Amor y tiempo

Para Alfredo Castro M.

-desierto de sonoros espejismos-

que une la voz al mar y el mar al alma”.

Marcos Davison.

I

Contigo aprendí el olor de la tinta

_ esperábamos a Milán _

¡Había que asociarnos!

   las hojas, los folios, los tirajes

marcaron los oficios,

marcaron nuestras manos.

Nos fuimos editando,

con el ritmo

         rotativo de los días.

Todo ha quedado impreso

_ sensibles tatuajes_

en el imborrable libro de la vida,

que se convirtió

                   en único ejemplar,

   en incunable.

.

II

Estaba ahí, Primer  Almirante,

custodio entre las olas,

el mar muy adentro :

visualizando el horizonte.

La primera vez que vio el mar,

pequeño pez haciendo nido

con sus pies en la playa

y la arena sobre el alma.

La infancia es otra piel

que se carga en la nostalgia,

de ese primer mar,

de esa primera vez, asombro,

           azul en los ojos.

.

III

No dejó de llover,

después de esa

    tan larga sequía.

Es como si mi cuerpo

   y la tierra

         recuperarán

desde muy dentro

     los sentidos

en un reverdecer,

   en un renacer inesperado.

Como si el Paraíso

recuperara la propia presencia de Dios

y las manzanas dejarán de ser

   pecado y tentación,

sino sólo eso ,  un jugo dulce

   entre los besos…

Nuestros labios bendiciones

                                 inagotables,

versos frutales

del verano

 más húmedo y deseable.

.

IV

El mar era entonces:

       una promesa,

una mirada que rebalsaba en cascada

hacia ese horizonte que rozaba con el sol,

ese atardecer bajo la sábana de sal

entre mis piernas.

el mar era entonces:

el faro, el ojo del huracán,

la estrella de mar en mi regazo,

renacer Sirena bajo caricias.

Tú has sido agua de sal

que entre las escamas de mi cuerpo,

erosionas mis sentidos,

fecundando mi ser , por siempre…

El mar eres tú,

todas las formas del agua que me contienen

tormenta, lluvia,  río

  caminando hacia la misma cuenca.

.

V

 La ciudad en ocasiones es un desierto,

sus calles, fauces abiertas

      de dragones hambrientos.

Junio era su tiempo,

   amor y tiempo:

   la tierra se abrió

   para darnos su fruto,

esa hermosa semilla que nos germinó.

Ella nació

  se soldaron los destinos,

mientras se codificaba

esa tipografías de las estrellas

en el firmamento,

         esa flor de mar:

      nuestro destino.

El verano era nuestro,

era nuestro tiempo,

el cordón umbilical

se fue desenredando

en el mágico círculo de la vida.

 Y esa nueva vida

nos fue amarrando el alma,

nos ajustó el rumbo

  y el sentido navegante

hacia nuestra tierra prometida.

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