Sólo para soñadores
—Y el vaquero aún con su soberbio sarape rezumaba una extranjeridad profunda, como de haberse equivocado de sueño. Se posicionó, sacó su cándida pistola y perdió el duelo. El enemigo lo pisoteó hasta que su cabeza se enredó entre sus vísceras. Bajado el telón, el mundo no volvió a dibujarseCuéntame más…