A mí ni me gusta el whisky

—Disculpe, señora, le voy a pedir que me acompañe un momento.
—¿Me habla a mí? —La señora se acomoda de inmediato abraza su bolso con ambas manos.
—Sí, es a usted y a su acompañante.
—Es mi hija y no vamos con usted a ningún lado, ¡¿qué le pasa?!
—Mamá, no te pongas así, relájate —la muchacha mira para todos lados y gesticula con torpeza, coloca la bolsa verde de las compras en el suelo y guarda ambas manos en el hoodie con el rostro impreso de Taylor Swift.
—Necesitamos que nos acompañen porque queremos que vean un video en la oficina; por favor no nos haga más difícil nuestro trabajo. —El oficial presiona el radio que le cuelga del hombro encima del chaleco de la Policía Comercial Bancaria. A un costado del aparato se encuentra el gafete desgastado donde se lee con más o menos claridad: José Benavides.
—Le repito que no iremos a ver ningún video, venimos como cualquier gente decente a comprar víveres a esta tienda y no a ver videos. Para ver videos me quedo en mi casa, ¿escuchó bien?
—¿Qué sucede, José, no quieren cooperar? —se acerca una uniformada de cuerpo grueso y cabello trenzado con estambres de colores como turista de Acapulco.
—No capitana, tenemos un 2-33.
—¿En el centro de observación tienen las 50? —La capitana mantiene la mano en la empuñadura de su arma de cargo, una vieja Sig Sauer P226.
—Se tienen las 50 listas y ya se dio parte al cuadrante. —José responde con un tono cansado, sabe que a la capitana le gusta hablar con claves y dirigirse de manera exagerada a los farderos. —de hecho ya no deben tardar.
—¿Y cuáles fueron las 44? —La capitana se dirige a José mirando con insistencia la pareja de mamá e hija.
—En las 50 se ve una botella, por eso queremos revisar. —José se impacienta.
—Señora, mi nombre es Guadalupe Morales y soy la capitana de los elementos de seguridad a cargo de la plaza comercial. Necesito que coopere con nosotros, en unos minutos llegarán los elementos del cuadrante y le puedo garantizar que no serán tan amables con ustedes. Por favor, acompáñenos.
—¡No!, nosotras no nos moveremos de aquí ni un centímetro, ya se lo dije a este señor y ahora se lo repito a usted. Hija, márcale a tu papá que venga a ayudarnos. —Le dice a su hija con la autoridad de una madre que lo mismo pide que apaguen el televisor y hagan la tarea.
—Mamá, me castigaste mi cel, ¿ya se te olvidó? —Los ojos de la muchacha se abren de una forma cómica. En este momento una decena de curiosos rodea a los guardianes del orden, a la madre e hija.
—No, Jimena, claro que no se me ha olvidado, toma mi bolso, saca tu chingado teléfono y márcale a tu papá, Jimena, ¡te estoy dando una orden! —la mamá le da el bolso imitación Michael Kors a su hija.
—Pero es que… ¡mamá! —Jimena se ha puesto colorada, en sus manos sostiene el bolso y con la mirada parece suplicar que esto acabe. —un espectador ha iniciado una transmisión en vivo para alguna red social, un chico toma una foto y le comenta a su novia que quedará genial como meme.
—Precisamente eso queremos, señora: ver su bolso y también el ticket y se pueden marchar. Les ofrecimos la opción de hacerlo en privado pero no quisieron… –La voz de la comandante es interrumpida por un murmullo que crece entre los curiosos: ¡que la abra! ¡que la abra! Alguien comenta “el que nada debe nada teme”. El que transmite en vivo para alguna red social manda saludos a sus seguidores y les informa su ubicación, se escucha que les dice “caiganle, banda”.
Por unos segundos se produce un silencio que es reventado por la estática del radio comunicador de José.
—“Estamos subiendo, por favor tengan listas las 50 en una USB” —José intenta sin éxito bajar el volumen al radio.
—Copiado, cambio. Jefa, ya llegaron los del cuadrante.
El murmullo se extiende entre los curiosos que ya suman un par de decenas.
—Las oportunidades se les han terminado, señora. Los agentes del cuadrante ya están aquí.
—Pues ya se habían tardado, ¿no cree? —La madre deja escapar un suspiro —Jimena, ¿estás preparada?
—Sí, má —la cabeza de la hija se mueve lado a lado y tuerce la boca.
Los policías se mantienen alertas, algo intuyen, se sienten fracasados en un proceso que aparentemente era de rutina. Morales saca de la funda la desgastada pistola y la mantiene pegada a su grueso muslo derecho. La muchedumbre reunida al rededor comienza a separarse para darle el paso a dos agentes que se acercan por el lado izquierdo.
—¿Jimena? ¿Mafer? ¿Qué carajos está pasando? —el policía más alto se muestra sorprendido.
—A mí no me digas nada, fue idea de mi mamá —Jime extiende los brazos al oficial y en su rostro se dibuja una sonrisa inocente.
—Sólo así me das la cara, Felipe, desde el lunes te estoy buscando, bien sabes que la niña requiere cosas y tú no has depositado, esto no fue en lo que habíamos quedado. Mira las cosas que me haces hacer para que peles a tu hija y te hagas responsable. —Del bolso saca la botella de Chivas Regal y se la entrega a la capitana Morales —tome, a mí ni me gusta el whisky.
La mirada de Morales y Felipe se encuentran en un claro signo de asombro. La capitana guarda el arma y voltea a la concurrencia.
—¡Por favor dispersen el área, gente, vamos, no hay nada que ver aquí!
Un murmullo agridulce flota en el aire. La transmisión en vivo termina, el influencer parece confundido, se le escucha decir: “qué huevos de señora, ¡qué bár-ba-ra!”. Felipe se acerca a su hija.
—Hija, ¿por qué no me contestaste el whats que te envié hace como dos horas? —Felipe abraza a su hija y le habla en voz baja.
—Mi mamá me lo castigó porque dice que pierdo mucho tiempo viendo TikTok. —Jimena tuerce la boca mientras mira con el rabillo del ojo en dirección a su madre.
—Cuándo puedas revisa tu tel, te deposité esta mañana.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *