Ángel caído

El alma es el software, ¿sabes? El software es lo que cuenta, las costumbres y los recuerdos. El cerebro y el cuerpo son simple carne, semillas para los tanques de órganos –sonrió, indecisa, tomó un sorbo de cerveza y volvió a dejar el vaso sobre la mesa-.  ¿Quieres follar?

Software, Rudy Rucker.

– Sexo salvaje estándar en diez microtiempos –repite la voz de una mujer que jamás existió. 

La alarma del telepresencia requiere de mi conexión. Desde hace ocho semanas es mi despertador. No hay posible interruptor que calle esa voz sin boca más que mi propia actividad física al interior del minúsculo departamento de alquiler. Los sensores de hogar ya han detectado mis movimientos y, sin embrago, esa calamitosa Pantalla Hogar-Trabajo Conectec MR (PH-Tmr), aumenta sus bzzzs junto con su capacidad de fastidio, es muy probable que ya esté descompuesta otra vez.

El sonido no es estruendoso, es más como el zumbido de una mosca de lata que te aletea al oído y no te dejará en paz hasta que te muevas y le obstruyas todo flujo energético presionando un simple botoncito o realizando estrepitosos movimientos. Para qué desperdiciar ruido si puedes molestar a alguien con un simple zumbido. Las alarmas de ahora, son extrañas, parecen estar diseñadas para que siempre llegues tarde, están íntimamente confabuladas con los descuentos por imputabilidad de la corporación, son tecnobasura, no hacen otra cosa que ser cómplices ante un masivo robo hormiga en el que los trabajadores estamos todo el tiempo de picnic. También, resulta un calambre, el hecho de tener que encender todas las luces para hacer que esas chatarras tecnológicas enmudezcan porque las luces te delatan ante los de afuera.

Los ejecutivos nocturnos, rastrean la luz residencial para enviar, inmediatamente, drones-pantalla de trabajo que arribarán parloteando acerca de cientos de ofertas a crédito. La luz y el movimiento, adentro y afuera, solo atraen acreedores y ofertantes pantallas deambulatorias que terminan formando una flotante fila a las afueras de tu entrada, pidiendo la clave de acceso de tu puerta y de tu banco, una tras otra.

Tengo que apresurar el cuerpo antes de ser interrumpido, preparo mi traje ergonómico SexTec MR en modo “Sexo salvaje estándar” y coloco el mameluco de neolátex sobre mis extremidades desnudas. El traje hace lo suyo: amoldarse, cambiar de color y endurecer mi aspecto. Ahora parezco un presidiario; sobre mi cuerpo hay rayas negras, rayas blancas, un tatuaje chino de un dragón con dorso azul, patas rojas y cabeza morada de tinta de luz en el hombro izquierdo, desvaneciéndose como si el viento sobre sus alas hiciera interferencia satelital. Se agrega por encima de mi muñeca derecha, una clásica cicatriz de voluntario de guerra, gruesa y abultada, se ve reciente y sin cauterizar; es como carne quemada del tono de una biopsia fresca donde pueden mirarse aún las prótesis de venas hechas con minicables color sangre y nervios tono cromo.

Los nuevos adornos, los registró mi traje al escanear el código de la PH-Tmr. Es sorprendente lo que el neolátex puede hacer por ti: protegerte de las enfermedades de trasmisión de red al mismo tiempo que, proyectarte a ti mismo dentro de cualquier disfraz y en cualquier lugar donde quepa una fantasía sexual. En la enredadera cibernética, uno nunca sabe quién y cuándo espía. No sabes si, la conexión está infectada o si, puedes estar siendo contratado por una máquina-sensor detrás de una pantalla en el Rascacielos Central y estás siendo monitoreado por motivos políticos o si, una niña japonesa desde una pantalla reconstruida al interior de una “Prisión de Arañas”  está intentando afanosamente robar todos tus ahorros para comprarse videojuegos y ropa bonita.

Antes de entrar a la erozona, reviso que mi depósito sea el correcto y que el dinero no esté sucio ni esté siendo rastreado. Todo en orden: 462  billetes universales por 30 microtiempos de servicio erótico nivel Perversión Estándar. Reviso y memorizo  las indicaciones del contato:

Sexo salvaje estándar. Doble penetración: anal y vaginal con uso de Dildo Sade 2537 SexTec MR y miembro virtual en erección total. Por cada tres golpes de palma eléctrica un grito dominante. No choque de labios. Eyaculación opcional o por pedido especial con costo extra. No látigo láser. No grabar. No foto del recuerdo.

El paisaje finito de la erozona es la celda de una cárcel antigua; la música, un estridente post-noise industrial de aquel viejo DJ, Terry “Cabeza de martillo”; la pieza se llama “El Algoritmo fonético 1: Mensaje codificado para una nación destruida”; la cama: una plancha de ladrillos color neón que expulsa luz. Dentro de aquellos bloques, se observa algo parecido a unas luciérnagas confeccionadas con fotones, danzando de un lado a otro sin descanso; también, hay barrotes llenos de herrumbre y aunque todo es una ilusión proyectada desde una pantalla al área física de trabajo, parecería que, si tocas esos tubos oxidados morirás de tétanos en tres días. Un escenario bastante convincente para la muerte más que para el tecnosexo. Sí, no esa cosa caducada del cybersexo que solo son imágenes sin sensaciones.         

“Jamás había estado en una oficina de este tipo, espero que esto no quede dentro de mis archivos, ni siquiera en el reciclapapeles de mi memoria digital”, pienso. Mi desprecio en la mente es general cuando se trata de un cliente. No pienso mucho antes de trabajar, pero este escenario me descoloca. 

– ¿Qué clase de cliente paga por masoquismo virtual si se obtiene gratis en las calles? –pregunto a la nada, en voz muy baja y disimulada.

Mi mente, en realidad conoce la respuesta. El cliente llega, mi cerebro especula otra vez y resiente el recuerdo: “Espero que no sea nuevamente Aura MR. ¡Está obsesionada conmigo, pero se queja siempre de mí!”. La última vez que compró mis servicios, recibí una notificación de queja directamente de la Familia del Sexo Asociación Única. La misiva indicaba que descansé dos microtiempos durante mi tratamiento sexual y que cada que jadeaba, tomaba más oxígeno del necesario. Entiendo que la energía deba ser custodiada y el tiempo reglamentado, pero esa insolente sexual, debería pagar el doble por el esfuerzo que uno hace bajo sus indicaciones y preferencias. Ella solo estira y encoje las piernas, mientras yo, lucho a cada instante por no  frizarme aquí afuera; si eso pasa, la pantalla se pasma y yo quedaría como una estatua de neolátex hasta que algún técnico reinicie el software. Algunos clientes decepcionados y coléricos por un servicio mal logrado ni siquiera dan aviso a los programadores, pues aunque se trate del ciberespacio, el cuerpo es importante, sobre todo, en una emergencia.   

En efecto, Aura MR, la gobernadora de la ZONA ROSA y presidenta de la SexTec Corporación Total MR, atraviesa en la erozona consagrando su presencia con absurdos diálogos de doble sentido:

– En verdad no tienes idea de lo que sucederá… –desvío mis ojos de su mirada. Yo como siempre, jamás saludo. No me interesa, además, eso no mancha mi contrato. De forma instantánea inunda mi memoria la portada de mi libro de cabecera: Histrionismo de las parafilias.

Aunque sean solo treinta microtiempos, me toca dominar durante la proyección sensorial. Me acerco súbitamente a mi clienta, recorro con mis dedos la parte de su nuca, jalo bruscamente su cabello verde falso, le respiro en el oído, me pongo de espaldas a ella, y comienzo a desgarrar la proyección de su manto neolátex, arrojo al suelo todo frente a mí. Tal parece que portaba un atuendo fabril de la SexTec Plastimax; ahora, son solo píxeles derrumbados en la esquina de una jaula dispuesta para la lujuria y debajo de mí, un cuerpo desnudo en alta definición y, sin importar que se trata de una proyección, posee un volumen que puedo maltratar. Mientras conserve mi traje estamos seguros. Los clientes no están obligados a cuidarse, pues todos los tejedores sexuales, estamos estrictamente reglamentados por el gobierno para cuidar físicamente del cliente. 

He comenzado mi labor como servidor público erótico, como un jinete sin corcel cabalgan mis dedos sobre su cuerpo, acarició con fuerza sus pezones erguidos para contraerla hacia mí. Nuestros cuerpos programados, parecen dos placas tectónicas buscando ocasionar un terremoto. A pesar de la firmeza de su trasero, su carne es trémula cada vez que la golpeo con la palma que tiene el sensor de estimulación eléctrica, introduzco el dildo en su vagina y mi pene en el ano para obtener un mayor efecto placentero. Mi cerebro y mi cuerpo virtual, hacen la misma conexión que la transmisión eléctrica con su destino: movimiento, luz, más movimiento, energía, movimiento veloz, incluso, hasta podría causarse un corto circuito. No hay otros sonidos más que los estipulados en el contrato. Continúo mi labor hasta terminar el protocolo impúdico que solo es posible cuando dos cuerpos proyectados se tocan. La cercanía inexistente funciona, la ilusión de estar juntos solo es posible en el aquí y ahora de la enredadera cibernética. La telepresencia es la nueva representación del deseo carnal, la carne se ha vuelto una señal inalámbrica. Aquí adentro, el único cuerpo que se toca es un espectro que recorre los nervios de la mente hacia la dermis, acariciando incluso los huesos revolviendo las entrañas.

Evito la eyaculación para que me sea solicitado algún tiempo extra mientras un tono preventivo de finalización hace su eco. El tiempo programado llega a su fin, la voz sin labios, lo anuncia con una pregunta:

– ¿Desea agregar tiempo extra a su servicio? –No hay respuesta.

Del otro lado de su pantalla, Aura MR, abre sus rasgados ojos de media luna y ordena la transacción de otros 462 billetes universales. Yo espero y sigo en línea; ella, ordena reiniciar y entra nuevamente en la erozona. Esta vez, no saluda, me mira de pies a… es interrumpida por la voz de siempre.

– Mismo trabajo, mismo tiempo, mismo contrato. Gracias por su compra y siga disfrutando con nosotros –indica la voz fantasma. Procedo a lo mío… Ahora, yo soy quien es interrumpido. Aura MR, impone sus blancos y esqueléticos brazos virtuales, entre su cuerpo y el mío, choca sus palmas abiertas sobre mi pecho. Solo entonces, noto a detalle el tatuaje de su dorso, se trata de una mariposa azul turquesa desmembrándose, es como si un novoinsecto robótico estuviera surgiendo dentro de ella (aquello, es una mariposa sin capullo, no hubo oruga antes); las alas, parecen cromadas y dan la impresión de un vuelo en pausa, pero igual de interferido que mi dragón temporal. Miro el tatuaje de diseñador y pienso cómo ahí se detiene el tiempo: un lapso que no empieza y que anuncia su fin. Replico en mi mente, “ojalá y de verdad un novoinsecto atravesara ese abdomen de empresaria y gobernante”. Tanta pausa me desestabiliza. El protocolo ha sido roto.

– Sálvate, salva tu cuerpo. Acaso no comprendes que todo esto es una farsa –anuncia la clienta con voz de súplica. Sus cejas rectas, se cortan con el semblante de una mirada comprensiva.

– En verdad, no sé de qué se trata todo esto y disculpe que me desconecte ya mismo –contesto trastabillando mis palabras y continúo-. Pero como sabe, tengo que reportarla de inmediato. Usted ha violado el contrato y por tanto mis derechos –de inmediato, me interrumpe para no dejarme ir.

– Sé que esto es altamente extraño para ti, sobre todo viniendo de mí. S  tan solo me dejas explicarte.

Mi mente hace corto circuito, la curiosidad que ocasiona la incertidumbre, me deja nuevamente en pausa, permanezco en línea y a la expectativa. Jamás he escuchado el acento suplicante de una empresaria, lo que es peor aún, jamás he escuchado palabras de súplica, solo voces acordando negocios: compras, ventas, reventas, regateos, contratos… Algunas de esas voces ni siquiera poseen rostro. En cambio, esta voz, pertenece a uno de los rostros más hermosos de la zona. La revista Mujer ecléctica, la ha nombró hace dos meses como la mujer con el rostro más irresistible y bello del año. Belleza, dinero y poder en un solo sistema corporal y, es que a pesar de que, posee adhesiones de plastipiel en el cuerpo, su cara, jamás ha tenido ningún trato artificial, se dice que su belleza reside en el hecho de que su rostro es todavía virgen ante el maquillaje, cosa difícil en un tiempos como estos.

– Esto no durará mucho, Aaron, pronto serás esclavo de las proyecciones, trabajarás con tu pantalla noche tras noche. No te das cuenta de que el día ya no existe por eso es tan importante la luz artificial. La programación de las pantallas se ha salido del control humano, el software se autoprograma y reclama el mundo material. Nuestra libido es su combustible, porque es aquello que no se ve, pero se siente, que no se toca, pero existe, el deseo es una fuente de… –Aura MR, es interrumpida por el silencio que provoca la falta de conexión. Automáticamente, me encuentro fuera de línea, pero la proyección no se va, furiosos choques eléctricos recorren mi cuerpo y me desvanezco. Ahora, me toca disfrutar a mí, de la comodidad del suelo. 

Comienza en mi cabeza un sueño, parece un recuerdo quebrado. Recreo la escena  del día en que conocí a la gobernadora. En esa ocasión, esperaba a mi cliente en la erozona, era mi primer día de trabajo y mis primeros billetes. Apareció ella, recta, indiferente y dominante; descendía, literalmente, como un ángel dentro de una especie de pequeño coliseo romano, llevaba alas de Pegaso fluorescentes en la espalda y una máscara de piloto de jet que ocultaba ese fino rostro, y justo en el momento en que se despojó de la máscara, mis ojos la escrutaron como un escáner de aeropuerto, me di cuenta de que mi percepción profana de la vida era una usura; estaba equivocado si creía que los ángeles solo caían del cielo muertos. Había sido testigo de una expulsión celeste.

Al parecer, las interrupciones se convirtieron en la constante, afuera de mi puerta, se encuentra una pantalla preguntando por mí, bueno, por mis claves de acceso. Logro despertar a la fuerza, miro hacia un lado, hacia el otro, me sigo sintiendo en un sueño, solo que no hay ángel caído. Noto una peculiar proyección virtual a mi alrededor, de forma espectral sigo en la cárcel, pero también se notan las divisiones de mi departamento, todo parece una alucinación, es como un limbo virtual. Me siento en una frontera: realidad/visiones, veracidad/sueño, utopía/distopía, estatismo/anarquía, vivo/muerto.   

Me levanto como puedo, al mismo tiempo, percibo presencias tenues por todos lados, eso ocasiona que mis movimientos sean torpes, no quiero chocar con ninguna línea fantasma, lo único que quiero es salir de casa. Tecleo el código de mi puerta, parece estar bloqueada, la pateo para comprobar su materialidad, es real, está ahí. Me desespera que parezca una barrera frágil y que sea impenetrable, salto por la ventana cubriendo mi cabeza con los puños contraídos formando un escudo, mi cuerpo agradece la ventaja de vivir en la costosísima planta baja. Los vidrios rotos se incrustan en el césped como semillas que germinarán árboles artificiales filosos. Me levanto nuevamente, siempre lo he hecho. Doy un vistazo a las aceras iluminadas por las luces de los anuncios ambulantes de las casas y de los grandes edificio, hay pantallas por todos lados, pero aún no me ven porque no soy tan luminoso. La imagen proyectada de la cárcel me persigue, se amolda a la arquitectura. Si veo un edificio, está también, delineada, una enorme jaula en la que sin problemas, cabe un pájaro gigante; no tiene entrada ni salida, solo encierra a la construcción de concreto como si se tratará de un halo protector. Parece que hay más luz en la noche que en el día.

Rápidamente, se acerca hacia mí una pantalla portátil, huyo de ella, ni siquiera sé a dónde ir. Todo es una jaula dentro de otra con un diseño distinto. Corro sin rumbo como una máquina desbocada que no puede volare. Entonces, entre el éxtasis y el desacierto, comprendo que no hay salida. Es momento de decidir si regresar a la prisión conocida o aventurarme a conocer a otros reclusos.

Me pregunto si, ¿soy solo yo o todo es una alucinación consensuada llena de luz?  

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