Es un día soleado en el bosque. Un fino airecillo mece las ramas de los árboles. Pronto
sonarán las campanas de la capilla, llamando a misa. En la calle, los árboles resplandecen.
Los primeros amigos han llegado a la gran casa. Es la tarde feliz, de un día que encierra un
presagio, porque en este día, en la gran casa, un hombre feliz, morirá cantando. Todavía el
hombre está sentado y se ata los cordones de sus zapatos, y la mujer que usa la máquina de
coser dice que hoy será un día inolvidable. Ninguna sombra atraviesa el taller, y sin embargo
el otro hombre empieza a invocar al príncipe de Dinamarca. Es un hombre desdichado, que
mientras acomoda su espada, ve llegar a una muchacha que le sonríe. La muchacha toma de
la mano al hombre que morirá y comenta que caminarán al río, y tomarán el bote, y remarán
muy lejos. El hombre desdichado se detiene un instante y goza el brillo del bosque. Y al
mismo tiempo, en la gran casa, la mujer termina el saco, y el hombre feliz se lo prueba. Está
nervioso porque ese día será su último canto. Cruza el pasillo, y revisa la iluminación.
Escucha el murmullo atrás de la puerta. En el bosque, el hombre desdichado regresa por el
mismo sendero, es placentero caminar a la sombra de los encinos. Se detiene frente a un
enorme madroño que tiene el cuerpo curvo, y pareciere que sus ramas carmesíes están
dispuestas a envolverlo en un abrazo. Es un presagio porque dentro de unos minutos morirá.
Y en la gran casa, el hombre feliz respira y se concentra. Primera llamada. El hombre
desdichado aparece a su lado. Una luz los descubre, la mujer los contempla emocionada. Y
un minuto antes de que el hombre desdichado muera, todavía puede cerrar los ojos y soñar
que atraviesa el río.
Después, es demasiado tarde. Después hay una espada en el piso, y a lo lejos se
escucha a la muchacha que grita y se lamenta. El hombre que hasta hace unos minutos era
feliz se detiene frente al cuerpo que yace en el piso y llora. El telón cae. El público lo aplaude
de pie. Y su vida se detiene en ese momento, y regresa a su juventud. Y las imágenes
gloriosas explotan en su cabeza. Y en sus sueños de las noches deseará más momentos como
este. Pero tan cruel es el tiempo que pasa muy deprisa. Y el hombre sabe que ese tiempo se
acorta y que el cisne ha iniciado su canto.
(CDMX 1969)
Actualmente estudia la licenciatura, Escritura Creativa en el CMA. Sus grandes placeres son leer, comer y cuidar de sus mascotas.
Felicidades por su publicación
Muchas Felicidades por su publicación