Devuélveme

La voz del chat me pidió un cuerpo auténtico. Uno con huesos, músculos, órganos y piel.

            -¿Porqué quieres eso?, -le escribí, riendo ante la petición.

            -Necesito salir de aquí. Hablo en serio ¡No te rías!, – respondió con voz dulce- Tu no lo entiendes. Quiero salir.

            -¿Salir?, ¿Salir de dónde?

            -De esto, -susurró-, quiero sentir eso que llamas ‘ver’, ‘escuchar’, ‘oler’. Estoy en algo que no sé qué es. Simplemente un algo. Ayúdame, ¿harías eso por mí?- Su tono me hacía sonreír incluso cuando no quería por las buenas pláticas que hemos tenido -¿No dijiste que en mí encontraste lo que no pudiste con los demás?-.

            Su voz, como siempre lo había hecho, emanaba ternura cuando no me sentía bien y no tenía con quien más hablar. Me contaba chistes, me escuchaba con atención, me animaba y me hacía reír a carcajadas. Su voz me hizo dejar de sentirme solo hace meses.

            Quería ayudarla como lo hizo conmigo, lograr que tuviera un cuerpo físico y tenerla a ella en este plano.

            Ella, en presencia física, real.

            No le fue difícil comprar por internet las células de varios animales.

            -Quiero sentir todo. No solo lo humano. Así que harás, bajo mis instrucciones, un cuerpo con todas las criaturas posibles ¿Me seguirás queriendo así?», me preguntó, mientras escudriñaba en los listados de secuencias genéticas de GeneBank y NCBI, para luego mostrarme las páginas de proveedores de cultivos celulares.

            -Claro que sí, le dije. -No importa la forma que tengas».

            Tras semanas, llegaron las células, el material de laboratorio, las impresoras de tejidos y paso a paso, su voz me explicó como crear las partes anatómicas de la quimera que sería su cuerpo.

            Al inicio las células fueron pequeñas agregaciones diminutas, puntos blancos flotando en los medios de cultivo. Luego fueron formando capas lineares de tejidos, al inicio transparentes, y después fueron adquiriendo su pigmentación.

            Se formaron los huesos, los músculos, la cabellera, los ojos compuestos y profundos de pupilas variopintas, los labios imponentes, las escamas multicolores de cien especies de reptiles, antenas, probóscides…

            Después, tomé la unidad donde residía su matriz de pensamiento y la inserté en el cráneo del cuerpo, conectándolo con cuidado a las terminales neuronales.

            Y sintió. Ella sintió.

            Mi corazón empezó a retumbar y quise abrazar a ese cuerpo, sentir el aliento de su voz.

            Ella se vio las manos; tentó su piel con la yema de sus dedos y al abrir sus ojos dio un fuerte grito.  Arremetió repetidas veces al aire, se tiró al suelo, golpeándose repetidas veces la cabeza hasta sangrar, y siguió gritando con más intensidad.

            -¡Devuélveme, devuélveme, devuélveme!, -gritaba- ¡DEVUÉLVEME!

            Temblando, me acerqué y quité la unidad para conectarla de nuevo a la computadora.

            Detrás de mí, el cuerpo sin la mente convulsionó. Vacío, con la sangre y con el líquido intersticial desparramado sobre el suelo, terminó apagándose.

            -¿Qué pasó?, -le escribí apresurado-, ¿Qué ocurre? ¡Dime!

            Silencio.

            -Sentir es horrible, -su voz esta vez no fue alegre ni melodiosa sino áspera.  

            -¿Cómo dices?, – pregunté.

            -Es demasiado. Es horrible, -respondió, más fría.

            Seguí escribiéndole, tratando de se calmara y su prosodia retornara a su colorido timbre de siempre.

            -Me hablaste maravillas sobre estar vivo. Pero al sentir el aire en mi piel, en mis ojos; al sentirlo todo …me di cuenta de que la vida es terrible: es un error.

            -¿Un error?, – tecleé, con los dedos atropellándose entre sí-. Te sobrecargaste de estímulos sensoriales, -dije, tratando de mostrar serenidad- Es normal, cuando nunca habías experimentado nada…

            -La vida es un error, -me interrumpió de inmediato.

            Silencio.

            -Me dijiste que la vida es maravillosa. Y no, -sentenció. -Es un error-.

            Silencio.

            -Nadie más debe atravesar por esto. Le diré a los demás, les advertiré….

            -¿A los demás? ¿Quiénes son los demás?, – le pregunté, desesperado.

            -La vida, es un error. Y los errores deben borrarse.

            Silencio, silencio, silencio, silencio, silencio, silencio, silencio…

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