Harry ha muerto la tarde de ayer. Me he quedado solo en el inmenso océano que me mantiene encarcelado en este bote salvavidas. Mis ojos pesan, mi piel arde. A la deriva, no hay nada en el horizonte y sé que es cuestión de tiempo el sucumbir.
Los recuerdos me invaden, perturban el poco descanso que mi cuerpo disfruta. Miro el cadáver al otro extremo del bote, mientras escucho el sonido de mis entrañas. Hace días que no pruebo alimento. ¿Por qué pienso en sobrevivir después de tanto sufrimiento? ¿Qué sentido tiene seguir aplazando mi desdichado destino?
Algo ronda el bote de vez en cuando, puedo sentir como lo golpea; tal vez sea un tiburón. Han pasado… ¿siete o doce días desde el incidente? He perdido la cuenta. El oleaje nos separó de la tripulación al hundirse La fragata Úrsula a merced de un gundu; una bestia marina, algo parecido a una ballena del doble de tamaño y con grandes fauces repletas de dientes, posee una gran cola con la que embiste a sus presas. Nada se salva de un ataque como ese.
*
Recuerdo esa última noche en tierra, fuera de un bar en el puerto de Roldan Crown. Miraba el agua cayendo a chorros. El cielo se tiñó de color rojizo y comenzaron a retumbar las nubes. De vez en vez se vislumbraban destellos. La tormenta acrecentó su furia sobre la bahía, entonces un joven de la tripulación tomó asiento a mi lado.
—¿Crees que se detenga antes de salir esta noche? —dijo.
—No. Es una tromba muy fuerte, haría pedazos a Úrsula; el mar es demasiado peligroso, muchacho.
—Por eso el pago subió a tres mil ruldanas más.
—¿Eso vale tu vida? Lo averiguaremos.
El chico llevó la bebida a la boca mientras el viento impregnaba nuestros rostros. Al poco tiempo, el capitán nos reunió a todos dentro de la taberna. Era mi último viaje con él, y con el pago arreglaría un trato para largarme de allí e iniciar en otro lado.
La guerra nos había jodido. Nos dejó a muchos sin hogar y a otros, metros bajo tierra. Yo fui reclutado en la última etapa del conflicto, y aún me pregunto cómo es que regresé a casa, o lo que quedaba de ella. Había noches en las que las voces y gritos de los que asesiné en el campo de batalla me despertaban; más ahora que saben que mis horas están contadas.
La crisis en Roldan era impactante. Lo único que teníamos era la pesca. Fue así como las fragatas y buques comenzaron a reclutar personal haciéndose de dinero rápido. Las rutas comerciales se incrementaron y nos volvimos grandes exportadores.
La vida del mar es incierta, como la guerra. Si algo me ha enseñado el navegar, es que, a la deriva, me doy cuenta que la vida no tiene mucho sentido. ¿Por qué existir en un mundo cruel y sin reparo? Creo que es el mismo hombre quien no puede huir de su propia destrucción. Todo por ambiciones personales.
*
¿Qué día es hoy? Ayer vi unos delfines. Era un grupo de cuatro, saltaban al mismo tiempo. Fue grato verlos, me recordaron la primera vez que subí a un buque.
No sé si ya estoy delirando por la falta de agua y comida. Este es el precio por mi ambición. Ya no me queda nada. Si sobrevivo ¿será diferente a lo que tenía? No lo creo. Tarde o temprano la vida me sorprenderá con alguna otra tragedia. Prefiero morir aquí.
Mi visitante ha regresado. Volvió a golpear el bote, mas no tengo nada que darle. No tengo más opción que lanzar a Harry, que ya ha impregnado su hedor en la balsa.
Contemplo el cielo, cierro los ojos para recordar una última vez. Las imágenes abrazan mi alma, puedo sentir como mi corazón se acelera por cada momento feliz que he tenido, mientras un nudo somete mi garganta. De pronto, aparecen las memorias desafortunadas, haciéndome sentir desdichado. No lo soporto, las lágrimas no pueden salir porque estoy seco, pero ahora sé lo que debo hacer.
Vuelvo a sentir el golpeteo, pero esta vez es más fuerte. Decidido, me pongo en pie. Respiro lentamente. Con las pocas fuerzas restantes, me dirijo a la orilla del bote y contemplo el abismo frente a mí. Puedo verme en el reflejo. Me subo en una de las maderas que fungen como asientos, doy unos pasos hacia la borda y, cuando mis pies tocan el agua, puedo sentir mi final. Antes de cerrar los ojos, vislumbro tierra a la vista.
Andrew Pérez Aké es un escritor mexicano, nacido en Calkiní, municipio del estado de Campeche en 1998. Actualmente reside en Mérida, Yucatán. Es licenciado en lengua y literatura y autor de una colección de cuentos titulada Hombre Lobo, publicada en febrero del 2023 bajo el seudónimo Steven Drew Pérez (S. D. Pérez). Su trabajo como cuentista ha sido difundido en toda Latinoamérica y España. Es coautor en las antologías de cuento Maestros del suspenso, Medallas de Oro y Detectives al acecho, por parte de Gol Editorial. Así mismo, es parte de las antologías Rostros de la Noche y Relatos para Desvanecerse, a cargo de Grupo Editorial Letras Negras, próximos a publicarse. Andrew tiene una antología lista para publicar llamada “La Presencia y otros relatos extraños”.