La alarma sonó y la melodía irrumpió en mis sueños. El agua caliente no me hizo despertar del todo, aún sentía los ojos casi cerrados por el desvelo. Con mi taza de café ahuyenté a Morfeo. A las 8 ya debía estar bañada, peinada y lista para iniciar la clase virtual. Más trabajo, más cansancio en mi garganta, más distracción de mis alumnos. No importa. Es trabajo y me gusta lo que hago.
La sesión empezó bien. Pase de lista, participación, revisión de tareas. De pronto, se escuchó el sonido entrecortado, las pantallas se pusieron en negro, todo silencio. Ahí estaba el problema. No era un fantasma al que había que ahuyentar con yerbas y rodearnos de sal; tampoco se trataba de una bruja lanzando hechizos para convertirnos en rana; mucho menos era un nahual transformado para tomarnos desprevenidos. Era el internet. Ese monstruo colosal, invisible, casi omnisciente, nos tendía una trampa. Muchos cayeron en ella. El ataque lo recibí yo. Fui señalada como la culpable. El maléfico digital empezaba a ganar. El director me llamó por teléfono.
— ¡Maestra! Sus datos no sirven. ¡Los papás se están quejando!
— No, maestro. Se los di bien, pero es la conexión de muchos.
— ¡Tengo a la mitad de papás reclamando, miss!
— Profe, no tengo la culpa que vivan alejados de la civilización.
— ¿Cómo dijo?
— Digo que en su colonia no hay buena señal.
— Pues habrá que ver cómo se soluciona.
Mientras hablaba con él, los alumnos ingresaron a la sesión.
— Ya está mejor la conexión, maestro. Ya casi todos los chicos se han conectado.
— Está bien, miss. Buen día.
Después de ese desagradable momento de ideas cortadas por la maldad tecnológica, intentamos volver a la normalidad. De nuevo tuve que revisar tareas, compartir pantalla, explicar con las diapositivas. Los alumnos empezaron a temblar de nervios. Era la hora de exponer. Hasta ahí todo iba bien, pero no contábamos con la astucia del monstruo de mil puertos y de profesión enrutador. Las imágenes se congelaban por momentos como si Medusa los convirtiera en piedra. En algunos casos cuando alguien hablaba era una voz fantasmal lo que se escuchaba, una presencia aterradora. La pantalla se puso negra cual círculo infernal que devora.
— Vamos, chicos. Todos salgamos y reiniciemos la sesión. Volvemos a entrar lo más pronto posible.
El mundo quedó oscuro, pero el fin no ocurrió. Era una lucha de maestra y alumnos contra el maligno internet. No nos dejaríamos vencer fácilmente. Entramos despacio, con miedo, sigilosos. Empezamos a hablar quedito, no queríamos que el enemigo de la educación nos escuchara. Sólo quedaban 10 minutos asignados para la sesión. Continuamos con la clase, aunque más bien jugamos a las escondidas. Todos apagamos la pantalla y nos ocultamos. Hablamos en volumen bajo. Ya no hubo interrupciones y la clase terminó. Tal vez el engendro se fue a molestar a otros ingenuos que tampoco son expertos en el arte tecnológico de la vida virtual.
Licenciada en Historia por la UAEM. Docente por amor a no morir de hambre. Repostera por antojo. Padawan de la Literatura. Fan del cine y las series.
Es coautora del libro Laberintos. Seis escritoras mexicanas de minificción, además de participar en la antología de cuentos Mundos inventados publicada por la Escuela de Escritores Ricardo Garibay.
Su cuento Trinidad obtuvo un premio en la convocatoria Morelos 21: memoria y encuentro, mismo que fue publicado en una antología con el mismo nombre por parte del Gobierno del Estado.
Las peripecias de las clases virtuales, lo que padecen maestros y alumnos en esta nueva modalidad. Amena y entretenida historia.
Gracias, Martita 🙂
Sí, es la nueva normalidad vista desde los protagonistas, que a la vez puede ser sufrimiento y estrés, pero también hay que verle el lado ameno.
Saludos 🙂
Me gustó como se narra la historia y habla sobre lo difícil que es para la mayoría de maestros y/o alumnos el tener clases en línea ya que no siempre todo sale como uno espera y en la hora que más se va a trabajar mayormente el internet decide ponerse en nuestra contra y provoca que todo falle.
La educación en esta nueva realidad nos hace enfrentar situaciones adversas como si fueran obstáculos en una carrera.
Qué bueno que te gustó. Saludos.
esta interesante, es de la epoca (moderno) narra lo que aveces pasa en las clases virtuales pero con un estilo un poco de miedo.
Es impresionante ver reflejado en una narración un hecho que sinceramente a muchos a sido causa de estrés al no ser tan hábiles en la tecnología.
Es muy interesante. Contiene un humor y un poco de miedo, además está plateado en el tiempo que estamos pasando
Es algo por lo que hoy en día tienen que pasar los maestros y alumnos por esta nueva modalidad virtual y que aveces suele ser desesperante por qué las fallas que llegue a tener el internet no están a nuestro alcance
Es muy interesante me gustó mucho solo que me gustó mucho el trama me gustó como está desarrollando el cuento solo que me hubiera gustado leerlo en libro no en virtual
Gracias, ojalá un día podamos publicar en físico.
Saludos.
Creo que la historia está muy genial es algo fuera de lo convencional y con mucha imaginación me gusto ver cómo algo de lo más cotidiano se puede ver espantoso.
Me veo en tu relato Liz, y aunque lo narras así fluido, como si nada; hace enfurecer.