Hurto

Para Alex Roque, con cariño

—Están bien chidas, güey. ¿De dónde las sacaste? —le preguntaron por enésima vez. Él, feliz de la vida, comenzó de nuevo a relatar su “hazaña”.

—Pus me invitaron a una fiesta. Ya ahí conocí a un morro bien chido. Tomé, bailé y fajé con él todo el tiempo. Ya bien prendidos, nos fuimos a un hotel. Ya en el cuarto cogimos una y otra vez hasta quedarnos dormidos. Cuando abrí los ojos, los pajaritos ya empezaban a cantar en la calle. Lo besé en los labios a manera de despedida. No me miren así, no soy cursi, lo que pasa es que estaba guapo el güey. La idea se me ocurrió cuando ya estaba a punto de abrir la puerta. Tratando de ser cuidadoso para no despertarlo, le robé las alas.

—¡Qué buena onda! ¿Y no te sientes culpable?

—Nel, si hasta parecen hechas a mi medida, ¿o no?

En eso tenía razón. Al adolescente se le veían bien. Unos, se alegraban por él; otros, decían que era un gandalla, un ojete. Dos que tres hasta sintieron envidia. “¡Quién tuviera unas alas así!”, pensaban.

*****

A las afueras de un hotel, sobre Calzada de Tlalpan, cerca del metro Portales, un muchacho se sienta, cada vez con menos optimismo, a esperar a que pase aquel que un día le robó las alas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *