LA ABUELA
Morir a cada instante
sólo significa que vivo.
Aún no nazco
y la imagen de la abuela
ya está grabada.
Una mortaja demasiado nueva,
tanto en la carne del infante.
El ardor de las velas y el llanto
es todo cuanto pasa, y las cosas
pasan en cada pared del
laberinto.
En cada calle.
En cada recodo.
En cada largo que promete ser salida y no cumple
Nunca cumple.
Una caravana y su rostro
diferente
a cualquier otro.
No reconozco el gesto, no el sueño de aquella mujer
anciana que es silencio.
Conozco el concepto,
no el cuerpo anochecido
cuyas estrellas
rutilantes son el fuego:
un beso, una caricia.
Mujer que para verte usa las manos.
Ojos nebulosos y arrugas
tantas que no significan nada.
Hasta que ya es nada.
Hasta que la promesa del tiempo
se revela demasiado pronto.
Siempre pronto.
Porque el tiempo inflama los pulmones.
Porque cada paso es tiempo.
Y él te abraza.
Quieres alejarte del fuego,
no puedes.
Morir
sólo puede significar que vivo.
Líbranos del mal
Los pulmones le fallaron
un día
y del abuelo no volvió su risa
sólo un cajón
y muchas velas.
Desde entonces el abuelo
olió a incienso.
El espejo de la Dolorosa en un recodo
y los perfumes de las gerberas.
El calorcito apretándose a la gente como el sudor evaporado
una bruma su recuerdo
y su voz hendida
La letanía se clava
aquí en el vientre:
Ruega por él.
Risas las voces.
Ruega por él.
Y el rumor de un llanto.
Ruega por él.
Rosarios diferentes en manos de cada mujer.
Ruega por él.
Cristales y madera los crucifijos.
Ruega por él.
Revolotea su Cristo cuando la avemaría.
Ruega por él.
Son tantas las formas del dolor.
Líbranos del mal
(pero el mal lo llevamos dentro).
Y yo quiero que antes me libre de los
abusivos,
Espejo de justicia.
de los golpeadores,
Virgen poderosa.
de los violadores,
Madre inmaculada.
de los manipuladores,
Vaso digno de honor.
de la tristeza,
Causa de nuestra alegría.
de la incertidumbre
Reina de los Profetas.
Y acaso todos lloran
porque llevan fuego adentro
y como las velas nos mermamos
hasta que el dolor se ha evaporado,
hasta que somos menos que la huella de la cera.
Y temí que también se consumieran
las esas tantas voces,
y los tantos nombres,
como dicta la promesa,
que al abuelo le cumplieron.
Pavel R. Ocampo. Nacido en Acapulco, Guerrero.
Obtuvo el Premio Nacional de Cuento Corto José Agustín, y el Premio Estatal del mismo nombre. Ha obtenido menciones honoríficas en el XX Premio FILIJ de Literatura Infantil y Juvenil, en el Quinto y Sexto Premio Nacional de Cuento del SNEST (Sistema Nacional de Institutos Tecnológicos, 2012 y 2013). También fue finalista en el concurso nacional de literatura Gran Angular en el 20014 y 2020, y ha sido beneficiario del Programa al Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Guerrero (PECDAG) en el año 2013 con el proyecto “Acapulco, respuestas”.
Sitio web: https://www.lssiel.com