucedía Leonor entró sonriendo y le reclamó a su padre que había desvelado a su sobrino y que eso podría echar a perder los planes que ella tenía. Esa noche iba a ser la primera noche que ella y su primo saldrían a beber y quería que estuviera con toda la energía necesaria. Tristán parpadeó en un intento de despejar la cruda del vino y le pidió a su hija que fuera prudente, no quería darle explicaciones a la mamá de Saúl si algo se descontrolaba. Leonor le hizo una mueca burlona y volteó a ver todas las hojas tiradas en el piso, abrazó a su padre y le dijo que no se esforzara demasiado, el libro saldría bien pasara lo que pasara, y salió del estudio.

Tristán estaba a punto de iniciar una plática con su visión de Isolda, pero fue interrumpido por Lilith que entró con un cigarro en la mano y sus lentes obscuros en la otra. Le sonrió exageradamente y moviendo la cabeza con exageración le hizo saber dos cosas, la primera fue que lo llevaría a desayunar porque lo veía muy mal y seguramente en ayuno; la segunda fue que su quinta novela “EL ocaso de un ocaso” acababa de salir de la imprenta y eso requería de un pequeño festejo.

Después de unas horas, Tristán, Lilith y Fausto, que los había alcanzado en algún sitio, volvieron a la casa con bolsas de víveres y bebidas, se instalaron en la terraza y comenzaron a sacar todo lo que llevaban; acomodaron cervezas, vasos, copas, comida y se sentaron a pasar el tiempo.

La plática comenzó con la Novela de Lilith y un breve recuento de todos sus títulos anteriores. Recordaron las presentaciones a las que habían ido y las fiestas posteriores a esos eventos. Entre el alcohol, la comida y un poco de mariguana, el humor se fue relajando hasta un momento en el que solo reían de cualquier cosa y se burlaban de los éxitos y fracasos de los tres. Cada tanto, Tristán expresaba su desesperación por no lograr pasar de la primera página de su nuevo libro y cómo era que la última frase de cada uno de sus intentos era la que lo regresaba al principio, pero tanto Fausto como Lilith, se burlaban de él y le decían que su trabajo, a pesar de ser remunerado de manera basta, era, en realidad, algo sencillo y que debería  sentirse agradecido con tal oportunidad.

En el momento menos esperado salieron a la terraza Leonor y Saúl, su primo; ella maquillada y vestida de manera hermosa y él, vestido un poco mejor de lo que solía vestir. Era la noche en la que saldrían juntos por primera vez y solo querían avisar que ya se iban. Tristán le recordó a su hija que por favor fuera prudente porque no quería reportar ningún altercado a la mamá de Saúl. Leonor le hizo a su padre una mueca ridiculizandolo.

Lilith fue la que, sin maldad alguna, la que comentó acerca de lo bella y lo parecida que Leonor era a Isolda. Después de un breve silencio Tristán lloró un poco incomodando a sus dos amistades que se miraban mutuamente sin saber qué hacer al respecto. El cinismo era su manera de ser y no estaban en capacidad de consolar a nadie. Afortunadamente, Fausto hizo un chiste de lo menos apropiado para el momento y no quedó otra cosa que reír.

III

Leonor y Saúl regresaron a casa casi a las tres de la mañana, ella impecable, él despeinado, con la camisa un poco rasgada y un moretón en el ojo izquierdo y los nudillos de ambas manos lesionados. Tristán los miró llegar y no dijo nada al respecto, solo lo dejó pasar y con la mirada le indicó a su hija que se fueran a dormir y él se fue a su estudio. Lilith y Fausto dormían en los sillones de la sala.

Tristán se retiró a su estudio con lo que quedaba de la última botella de vino y se sentó frente a su computadora para continuar con lo que sería su siguiente paso en la creación de textos que hicieran creer a quienes los leyeran en la posibilidad de vivir mejor. Puso sus manos en el teclado y las palabras fueron saliendo una tras otra hasta llegar al final de la pagina, momento en el que no pudo seguir más y borró todo avance. Era imposible continuar.

Se levantó de su silla y recorrió sus libreros buscando algún título de su biblioteca que le abriera el portal de la máxima inspiración, pero lo único que encontró fue el rostro de Isolda imaginaria burlándose de él. Eran más de doscientos libros, uno más erudito que el otro y aún así no encontraba respuesta en ninguno. En algún momento hasta se sintió tentado a meter toda su biblioteca en cajas y regalarla o sacarla a la calle y que se la llevara la primera persona que pasara. Claro que no lo hizo, sabía muy bien cuánto valía cada tomo. 

Se acostó en el sillón de su estudio e Isolda se sentó junto a él —¿Te sientes frustrado Tristán—

—Me siento como Sísifo, teniendo que regresar al principio después de subir hasta la cima

—No te des tanto valor Tristán, solo te falta disciplina, estás muy mal acostumbrado a que te paguen demasiado bien por tus diatribas. Pero no te angusties, todo saldrá bien—

Continuará…

La próxima semana:

-¿Qué pasó con Leonor y Saúl?

-Fausto ofrece un concierto.

-Tristán por fin logra pasar más allá de la primera página.

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