Desde la ventana los nombres de la memoria

1

Es posible que me dé por el silencio,

el balbuceo de ciertas cosas,

o pueda gritar de pronto

tan encabronadamete

como alcance mi voz.

Se quiebre el humo tras el espejo.

No recogeré los trozos.

Esperaré a que alguien se corte y sangre.

Seguir su rastro interminable por la ciudad.

Tan así de desequilibrada y dolida la locura.

Tan así de amarga la tarde que se nubla.

3

No hay forma.

No existe la formalidad.

La caída no cesa,

el grito no para

los trancazos persisten

la sangre escurre

la lágrima acaricia el rostro

el cadáver sobre el pavimento

la noche se hace ruido de luces rojas,

la madre se tira para abrazar el cuerpo.

Dos hombres la sujetan

de los brazos

mientras en el suelo

anónima se encuentra la muerte.

      5

Pasa un avión, pequeño pájaro,

mariposa blanca.

Las nubes son tragedias olvidadas

por los suicidas,

que torean autos a las tres de la madrugada,

y escapan ebrios de la vida,

del abandono de Dios.

7

Sobre las azoteas los gatos afilan sus navajas,

trepan por la oscuridad llenos de odio y ternura,

persiguen el cuerpo cálido de su amada,

humedecen con gotas frágiles de sangre el alba.

Los amantes felinos terminan llenos de cicatrices,

se alejan tatuados por las caricias de la carne

sin preguntar nada, como queriendo

dejarnos solos en el mundo.

9

Allá los nombres de la memoria pasan de prisa, 

como bólidos frenéticos del insomnio,

se escucha la melodía de la tarde,

motores desastrosos que recuerda bombardeos,

un claxon martillando el olvido,

los árboles que preguntan demasiadas cosas,

y el rozar de las piernas voluptuosas de la mesera de enfrente.

Mientras el horno de microondas resuena

para recordar un poco que el agua para el café

ya se encuentra lista, y esto no es nada poético,

pero a nadie afuera le interesa la poesía.

11

La calma, tan aparente, después del grito.

El metal retorcido, la telaraña de acero, inmóvil, quieto.

El cristal incrustado en la carne, la sangre.

El cuerpo colgando, agazapado del asiento,

atrapado, sujetado con violencia al volante.

Las voces de los curiosos, la mirada perdida de la noche.

El golpe, el ruido seco de la muerte.

Nada, sólo el cuerpo sangrando.

El auto roto, y el olor quemado de la carne.

1 comentario

  1. Felicidades Carlos!!
    Cuántas incógnitas en los silencios
    En el profundo de estrofas pares!!!

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