“Aún nos queda José José”, decía el mensaje de una foto que circuló en las redes sociales el 8 de septiembre de 2019. En ella aparecían Juan Gabriel, José José, Camilo Sesto y Rocío Dúrcal, cuatro baladistas que alcanzaron la cúspide del éxito en los años setenta y ochenta. Ese día había muerto Camilo Sesto. Veinte días después, el 28 de septiembre, moriría el Príncipe de la Canción.
La memoria de varias generaciones de mexicanos y latinoamericanos atesora la letra de las canciones interpretadas por El Príncipe, indispensables en la recta final de fiestas pródigas de licor o en la soledad que supura el veneno de un amor ingrato.
En el parque La China de la colonia Clavería se encuentra una estatua de José José, quien en su niñez y juventud vivió en el número 32 de la calle Tebas. El domingo posterior al fallecimiento, ahí se concentraron alrededor de mil doscientos fieles que siguieron a coro la interpretación de sus imitadores.
El animador pide un aplauso para el Niño, un joven de aproximadamente 24 años, vestido de impecable traje negro y moño al cuello; interpreta Mientras llueve y Qué difícil es. Al ritmo de la canción los asistentes mueven los brazos por encima de sus hombros.
Después sube al estrado José Aurelio, un hombre de aproximadamente 60 años cuya voz es extraordinariamente parecida a la de El Príncipe; canta con sentimiento, y arranca palmas a la concurrencia.
El animador pide una porra y la gente grita: “a la bio, a la bao, a la bim, bom, ba, José, José, ra ra ra”. Enseguida aparece en el escenario Ángel Salomón, un niño de siete años, vestido con traje y moño azules, interpreta a capela El triste. Posteriormente, a pregunta expresa, dice que escucha las canciones de José José desde los cuatro años. Un nicaragüense, que se dice amigo de Adán Torres, el autor de Almohada, entona esta emblemática canción.
Pese a la vigilancia de media docena de patrullas, algunos asistentes aprovechan la ocasión para hacer honores a Baco, liban sin preocupación cubas y cervezas. Condescendiente con el duelo de los bebedores, la policía se limita a observarlos. Alguien entre la multitud grita, “¡Hoy es día de peda nacional!”, expresión que recuerda involuntariamente los excesos que El Príncipe tuvo con el alcohol y las drogas.
Son las dos de la tarde, el conductor del evento anuncia a la concurrencia que a las seis se llevará a cabo una misa en la parroquia de San Álvaro, ubicada a medio kilómetro. Minutos después un hombre de aproximadamente 60 años, alto, barba de candado, vestido de mezclilla y playera negra, sube al escenario. Es Rogelio Fernández, el artista que realizó la escultura de José José develada en julio de 2012. Cuenta que le llevó cuatro meses hacerla, que las ocasiones en que José José estuvo en su estudio nunca le hizo plática ni preguntas impertinentes que lo hicieran sentirse incómodo. Dice que la postura del cantante en la escultura simboliza a Cupido: José José sostiene un micrófono con la mano derecha a la altura del corazón, mientras que con la izquierda sostiene un arco imaginario que lanza el dardo de una canción. Al pie se lee una frase del poeta Virgilio: omnia vincit amor, el amor lo puede todo. Fernández comenta que cuando El Príncipe vio terminada la escultura, le expresó: “querido hermano, nosotros somos el tiempo de Dios.”
Una anciana de 88 años, asida a su bastón, llora y enjuga sus ojos pequeños, su pesar es notorio, dice que llora porque “lo siento, era nuestro artista, nuestro cantante y escuché mucho sus canciones“; su nieta, de 18 años, afirma que la canción que más le gusta es El triste.
La señora Guadalupe Tello dice que la muerte de José José “no es pérdida, la persona se muere, pero se queda la leyenda. Desde que estaba yo en la secundaria –ahora tengo 60 años– lo escuchaba, era mi amor platónico. Las canciones que más me gustan son El triste, 40 y 20, La nave del olvido y Por una sonrisa tuya.”
La señora Dulce destaca que siente la muerte del cantante porque vivió muchos años en Clavería, con su mamá y su tía.
Erika Luz afirma que llegó a José José porque lo escuchaban su mamá, sus tías y su abuelita; “la canción Amar y querer me mata, es la que más me gusta”; prosigue: “es una lamentable pérdida porque era una excelente voz, como él nadie, no va a existir nadie que tenga esa voz.”
Son las voces y sentimientos de distintas generaciones con un mismo ídolo.
El desfile de imitadores no cesa, todos hacen fila para rendirle tributo al Príncipe de la Clavería. Pasadas las tres de la tarde hace su aparición José Alejandro, proviene de Ecatepec y tiene 15 años imitando a José José. Su parecido físico con el recién fallecido es notorio, pero su voz lo es más. Su caracterización es muy cuidada: saco azul, pantalón negro, moño azul, camisa blanca con mancuernillas y anillos en ambos anulares. El público le responde entonando éxitos como Seré, A ésa, Mi vida y No me digas que te vas. Mientras canta, una asistente reparte tarjetas entre el respetable. La publicidad reza: “El doble de José José. Voz e imagen de El Príncipe de la Canción. Contrataciones 5531125…”
El aforo de la parroquia de San Álvaro es de aproximadamente 220 personas sentadas. Al principio, el párroco dio el nombre de las personas a las que dedica la misa, entre ellas, José Rómulo Sosa Ortiz. Muchos asientos quedaron vacíos, la cantidad de fans que se esperaba no llegó, tampoco se presentó el animador que insistentemente invitó a misa, ni mucho menos las decenas de imitadores. Quizá pensaron que la mejor misa era seguir la fiesta, entonando las canciones de El Príncipe.
José José murió en Miami, Florida, a los 71 años de edad. En el último tramo de su vida fue afectado por un cáncer de páncreas. La letra de una de sus canciones es una suerte de epitafio para una vida de éxito y excesos: Un día llegará que ya / de tanto ir y venir rodando / el cuerpo me dirá que no / que pare, que ya está cansado. / Un día llegará quizá / que tenga que pagar muy caro / por no saber decir que no / al ansia de llegar más alto.
(Ciudad de México, 1961) Profesor de educación primaria, historiador y periodista egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Sus textos se han publicado en los portales de Etcétera, Educación Futura y Nexos, entre otros. Es autor del poemario Tiempo Transcurrido (2000).
Excelente tu artículo, querido amigo Alberto Sánchez. Saludos afectuosos. Soledad Deceano Osorio.
Magnífica crónica mi estimado y admirado magister, hace recordar a un verdadero prodigio de la canción mexicana.
Fwlicidases Alberto admiro tu profesionalismo y tu carrera
La voz murió antes que la persona. Lamentable. En fin, la vida sigue y las leyendas quedan para ser bien narradas. Gracias por compartir.
Sigo la trayectoria de mi muy querido amigo y colega, este artículo como siempre deja un buen sabor de boca ya que ha sido escrito por una pluma magistral, nos hace sentir parte de lo que plasma en el papel, y siempre nos deja ávidos de más, de otra narración ya que tiene ese toque de familiaridad que nos atrapa. Felicidades!!!
Excelente narración de la crónica de un suceso de la cultura popular mexicana citadina. Homenaje a la vida y obra del cantante José José. Gracias Alberto por trasladarnos a ese sitio a ese evento ayudarnos a vivenciarlo con la imaginación
..
Padrísimo recorrido por la pista histórica de vida del gran José José. Gracias por llevarnos a los buenos recuerdos y a reconocer el talento humano que hace brotar las emociones más profundas del alma. Mis respetos y Admiración por siempre, estimado Alberto Sánchez.
Excelente descripción y narrativa del momento, mi estimado colega. Éxito!!
Gracias por compartir tan extraordinaria narración la persona no muere pasa a otro mundo trascendental porque sigue viva en todas aquellas personas que siguen escuchando su música
Excelente descripción del homenaje al príncipe de la canción, homenaje de la gente de su barrio, siempre el barrio dará identidad, independientemente que éste sea humilde, bravo, complicado, tranquilo o bonito. Felicidades querido profe. Quedo en espera de su próximo artículo.
A José José lo escuché en mi juventud y lo sigo escuchando. Su legado trasciende las generaciones. Así como mi madre escuchaba a Javier Solís o a Pedro infante y despertó el gustó por la musica de su generación a su familia, que perdura hasta nuestros días. Gracias por este bello recuento.