Curatorial (fragmentos)

I

Por definición curar la herida blanca de lo brillante. Elegir el recorrido donde caminar no basta y, en la abertura silenciosa, correr, huir de las suposiciones.

Es fácil buscar a los maestros, las salas consagradas. ¿Y el despojo? ¿Aquella colección ya en desuso? Hay que abrir las puertas del museo donde el creador aprieta, sucumbe, muestra.

¿Qué harás con este laberinto inmenso? Acotado por tu tiempo, tu mirada. ¿Qué preguntas te harás? ¿El mapa de la galería para perderte en dónde? ¿Y el tiempo? ¿De qué deseas cerciorarte?

Ver es un acto amoroso.

II

Un caballo detenido en el campo seco de maíz. Flaco, come atado a una soga. Se aparta de la mirada. Oculto se mueve sólo en tus ojos. El caballo desdoblado no relincha en un cuadro de Picasso. No pace ni se contonea en uno de Matisse. Tampoco es un caballo abierto en caña. No está de pie en un campo erguido donde se extrae el azúcar. Un caballo temporal.

Si apilo trece veces su imagen, alcanza la altura del Tepozteco, cuyas costillas escalo. Su crin negra como algo que no he dicho aún. Su visión amplia. Ha mirado el juego de los niños. No está preso en ningún museo. No intenta abrir el ojo de nadie.

Es un caballo real. Minúsculo desde donde lo miro.

IV

Este caballo no ha querido presenciar ningún crimen.

Hombres detenidos en el interior de la camioneta, todos responsables. El muslo quieto del percherón, jamelgo. Equino diestro. Ambigüedad. Dijiste: en esta colonia los están buscando, han puesto precio a sus cabezas. Inclina el bozal, no ajusta. Lo incómodo de la realidad no tiene lugar en este relato.

Desearía darte un territorio más amable: un relincho en las paredes silenciosas de este museo.

VI

Te has equivocado. La mirada siempre te hace errar. Es una yegua. Leche tibia para el potrillo. Hoy el mundo podría ser más amable.

X

Esta posibilidad infinita me lastima. Quisiera precisar, poner un borde. Seleccionar Tus imágenes.

Una parcela blanca.

El espacio eliminará esta duda: precisará mi canto, acotará la luz. Muros fijos para que algo brille. Ángulos sólidos, piedras definitivas: concreto, límite, línea. (Lo demás da pavor.)

También un monje se perdió en aquel paraje helado.

Coloca ojos en estas manos. Permíteme tocar la certidumbre en esta materia.

XI

Dame cosas reales para mirar: el ombligo del amado, la vibración de sus vellos, una pista suave para que se deslicen mis dedos. Todo tiene un tamaño, una extensión.

XII

La imagen inmóvil del caballo es una yegua y está aquí. Como no es confiable, la colocamos cerca de esta otra línea: pasa la golondrina al ras, a una distancia razonable, cerca del lomo erizado y manso.

XIII

¿Podrás conseguir una mirada hacia este museo vacío?

Comienza por definir qué obras están fuera:

———————————————————————————–

———————————————————————————–

———————————————————————————–

Aprendiendo a renunciar, se convirtió en divino.

Un espíritu que tiene derecho a recibir ofrendas.

XVI

¿Cómo son los actos innecesarios en el museo?

Lo involuntario presente en la habitación.

XVIII

El caballo de los amantes me inquieta. El secuencial blanco sobre negro. Tal vez el espacio blanco que no tocó el pintor.

Lo que no se dijeron.

Lamento no leer de derecha a izquierda.

*Del poemario PARCELA BLANCA

De Kenia Cano, publicado recientemente por BONOBOS Editores

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *