Calientito

Era la víspera de Año nuevo. Todos pasaban felices a su lado, sin percatarse de su presencia.
Javier, conocido entre los limosneros como el Mandíbulas, había perdido la oportunidad de cenar en el comedor familiar para indigentes —que el gobierno habilitó para acoger a los sin casa durante la temporada navideña—, debido a que, en la cena de Navidad, golpeó a Don Pancho, el administrador, cuando se negó a servirle una ración extra.
Los demás compañeros lo repudiaron y le negaron el habla, por temor a que el Don también los expulsara.
Entonces, resignado, se sentó en una banca del jardín “Si no hay más, tendremos nuestra propia cena de año nuevo”. Su rostro se transformó, cerró los ojos, apreció en su boca una sonrisa de deleite y empezó a mover la lengua, los labios y con ayuda de una pequeña rama, fue extrayendo los restos de la cena de Navidad que aún traía atorados entre los dientes y muelas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *