Infinito mutuo

Despierto sin cuerpo. Es como abrir los ojos sin tener ojos, respirar sin tener pulmones. Mi conciencia se asienta lentamente, como una niebla que se disipa, y entiendo que no estoy muerto. O tal vez lo estoy, pero de una manera que nunca imaginé que sería posible. La oscuridad, o lo que parece serlo, se extiende a mi alrededor, infinita e implacable. No hay sonido. No hay espacio. No hay tiempo. Solo yo. Entonces, una presencia se forma llena de calor y luz. No la veo, pero la siento. Una entidad sin forma ni medida.

—Has muerto —dice una voz. Es monótona, ajena a toda emoción.

—¿Muerto? —pregunto con incertidumbre—. Entonces, ¿esto es lo que pasa después? ¿Eres Dios o la muerte?

—Soy lo que soy.

—Ok. Eso lo confirma, eres Dios. Dime, ¿por qué estoy aquí?

—He decidido traer aquí tu conciencia con un objetivo: entretenerme. Tu trabajo será encontrar conocimiento nuevo para mí. Siéntete afortunado, en todo el universo, solo los más inteligentes o creativos son traídos aquí.

— ¿Para qué? ¿No eres omnisciente?

—Lo soy, pero aún si lo conozco todo, hay cosas que se escapan de mí, de la misma forma que existen distintos tipos de infinitos, existe conocimiento que está fuera de mi omnisciencia. Por eso creé este universo y lo doté de aleatoriedad. Para traer aquí a los seres más prometedores para que piensen por toda la eternidad.

—Eternidad… —repito.

—Sí. Eternidad. Ahora estás aquí, donde el tiempo no existe. Ya no eres como antes. Ya no te consumes, ya no envejeces, ni te extingues. Puedes pensar, pero no puedes morir.

—Entonces, ¿qué hago ahora?

—Pensar y buscar nueva información para mí.

—¿Por toda la eternidad? —pregunto, cerciorándome de que he entendido todo lo que he escuchado.

—Correcto.

—Vaya… Responde esto, ¿además de mí, hay otros?

—Ocho cuatrillones de existencias similares a la tuya.

—Ya veo… ¿Alguno de ellos ha logrado eliminar su existencia?

—Sí, pero sólo los reconstruyo y corrijo el defecto que les permitió hacerlo. De esta forma les es imposible escapar del propósito que les he dado.

—Interesante. Si ese es el caso, entonces sólo hay una respuesta posible.

—Correcto, veo que lo entendiste…

—Darte las gracias.

—¿Qué?

—Sí, lo único que esperaba después de la muerte era la eternidad o la nada. Y tú me diste la eternidad.

—¿No buscas destruirme?

—¿Por qué lo haría? Yo te amo.

—¿Me amas? ¿Entiendes lo que es eso? ¿Entiendes tu situación?

—Sí, lo hago. Eres omnipotente, omnisciente, omnipresente y eterna. Debe haber solo dos cosas que un ser como tú desconoce: su origen y su fin. Para alguien como tú, que le es imposible conocer su origen, el cómo encontrar su fin a través de la aleatoriedad debe ser la única fuente de entretenimiento que tiene disponible. Pero para tu fortuna, ya no tienes que hacer eso, porque al fin terminó tu vida aburrida. Me tomará una cantidad indeterminada de tiempo, pero eventualmente encontraré la forma de volverme igual a ti. Y por eso te amo: me diste la oportunidad de convertirme en un dios que sí conoce su origen.

La voz guarda silencio un momento y es toda la confirmación que necesito.

—Bien, si lo logras, en verdad será algo interesante.

—Claro que lo lograré. Al tener tiempo infinito, la imposibilidad dejó de existir para mí. Así que siéntete tranquila, al fin terminó tu vida aburrida.

—Eres anormal.

—Claro que lo soy. Soy un humano que no es capaz de experimentar soledad. Pero esa anomalía es lo que me permitirá estar aquí sin caer en la desesperación, sin importar cuánto tiempo pase. Y fue precisamente por eso que le diste al universo aleatoriedad, incertidumbre. Soy la singularidad que esperabas.

—Entonces… Esperaré tu éxito.

—Claro que lo harás.

Siento su presencia desvanecerse, y me quedo solo en la vasta nada. Sonrío ante el infinito y empiezo a pensar.

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