Descrita en ocasiones como la obra de teatro más grandiosa de Shakespeare, Hamlet es tanto obra literaria como tratado filosófico sobre la existencia, haciendo una reflexión sobre preguntas existenciales sobre la vida, la muerte, la venganza, el destino, el amor y la familia.
En las obras de Shakespeare encontramos evidencia de su gran genio y pericia como autor, aunque vemos diferentes caras en las diferentes obras y géneros. Soy de la opinión de que en Hamlet encontramos evidencia de su profunda comprensión de la naturaleza humana y su habilidad para retratar la introspección y contemplación que son parte de la característica de la experiencia humana. Hamlet es la conjunción de contradicciones, un oxímoron andante donde encontramos una eterna tensión entre la razón y la emoción, entre el actuar y la pasividad, entre la sensatez y la pérdida de la cordura. Claro ejemplo del encuentro de estas fuerzas opuestas es el tan famoso soliloquio (quizás el pasaje más famoso de todo lo que escribió) que encontramos en la primera escena del tercer acto de la obra:
Ser o no ser, esa es la cuestión:
si es más noble para el alma soportar
las flechas y pedradas de la áspera Fortuna
o armarse contra un mar de adversidades
y darles fin en el encuentro. Morir: dormir,
nada más. Y si durmiendo terminaran
las angustias y los mil ataques naturales
herencia de la carne, sería una conclusión
seriamente deseable. Morir, dormir:
dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo;
pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno,
ya libres del agobio terrenal,
es una consideración que frena el juicio
y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién
soportaría los azotes e injurias de este mundo,
el desmán del tirano, la afrenta del soberbio,
las penas del amor menospreciado,
la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo,
los insultos que sufre la paciencia,
pudiendo cerrar cuentas uno mismo
con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas,
gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida,
si no es porque el temor al más allá,
la tierra inexplorada de cuyas fronteras
ningún viajero vuelve, detiene los sentidos
y nos hace soportar los males que tenemos
antes que huir hacia otros que ignoramos?
La conciencia nos vuelve unos cobardes,
el color natural de nuestro ánimo
se mustia con el pálido matiz del pensamiento,
y empresas de gran peso y entidad
por tal motivo se desvían de su curso
y ya no son acción. —
¿Qué es este texto si no una invitación al público de ponderar sobre el significado de la vida y el propósito de la existencia? Después de tantos años, seguimos cuestionando por qué hay sufrimiento y si vale la pena sufrir por algo más grande. Lo que nos lleva a considerar la universalidad de Hamlet. El entorno físico, momento histórico y circunstancias del príncipe en lo particular, no podrían ser más diferentes a aquellas que enfrentamos hoy día, sin embargo, las preguntas que se hace, las presiones que lo llevan al límite y El Conflicto, así con mayúsculas, de las que somos testigos en la obra, en lo general sí son parte de la experiencia humana de muchos de nosotros. En mi rol profesional como profesora de Preparatoria, he escuchado preguntas existenciales similares en boca de mis estudiantes, relacionadas con las expectativas de los padres (en el caso de Hamlet la petición del fantasma de su padre de que tome venganza), con la necesidad de ocupar un rol para el que no se está preparado ante un cambio de vida inesperado y radical, y la búsqueda y construcción de la identidad. De alguna manera, el proceso de Hamlet puede ser espejo de eso que todos vivimos en nuestro tiempo y a nuestra manera, y que muchas veces no es compartido con otros, sino experimentado en la soledad, por lo que vivirlo como público, y verlo proyectado físicamente en un escenario, o en su defecto, leerlo y tener acceso a lo más privado del personaje, es una experiencia que resuena con nosotros y que nos permite identificarnos con el príncipe, empatizar con su dolor, con su confusión, con sus preocupaciones, y en general con el abanico de emociones que experimenta a lo largo de la obra.
Como bien dice Harold Bloom (2006) el personaje del príncipe trasciende la obra y acapara la obra entera. Tal vez lo que lo vuelve tan magnífico es precisamente su entera humanidad y el acceso que tenemos como lectores – o público – a su diálogo interno y a su cuestionamiento metafísico, traducido en la ponderación continua de todo aquello que ocupa su espacio mental. En este sentido, soy de la opinión de que el enfoque en Hamlet está menos en la trama y más en el personaje del príncipe. La trama de Hamlet, que podría resumirse fácilmente y entretener al interlocutor, no captura, en sí misma, la trascendencia de la obra ni explica su bien merecido lugar en la historia de la literatura. Es necesario acompañar al príncipe a lo largo de todo su proceso interno para apreciar la complejidad humana a la que invita. De hecho, como lectores acompañamos al príncipe en su crisis existencial. De acuerdo con Butėnaitė, Sondaitė y Mockus (2016) una crisis existencial tiene tres componentes: el emocional, el cognitivo y el comportamental. El componente emocional incluye dolor, desesperación, desesperanza, un sentido distorsionado de integridad, vulnerabilidad, culpa, miedo, soledad y ansiedad; elementos que vemos reflejados en sus soliloquios y en sus conversaciones a lo largo de la obra, especialmente en los primeros actos. De hecho, al principio de la obra, en el soliloquio en la segunda escena del primer acto, vemos esta explosión, por momentos poco elocuente, de emociones como la repulsión, el dolor, el enojo y el duelo. De acuerdo con Mabillard (2000) la función de este primer soliloquio es precisamente revelar el estado del mundo interno del príncipe: su profunda melancolía. Por su parte, el componente cognitivo incluye una pérdida de significado y objetivos, la consciencia del propio final, una pérdida o cuestionamiento de valores personales y conflictos en la toma d decisiones. Nuevamente, podemos ver estos elementos claramente en el proceso que el príncipe atraviesa a lo largo de la obra, de forma particularmente notoria antes de su viaje en el acto IV. Finalmente, el componente comportamental se caracteriza por acciones restrictivas, rituales, pérdida de relaciones interpersonales, problemas de salud, entre otras.
En el caso del príncipe, vemos que las condiciones en las que se encuentra tras la muerte de su padre y el encuentro con su fantasma propician precisamente la crisis interna que le lleva a cuestionamientos sobre el sentido de la vida, la inevitabilidad de la muerte y la complejidad de la moralidad. A través de los conflictos internos que tiene el príncipe, entonces, Shakespeare resalta la consciencia de la propia existencia y trascendencia, así como todas las emociones complejas que son inherentes a la condición humana. En la genialidad de su escritura, transforma la atmósfera de la obra, abriendo una ventana a la privacidad de la experiencia humana, metiéndonos a lo más profundo de otra persona (en este caso, personaje), confrontándonos con nuestros propios cuestionamientos existenciales y obligándonos a contemplar nuestra propia condición humana.
Un punto más que quisiera abordar en el presente ensayo son los dilemas éticos que encontramos en la obra y la ambigüedad moral que los rodea. En este sentido Claudio es un personaje sumamente interesante: es un hombre que mató a su hermano para usurpar el trono y casarse con su esposa y que a todas luces podríamos interpretar como villano. ¿Sería ético que el príncipe entonces vengara la muerte de su padre y matara a su tío? Si se decide que es justo hacerlo, ¿cuáles son las implicaciones personales y emocionales para Hamlet? Hoy día está bien documentado (cita) que tener un rol activo en la muerte de otra persona tiene un efecto psicológico en la persona, aun cuando pueda justificarse la acción. A lo largo de la obra, vemos la incertidumbre que tiene Hamlet de vengar la muerte de su padre; y si uno es pragmático, también vemos el efecto en cantidad de vidas perdidas cuando por fin intenta hacerlo. En muchas ocasiones, la vida nos presenta a todos situaciones donde tomar una decisión presenta un dilema ético, con consecuencias que pueden tener un alto costo personal, aun cuando se actúe de forma justa o ética. Precisamente, una de las realidades de la vida es que actuar bien no necesariamente lleva a una consecuencia positiva o mejora en la calidad de vida. Al contrario, un actuar ético lleva, en muchas ocasiones, a mayores complicaciones y a no obtener un beneficio personal que podría resultar deseable o atractivo.
Para terminar, me uno al sentimiento del dramaturgo Drew Lichtenberg (2017) cuando dice que nunca dejaremos de regresar a Hamlet porque nunca terminaremos de hacer sentido de Hamlet. Estoy segura que regresamos a Hamlet no solo por su valor literario y su grandeza sino también porque nos permite interpretarlo y reinterpretarlo de acuerdo a nuestras circunstancias en cualquier momento dado, y que esa segunda, tercera, cuarta lectura es distinta a la anterior y nos revela algo nuevo de Hamlet y de nosotros mismo. Termino con la idea de Lichtenberg de que quizás Shakespeare sufría ese mismo destino del eterno retorno y Hamlet es la obra que no pudo dejar de escribir.
Bloom, H. (2006). Shakespeare: la invención de lo humano. Anagrama.
Butėnaitė, J., Sondaitė, J., & Mockus, A. (2016). Components of existential crisis: A theoretical analysis. International journal of psychology: a biopsychosocial approach, (18), 9-27.
Lichtenberg, D. (2017) HAMLET: Great Play or the Greatest Play? or, What Happens in Hamlet (with apologies to Dover Wilson), publicado en el sitio de la Shakespeare Theatre Company, disponible en: https://www.shakespearetheatre.org/watch-listen/hamlet-great-play-greatest-play/
Mabillard, A. (2000) Hamlet Soliloquy Analysis. Shakespeare Online. Disponible en: http://shakespeare-online.com/plays/hamlet/soliloquies/tootooanalysis.html

Karen Wagner Sinniger es profesora de filosofía, inglés y literatura en nivel medio superior. Es una lectora ávida y escribe en sus ratos libres. Su escritura se caracteriza por una escritura clara, sensible y profundamente reflexiva, en la que la literatura se convierte en una vía para explorar las dimensiones éticas, existenciales y simbólicas de la experiencia humana.
Karen Wagner Sinniger es Licenciada en Procesos Educativos, tiene una Maestría en Ciencias Cognitivas y está estudiando un doctorado en Filosofía.
