Emergencia

Ese día me di cuenta de que, con la mejilla adherida al piso, siempre le había visto
de reojo los tobillos a la vida. Con la escasa fuerza que me quedaba, alcé unos
cuantos centímetros la cabeza. Tengo la convicción, de que, a la vida, le pude ver
el chamorro y el borde de la rodilla. Después de que me golpeaste hasta el
cansancio, después de que me insultaste, después de que me tiraste al suelo,
después de que me diste a matar; así, en ruinas como quedé, empecé a salir del
pozo oscuro en el que me habías hundido.


En silencio, me restregué con coraje las lágrimas, me apoyé con el codo, me
levanté y emergí.

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