La llorona Perchta

Aquel friolento día que invitaba a tomar café y galletas, parecía que no detenía a los chiquillos, que se les hacía tarde para empezar a hacer travesuras cerca del gran árbol navideño que habían puesto en su casa.

‒Sandy, no estés aventando a tu hermano, van a tirar el árbol. ‒ Gritaba Cira, la mamá. ‒ Esta niña se ha vuelto muy grosera y berrinchuda.

‒Son tiempos de no hacer diabluras, ya vez que cada año pasa alguna desgracia con los niños‒Dijo Lencha, dirigiéndose a Cira.

‒Sí, es extraño que durante doce días antes de navidad se aparezca esa señora fantasmagórica de cabellos negros y largos que ya conocemos y hasta se me enchina el cuerpo de nombrarla.

‒La llorona Perchta‒ decía Lencha, mientras se santiguaba.

‒Solo estos días pasan desgracias con los niños, como lo que le paso al niño de doña Ángeles ‒Le contestó Cira. ‒ Ya vez que después de estar molestando al gato y casi matarlo, de pronto ya no lo encontraban y a los pocos días apareció ahogado cerca del rio con muchos cabellos cerca de su cuerpo.

‒Es verdad, un gran mechón de cabellos negros es la señal que ella deja y cuando los chamacos ya son demasiado rebeldes hasta los llega a abrir en canal y rellenarlos de paja.

La mujer de la que hablaban se aparecía solo en esas fechas navideñas, y en los lugares donde ya habían desaparecido niños, la gente llegaba a escuchar su lastimero grito.

Se llego el día de navidad y todos estaban muy alegres con sus regalos menos Sandy, a quien no le había traído Santa Claus lo que quería, así que empezó a pelear con su hermanito y a reclamarle a su papá y a su mamá muy feo. Sandy se salió muy enojada de su casa y cuando se dieron cuenta de que no estaba salieron a buscarla.

Pasaron varios días hasta que la encontraron tirada cerca de la carretera que está ya para salir al otro pueblo, estaba abierta en canal, sin las entrañas, rellena de paja y piedritas y un mechón de cabello al lado, tal como acostumbraba dejarlos la llorona Perchta.

Siguieron días muy tristes después de la navidad y de pronto en esa casa y en los alrededores donde desapareció la pequeña Sandy, se llegaba a escuchar el lastimero grito que ya era conocido: ¡aaay miiss hiijoooos!

1 comentario

  1. Muchas felicitaciones a Delia Aguilar. Es muy interesante y creativa su versión que enriquece el mito de la Llorona.

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