Hace tiempo me encontré un pequeño libro, con hechuras más bien modestas pues era una de esas ediciones de bolsillo, y llamó mi atención porque en la introducción decía que era “Una guía completa hacia la felicidad” (W. Sheldon, 1996), y como en aquel entonces yo pasaba por una crisis tanto personal como profesional, me pareció buena idea darme la oportunidad y a su vez dársela al humilde libro.
El pequeño gran libro manejaba varios conceptos y principios, utilicé aquellos que pude adaptar a mis circunstancias y, sacudiéndome los múltiples temores y pensamientos negativos, me concentré en mi nueva realidad personal y laboral. Entonces pude, de a poco, salir adelante.
Los siguientes años de mi vida los viví enfrentando retos y dificultades sí, pero afrontándolos con determinación y éxito, en mi papel de esposa y madre, y como funcionaria pública me entregué con pasión al servicio, viví quince años de trabajo arduo y satisfactorio: cinco años de servicio como supervisora distrital y diez como coordinadora estatal. Finalmente, el libro lo regalé a una amiga que, igual que yo años atrás, comenzó un periodo de crisis o como le llama la gente “un periodo de acomodamiento”.
Por azares del destino terminé mi relación laboral como funcionaria pública y me vi iniciando un nuevo proyecto, ahora como empresaria: una tienda en línea con sitio web y un blog, el cual rellené con artículos de mi propia autoría. El emprendimiento funcionó bien al principio, luego vino la pandemia del Covid-19 que cortó las cadenas de suministro y después de dos años, tuve que dar por terminado el proyecto.
La urgencia de mejorar la salud financiera familiar me llevó a buscar un empleo, el cual afortunadamente localicé después de un año de sufrir disfagia, padecimiento que me llevó al hospital y al consultorio de varios psiquiatras. Sin embargo, nada me detuvo, y en mis ratos libres como empleada del área legal de la empresa donde trabajo, hoy tengo en marcha un nuevo emprendimiento, esta vez en un ramo muy dinámico. Esta vez tengo socios, no estoy sola, y esta vez estoy mejor preparada; pues las pérdidas del pasado me han dejado gran enseñanza.
Hoy reflexiono sobre mi pasado próximo y, me doy cuenta que tardé tres años en cerrar un ciclo para abrir otro, ese “nuevo acomodamiento” me costó casi la vida, sin mencionar la fuerte carga emocional que significó para mi familia y, en este punto, me asalta la sospecha de si todo fue provocado por el gran apego hacia el trabajo anterior que yo consentí deliberadamente, recordando con melancolía a mis ex colegas, sintiendo el hastío taladrar mi alma al comparar constantemente el lento ritmo actual contra el torbellino del trabajo anterior En fin, no hice sino aferrarme al pasado.
Y es que cuando la vida te entrega una nueva realidad, no puedes rehusar aceptarla, porque cuando un ciclo acaba, te lo digo por salud propia, hay que aceptarlo, porque si no dejas ir aquello, si no sueltas con decisión los restos de ese periodo, te pueden destrozar; y cuando digo fin de un ciclo y comienzo de otro, me refiero a eventos dolorosos como sufrir un divorcio o terminar la relación con tu pareja, cuando un ser muy querido parte de este mundo o cuando tus hijos se emancipan, cuando tienes un accidente y sobrevives, cuando pierdes tu empleo o lo cambias por otro y dejas de ver a tus compañeros y amigos, etc.; entonces, es mejor desprenderse de aquello, agradecer al eterno por los “años maravillosos” y ver con optimismo y curiosidad la nueva etapa que, puede ser o no un momento lastimoso, todo dependerá de la perspectiva en que lo veas.
Hoy atravieso “un nuevo acomodamiento” y repaso en mi mente aquellos viejos conceptos y principios del modesto libro, y viene a mi memoria un principio que hasta hoy logro comprender más ampliamente: “La Ley del Péndulo”, W. Sheldon explica que nuestras vidas semejan un péndulo que va y viene continuamente. Si actualmente atraviesas una época dolorosa, en un tiempo determinado vivirás otra de felicidad; de igual forma, de la dicha eventualmente retornarás a la desdicha, y de cada quien depende, según la actitud positiva o negativa con que se asuma el embate del péndulo, el tiempo que tarde éste en desplazarse al lado contrario, incluso mencionaba que mientras más espiritual seas, menos sufrirás la embestida del péndulo, debido específicamente a que, a mayor espiritualidad, menor es el apego.
Desde entonces comprendí el significado, pero ahora lo veo con mayor claridad. La vida, el mundo y sus elementos, el cosmos, todo se mueve en un vaivén infinito, así es como funciona todo, son ciclos interminables: cortos, medianos, grandes, e ¡increíblemente grandes! lo vemos todos los días: el sol naciente y el sol de poniente, los ciclos de la luna se repiten constantemente, la tierra gira siempre a la misma velocidad de traslación, va y viene a 107,280 kilómetros por hora ¡con nosotros encima!, su movimiento rotatorio a 1,670 kilómetros por hora describe una vuelta para comenzar otra. En nuestro sistema solar los planetas dan vueltas al sol una y otra vez y, seguramente las estrellas que vemos en el cielo infinito también tienen sus propios planetas que hacen exactamente lo mismo . De igual forma los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y luego mueren; incluso las olas del mar eternamente van y vienen… Bajo este principio universal, yo no dudo que el ser humano también vaya y venga infinitamente a este mundo o a cualquier otro, naciendo y muriendo constantemente, buscando su propia evolución, perfeccionando su manera de vivir y aprendiendo a dar amor, amor sin condiciones.
Hoy por fin digo adiós a un ciclo fascinante y feliz de mi vida laboral, para dar la bienvenida a otra etapa que, de manera diferente, pero no menos cautivante, no me dará sino igual o mayor satisfacción que la anterior, porque ahora sé que la vida es un vaivén y que a veces es necesario morir para poder renacer y, sin importar lo doloroso que sea, debes estar dispuesto a enfrentarlo como un salto cuántico, como un neonato al ver la luz del mundo. Hoy también sé que para ver la aurora tuve que resistir una larga noche oscura y ahora puedo decirlo con certeza: al fin logré que el péndulo en mi vida regrese a un nuevo periodo de dicha.
Amparo Ramírez (55 años). Nació en Agusacalientes, Ags. Carrera universitaria Lic. En Contaduría Pública. Especialización en Sistemas de Calidad. Empresaria.
Géneros literarios favoritos: Narrativa, poético y dramático
Escritora por distracción, escribo lo que sea, incluyendo temas de crecimiento humano y espiritual (no religioso).
Felicitaciones a Amparo Ramírez, por su pluma tan sensible, por la calidez con la que escribe las reflexiones sobre los cambios en su vida.