Yo no sabía a dónde iban las personas cuando se petatean, ahora lo sé: ahí mero estoy, hay agua a mi alrededor, no veo nada, olvidé casi todo… sólo recuerdo aquella tarde sentado junto al Gorrión, echándome un mezcal bajo la sombra de una jacaranda en el Alambique 67.
—¡Ora Gorrión!
—¿Qué pasó mi Dióscoro?
—¿Qué dice el hombre más famoso de Tlajotla, Morelos? ¿Qué? ¿Anda chambeando?
—Nada de eso. Ando echándome un mezcal, lo hicieron los muchachos, es de la última cosecha. Ándale, siéntate y tomate uno conmigo, no dejes a un viejo tomando sólo. Está rete rica la sombrita.
—¿No que ya no tomaba?
—Pues sí, pero se me antojo uno y ya voy con el sexto, tu dirás.
—No le haga don Dióscoro, no le vaya a hacer daño.
—Te pareces a mi vieja, nomás asustándome con la muerte, a mí ya no me espanta. Nomás le pido que me lleve después de que se alivie mi nieta. Al menos quiero verle la carita cuando esté tiernito o tiernita, espero y me dé chance.
—Y aquí entre nos don Dióscoro ¿A dónde creé que le va a tocar? ¿El cielo o el infierno?
—La mera verda no sé. Según yo pagué todo aquí, pero uno nunca sabe. A lo mejor y aparezco en la lista del chamuco, nos las ha de tener bien contaditas…
—¿Y cómo serán aquellos rumbos? ¿No se ha puesto a pensar?
—Pues fíjate, la otra vez, mi otra nieta me habló de un tal Dante y su infierno. Que disque hay unos niveles y no sé qué tanta cosa. Y el párroco nos jura que hay un paraíso y luego el famoso Mictlán. Tantas cosas que se inventan. Uno ya no sabe en cual creer. Lo que si se me hace una jalada es eso de volver. Ni madres que vuelvo, allá me quedo.
—¿Y esos gritos?
—Ya se chingó el asunto. Ahí viene mi vieja.
—No le haga don Dióscoro ¿Pues qué se escapó?
—Desde que dejé de chambear en el Alambique ya no salgo de la casa. Estoy cansad,o Gorrión. La verda y es que siento que la vida después de esta será liquida como este mezcal, ahí quiero descansar.
—Mejor vaya a buscarla, no se vaya a preocupar.
—Pérate, nomás me echo el último y…
—¿Don Dióscoro? ¿Y ora? ¡Hijo de la chingada! ¡Aguante don Dióscoro, ahorita me lo llevo al hospital!
Después, así como así, aparecí acá… El agua se menea, sigo sin poder ver nada, sólo puedo sentir. Los recuerdos se agitan como un árbol zangoloteado por los soplidos de una tormenta y se van, vienen y van, se fueron. En la memoria nomás que se queda mi nombre y la última vez que escuche a mí nieta. Una voz hace retumbar el agua, la escucho sobre mi pecho. El movimiento repentino hizo que tocara una cosa suave con los pies, una que me rodea. No puedo moverme, me he vuelto pesado, pero siento que me hice chiquito. Siento que algo se mete a mi panza y el ombligo me hace cosquillas. La voz volvió, se parece a la de mi nieta. Es ella. Se me olvida todo, hasta el nombre, la voz de mi nieta. El agua me mese, se menea un montón, estoy como atorado dentro de una bolsa. Puedo ver, ahora puedo ver algunas sombras. Una mujer pega gritos que hacen temblar el lugar. Se abre una potente luz frente a mí; voy hacía allá, veo una criatura blanca de cinco cabezas, un recuerdo cuarteado de la última vez que coseché mezcal se apodera del pasado, la criatura me agarra la cabeza y…
José Arturo Tapia Tamayo nació el 6 de agosto de 1997 en Mazatepec, Morelos, México. Estudió la carrera de Letras Hispánicas en la UAEM, ex alumno de la escuela de Escritores Ricardo Garibay. Publicó una antología llamada “La tierra cuarteada” y otros textos en Colombia, Miami y Nueva York.
Felicitaciones a José Arturo. Letras del enigma más antigüo de la vida. Qué hay después de la muerte? El texto me transportó a ese lugar que pasaremos con ayuda del Xoloitzcuintle.
Muchas gracias por su comentario! Saludos.