Para Alex Roque, con cariño
—Están bien chidas, güey. ¿De dónde las sacaste? —le preguntaron por enésima vez. Él, feliz de la vida, comenzó de nuevo a relatar su “hazaña”.
—Pus me invitaron a una fiesta. Ya ahí conocí a un morro bien chido. Tomé, bailé y fajé con él todo el tiempo. Ya bien prendidos, nos fuimos a un hotel. Ya en el cuarto cogimos una y otra vez hasta quedarnos dormidos. Cuando abrí los ojos, los pajaritos ya empezaban a cantar en la calle. Lo besé en los labios a manera de despedida. No me miren así, no soy cursi, lo que pasa es que estaba guapo el güey. La idea se me ocurrió cuando ya estaba a punto de abrir la puerta. Tratando de ser cuidadoso para no despertarlo, le robé las alas.
—¡Qué buena onda! ¿Y no te sientes culpable?
—Nel, si hasta parecen hechas a mi medida, ¿o no?
En eso tenía razón. Al adolescente se le veían bien. Unos, se alegraban por él; otros, decían que era un gandalla, un ojete. Dos que tres hasta sintieron envidia. “¡Quién tuviera unas alas así!”, pensaban.
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A las afueras de un hotel, sobre Calzada de Tlalpan, cerca del metro Portales, un muchacho se sienta, cada vez con menos optimismo, a esperar a que pase aquel que un día le robó las alas.
Martín Fragoso (México). He publicado en los fanzines Azoth y Susurros desde el arcoíris, en las revistas electrónicas Planetas Prohibidos, Fantastique, El Narratorio, Marabunta y Espejo Humeante, el portal Un cuarto Oscuro y en las antologías La muerte en el espejo de la ciencia, La ciencia ficción en México, Horror Queer, Voces Diversas y Mundos en Colisión. Soy autor del libro #LordCelestial.