Lázaro
Entró arrastrando los pies, encorvado y andrajoso. Carmen lo vio desde la cocina. Estaba casi en los huesos, sus manos formaban un ovillo contra el vientre, seguramente para esconder la piedra o una estopa empapada en activo. —¿Ora qué haces aquí, cabrón? Este no es un pinche hotel para queCuéntame más…