Llegué al laboratorio a través del pasillo central de la nave. Puse la palma de mi mano en el detector y la puerta se abrió, dividida en sus 5 hojas de cristal ultragrueso. Entré y las luces se prendieron automáticamente, la temperatura del lugar era confortable y no se escuchaba más ruido que el de algunos equipos electrónicos, que seguramente usan pequeños ventiladores internos. Prendí la vieja grabadora que tengo en mi lugar de trabajo, para escuchar a un volumen bajo mientras empezaba a disponer todo para el trabajo del día.
Seleccioné el cassete de “Men at work”, un material del siglo XXI que me hace sentir optimista y relajado. Inicié con los protocolos de arranque de varios equipos que requieren ser encendidos cada vez que se usan. Abrí la puerta del refrigerador y saqué varias cajas de Petri y frascos conteniendo soluciones y reactivos. Coloqué todo en mi mesa de trabajo y me dirigí a la zona de animales experimentales. Las jaulas estaban -extrañamente- bajo un silencio poco confiable.
En la primera sección hay monos y roedores. Al mirar dentro del las jaulas me percaté de que los especímenes estaban por los suelos, quizás aun dormidos, cosa que es extraña. Mas adelante están las jaulas con aves y ahí si mi sorpresa fue mayúscula. Las aves aun dormidas permanecen en los columpios o los nidos artificiales, pero esta vez, estaban tirados sobre la superficie y no parecían precisamente tomar una siesta. Una sensación rara me recorrió el cuerpo. No abrí ninguna de las jaulas.
Regresé lentamente a la zona de experimentación y fue cuando oí un chirrido, un sonido extraño en este pequeño laboratorio instalado ya hace años en este planeta tan alejando a nuestro hogar. Parecía que algo corría alrededor del laboratorio sin que yo pudiera observarlo, solo oírlo. Empecé a sudar y fue cuando decidí salir del laboratorio, cumpliendo el plan de seguridad. Cuando llegué a la puerta y puse la mano en el vidrio, se escucho una pequeña descarga eléctrica y la puerta no abrió, Se fue la luz en todo el laboratorio y quede alumbrado únicamente por la tenue luz rosácea del sistema de seguridad. Al fonde del laboratorio se veía una luz mortecina y los ruidos empezaron a crecer en cuanto a su intensidad y su frecuencia. Volví a intentar abrir la puerta, pero es sistema estaba enloquecido. Corrí al intercomunicador más cercano y a tientas marqué los dígitos de llamada de emergencia.
SOS-SOS-SOS
Eran las letras que aparecieron en la carátula del comunicador, pero no hubo ninguna respuesta. Empece a notar que los ruidos que provenían de la sala de especímenes, se empezaban a acercar hacia mi…

Luis G Torres nació en la CDMX, hoy avecindado en Cuernavaca Morelos desde hace años. Es egresado de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay, de Morelos. Ha participado en cursos y talleres de cuento con Frida Varinia, Daniel Zetina, Miguel Lupián, Alexander Devenir, Gerardo H. Porcayo, Roberto Abad, Efraim Blanco y otros. Ha publicado en una treintena de revistas electrónicas. Otros cuentos están incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas. En 2021 publico en INFINITA su primer libro: Pequeños Paraísos perdidos, y el año de 2022 Sin Pagar boleto, cuentos y narraciones de viajes por México. En febrero del 2023 presentó su tercer libro de cuentos INQUIETANTE, bajo el sello de Infinita. En enero de 2024 presentó su más reciente libro de cuentos, titulado OMINOSO y este 2025, completó la trilogía con el libro IneXorable (Ambos en editorial Lengua de Diablo). Colabora activamente en la revista LETRAS INSOMNES.
