Solo hubo tres días felices en mi vida: el primero fue cuando fundé mi empresa, el segundo cuando me casé y el tercero cuando nació mi hijo, Christian, jamás pensé terminaría maldiciendo este último.
Su nacimiento llegó en un momento crucial de mi existencia, aun cuando a mi compañía le iba bien, un fuerte golpe había sacudido mi mundo. Daniel, mi socio y mejor amigo, había desaparecido y a pesar de las investigaciones realizadas, nadie pudo dar con su paradero.
Yo me sentía devastado, desde niños fuimos como uña y mugre, pero también muy diferentes, siendo yo un tipo serio, devoto de la lógica y las matemáticas, y él alguien carismático amante de temas sobrenaturales como la reencarnación. Aunque distintos, juntos logramos levantar una exitosa compañía de seguros, siendo Daniel el encargado de conseguir a los clientes y yo el responsable de llevar sus cuentas, éramos un equipo increíble, más no ajenos a las confrontaciones, llegando a discutir en múltiples ocasiones por nuestra forma tan dispar de manejar el negocio. Al final siempre terminábamos arreglándonos cuando él aceptaba que yo tenía razón.
Después de su partida, por mucho tiempo estuve triste, pero todo cambió cuando sostuve al pequeño Christian por primera vez entre mis brazos, apenas sentí el tacto de su cabecita, la tristeza desapareció y me juré que, de ahí en adelante me convertiría en el hombre más justo y recto que pudiera ser.
Los años pasaron y todo parecía perfecto, a mi compañía le iba bien, mi esposa era más que feliz y mi niño y yo, nos habíamos convertido en los mejores amigos, estar a su lado era como estar con Daniel, igual que a él le encantaba ver el beisbol, tenía las mismas teorías locas sobre las otras vidas y también poseía un pequeño lunar en forma de nube, solo que en lugar llevarlo bajo el ojo izquierdo, el suyo estaba posicionado sobre su frente.
Lamentablemente, todo cambió cuando llegó a los quince años, de pronto mi querido hijo adquirió un carácter más que hostil conmigo, apenas si me hablaba y las pocas veces que llegaba a hacerlo, era solo para recriminarme cosas relacionadas con la empresa.
Pasaron muchos meses de disgustos y reproches hasta que un día, finalmente me dijo que quería enmendar las cosas conmigo, pidiéndome que hiciéramos un viaje de caza a la cabaña que yo tenía a las afueras de la ciudad, su petición me tomó por sorpresa, ya que aquel sitio era el lugar a donde Daniel y yo íbamos a limar asperezas cada vez que discutíamos, jamás le había contado de ella, ni siquiera mi esposa la conocía, aunque supuse que debió ver alguna foto de ella en mis viejos álbumes.
Yo no había pisado aquel sitio en años, tenía mis motivos para no hacerlo, pero al ver a mi hijo tan entusiasmado me fue imposible decirle que no y tras acceder, empacamos todo lo necesario y emprendimos el viaje, durante el trayecto las cosas volvieron a ser como antes, mi niño y yo charlamos sobre beisbol, escuchamos un poco de buena música e incluso le di unos cuantos consejos sobre chicas.
Cuando llegamos a la cabaña quise prepararla para nuestra estancia, pero cuando me disponía a arreglar un poco, Christian insistió en que aprovecháramos la poca luz de día que aún quedaba para ir a cazar, le dije que eso podía ser peligroso, pero él no dejó de rogarme y con el fin de no iniciar otra pelea, terminé aceptando y después de agarrar cada uno un rifle, nos adentramos en el tupido bosque.
El estar de nuevo entre los arbustos y pinos hizo que mis memorias se sacudieran y emocionado, traté de contarle varias historias a mi hijo, pero sin importar cuanto le contase, él solo asentía sin importancia mientras parecía estar buscando algo, sin embargo, aquello era imposible, pues era su primera vez en aquel bosque, no había nada que estuviera tratando de encontrar, aun así, él se movía con tanta naturalidad que, sin darme cuenta, lo perdí de vista.
“¡Papá!”, gritó a la distancia y aun sin ver nada delante de mí, salí corriendo siguiendo su voz y después de atravesar unos espinosos arbustos, tropecé de lleno en una zanja, rompiéndome el tobillo en el acto, fue ahí cuando mi hijo apareció con su rifle entre las manos y una extraña mirada que nunca había visto en sus ojos.
Le pedí que me ayudará a levantarme, pero en lugar de tenderme una mano, me preguntó si recordaba aquel sitio y ante mi negativa, me apuntó con el arma y ordenó que comenzará a escarbar, obedecí sin dudarlo y comencé a remover la tierra con mis propias manos, rasqué el suelo por tantas horas que mis uñas se cayeron y mis dedos comenzaron a sangrar, pero al final pude dar con aquello que Christian me hizo buscar, el cráneo de quien en su día fue mi mejor amigo, entonces lo recordé; sí conocía aquel sitio, fue el último lugar donde vi a Daniel con vida.
―¡Entrégamelo! ―ordenó con un tono de voz distinto.
―¿Como supiste lo que hice?.
―Hay cosas que no se olvidan y heridas que no sanan, ni siquiera en la otra vida ―respondió mientras señalaba el lunar en su frente para luego hacer lo mismo con el agujero de bala en la de la calavera.
―¿Daniel? ―Apenas si podía creerlo.
―¿Por qué lo hiciste?, ¡pensé que éramos amigos! ―
―Lo fuimos, pero tienes que entender, era muy difícil avanzar contigo, cada vez eras más terco y si no dejábamos de discutir, nuestra empresa jamás habría crecido tanto, tenías que irte ―su semblante se oscureció ante mi confesión―.¿Qué vas a hacer conmigo?.
―Bueno, has manejado la empresa por muchos años solo, ahora me toca a hacerlo mí ―le quitó el seguro al rifle y sin mediar otra palabra, me disparó.
Después de eso, pasé lo que parecieron ser décadas vagando en la oscuridad, hasta que de pronto divisé una luz en la distancia y de la nada una fuerza invisible me haló hasta ella, mientras me adentraba en aquel túnel luminoso comencé a escuchar diversas cosas, primero los gritos de dolor de una mujer, después las palabras de aliento de un hombre que no dejaba de darle ánimos y, por último, el estridente llanto de un bebé, entonces volví a sentir el aire invadiendo mis pulmones y el inconfundible calor del contacto humano.
Sin esperarlo, había vuelto a nacer y lo primero que vi al abrir mis nuevos ojos fue el rostro de mi padre, quien se inclinaba para darme un beso y a la par que lo hacía, pude notar el lunar en forma de nube en su frente.
Ya han pasado cinco años desde que volví a la vida y aunque odio a Daniel por lo que me hizo, debo esperar hasta ser lo suficientemente fuerte para repetir el ciclo.
Ronnie Camacho Barrón (Matamoros, Tamaulipas, México, 1994) Escritor, Lic. en comercio internacional y Aduanas, y Técnico analista programador bilingüe. Autor de 2 Novelas “Las Crónicas del Quinto Sol 1: El Campeón De Xólotl” (Amazon 2019) y “Carlos Navarro y El Aprendiz Del Diablo” (Editorial Pathbooks 2020-2022), también 10 libros infantiles por mencionar algunos “Friky Katy”, “¿Tus papás son vampiros?” y “El pequeño Rey”. todos con la editorial Pathbooks y traducidos en 6 idiomas, su más reciente obra una antología de cuentos titulada “Entre Nosotros” (Amazon 2021), ha colaborado en 17 antologías y publicado cuentos, relatos y ensayos en más de 176 revistas y blogs nacionales e internacionales.
Estremecedor cuento Ronnie. Felicidades!!!